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El chico que cambió la bici por una máquina de escribir

Domingo, 19 de abril de 2015 00:00
<p>OFICIO/ LA TAREA COTIDIANA DE ESCRIBIR LA NOTICIA.</p>

En las redacciones de los diarios siempre se relatan historias, y éste es un caso más que sucedió hace treinta y pico de años. Un changuito, de figura muy delgada solía ingresar al viejo edificio del diario, no por la puerta que daba a publicidad, es que ahí cumplía sus funciones de cadete, sino que solía hacerlo por la puerta de la esquina, todo ello para pasar por redacción donde los también jóvenes periodistas cumplían con su labor de informar armando entrevistas, sacándole acordes poco melodiosos a las duras teclas de las máquinas de escribir.

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En las redacciones de los diarios siempre se relatan historias, y éste es un caso más que sucedió hace treinta y pico de años. Un changuito, de figura muy delgada solía ingresar al viejo edificio del diario, no por la puerta que daba a publicidad, es que ahí cumplía sus funciones de cadete, sino que solía hacerlo por la puerta de la esquina, todo ello para pasar por redacción donde los también jóvenes periodistas cumplían con su labor de informar armando entrevistas, sacándole acordes poco melodiosos a las duras teclas de las máquinas de escribir.

Cuentan que era amigo de todos y a todos preguntaba cómo era el trabajo de periodista, le causaba curiosidad, ahí encontró amigos y se hizo de otros tantos. Así transcurrieron, creo que seis o más meses hasta que de tanto pasar, llamó la atención del jefe de Redacción, “Tucho” Figueroa quien tuvo una historia mas o menos parecida respecto de su ingreso a la prensa escrita. La pregunta que cambiaría el rumbo de ese muchacho fue sencilla, “te gustaría trabajar en la redacción”. Me hubiese gustado poder ver ese rostro, de ilusión y desconcierto. Claro que aceptó.

Los días no debieron ser fáciles, había que familiarizarse primero con la máquina de escribir y luego con la redacción para lo cual el primer artículo que escribió fue lo que muchos, más avezados, esquivaban, “el listado de traslado docente”, largas planillas con cientos de nombres "docente fulana de tal de las escuela número tanto pasa a escuela tanto" y así seguían y seguían.

Los dedos largos y flacos después de tanta gimnasia se fueron ablandando, muchas veces las personas de limpieza tenían que apurarlo para cerrar el diario a la noche ya que el changuito seguía prendido de la máquina golpeando las teclas.

Esto solo era el comienzo ya que ahora venía lo mejor, aprender el arte de la redacción con la corrección o “cocina” de los partes de prensa y después la diagramación para lo cual había que saber de centímetros, columnas y colores, el marcador rojo para las fotos, el negro para los títulos, el verde para los avisos y el material (notas) con lapicera azul, todo eso desparramado en un gran escritorio que solía verse chico ante tanto desorden, y no era para menos, tenía este joven y su madrina periodística que armar todos los días un suplemento de Variedades y Espectáculos de ocho y hasta 16 páginas.

Causaba gracia y risas, pero de las buenas, ver al changuito con las manos todas garabateadas porque cada vez que agarraba la regla para marcar los diagramas quedaba impregnado el color del marcador que manchaba todo haciendo de las suyas. El tema de “se va el sobre” hizo desfallecer mas de una vez a esa dupla que debía cerrar el suple para enviarlo a Salta donde se imprime el Diario en el primer turno.

Pasaron dos o tres meses y el muchacho quedó solo a cargo del suplemento, y después se le sumó la sección de Policiales, Páginas Especiales y un suplemento muy juvenil que ya estaba rodando desde hacía años, “El tribuenísimo”, con el manejo de un grupo de adolescentes que vivían y contaban a los lectores todos los pormenores de la Fiesta Nacional de los Estudiantes, pero desde otra perspectiva, la de los estudiantes. Quizás hubiera sido bueno en ese entonces completar el entusiasmo estudiando la carrera de periodismo en la universidad pero en ese tiempo no era tan fácil estudiar afuera y en Jujuy la carrera apareció mucho tiempo después.

El changuito continuó su camino y fue más allá, llegó hasta la televisión donde además de la tarea de entrevistar también empezó a conducir un noticiero, y luego otro y después a editarlos y ya iba quedando lejos ese andar que había comenzado arriba de una bicicleta y en la vieja redacción de El Tribuno de Jujuy de la Belgrano 306. Solía aparecer haciendo diversos reportajes desde un vecino que se quejaba por un yuyaral, un comerciante asaltado, unas cientos de protestas y hasta a un par de presidentes de la Nación, orgullosamente se convirtió en periodista, esos empíricos que sienten a fuego la profesión. Ésta es solo una de las historias que comenzaron en el viejo edificio de este querido Diario que como continuó?, digamos que su protagonista volvió a este, su primer amor. Hoy es el nuevo jefe de Redacción, y ya cuenta con unos cuarenta y pico. Aún recuerdo el color de la bicicleta, era roja, mis dedos siguen siendo flacos, y si bien ahora todo transcurre en el nuevo edificio con una sala de redacción amplia e iluminada a la cual se accede por un moderno ascensor, las manos extrañan el color de los marcadores, el grito de mi jefe “Tucho” golpeándome el escritorio “se va el sobre”, el color gris de la Olivetti, el carretel que se gastaba y había que dar vueltas para que las letras se marcaran en el rollo del papel y sobre todo las risas de compañeros que ya no están . El sentimiento es el mismo de cuando era changuito, y ese amor por el periodismo sigue latiendo fuerte aquí en el pecho cada vez que cruzo la puerta para entrar a la redacción.