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Laberintos humanos. El ciego y el naranjo

Martes, 08 de septiembre de 2015 01:30

Sea como sea, muchos de los relatos que guardan los evangelios apócrifos nos acompañan en la memoria a pesar de no estar reconocidos como de inspiración divina, nos dijo el padrecito. Por ejemplo el cuento de la Virgen y el naranjo, que aún cantamos en los pesebres cuando es la hora de los villancicos.

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Sea como sea, muchos de los relatos que guardan los evangelios apócrifos nos acompañan en la memoria a pesar de no estar reconocidos como de inspiración divina, nos dijo el padrecito. Por ejemplo el cuento de la Virgen y el naranjo, que aún cantamos en los pesebres cuando es la hora de los villancicos.

Es uno de los cantos de adoración más antiguos que se hayan registrado, y habla de cuando la Sagrada Familia huyó a Egipto porque un ángel le advirtió a José de la matanza de los inocentes. Cuenta que María sabía que su hijo tenía sed cuando llegaron junto a un naranjo que custodiaba un ciego.

La Virgen le pide unas naranjas y el ciego le dice que tome cuantas quiera, y de cuantas María tomaba, del mismo sitio brotaban tres. El Niño calma su sed y el ciego recupera la vista como pago por su bondad, nos contó el cura en el patio de la sacristía.

Y si son ciertos estos cuentos de su divina infancia, ¿por qué no creer, como usted dice, que fue el mismo Dios quien tocó el timbre de la sacristía sólo por travesura? Eso le había sugerido Armando cuando el padrecito salió a atender, y nos preguntó a nosotros, que pasábamos andando la calle Alberro, si no estábamos grandes para hacer ese tipo de bromas.

¿Usted cree?, le preguntó el Varela al cura y el cura le respondió que justamente su oficio era el de creer, y Armando propuso que el sacerdote cerrara las puertas nuevamente, y que nosotros nos quedáramos esperando escondidos en la Plaza Chica, acaso pudiéramos descubrir el secreto que guardaba este misterio.

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