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Laberintos humanos. Correctormancia

Lunes, 23 de octubre de 2017 21:17

Don Braulio nos habló del mensaje de su cuñada, en el que leyó que quería tener sexo como amigo, cuando le quiso decir que llevara un saco como abrigo, y nos explicó que se trataba de esos errores que nos hacen cometer los correctores de los celulares cuando no leemos atentamente el mensaje que enviamos.

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Don Braulio nos habló del mensaje de su cuñada, en el que leyó que quería tener sexo como amigo, cuando le quiso decir que llevara un saco como abrigo, y nos explicó que se trataba de esos errores que nos hacen cometer los correctores de los celulares cuando no leemos atentamente el mensaje que enviamos.

Armando recordó la idea de Freud acerca de los errores y las intenciones ocultas del hablante, y don Braulio le respondió que de eso se trata. No de Freud, de quien sólo leí alguna vez su fecha de nacimiento en las efemérides de algún diario, sino de lo oculto que hay tras los errores en los mensajes y en sus posibilidades comerciales.

Ustedes dirán que el mensaje de mi cuñada no delataba sus deseos censurados sino los míos, que por un momento me hice la ilusión porque la chica es guapa, pero en seguida pensé en otra cosa y llamé al Tribuno para poner el siguiente clasificado: conozca su futuro a través de mi interpretación de sus mensajes de celular erróneos, absoluta confidencialidad, y puse mi teléfono.

Lo que se me había ocurrido era una suerte de correctormancia, una ciencia oculta capaz de saber qué hay detrás de esas palabras que sólo escribimos porque no chequeamos lo que el celular nos corrige, y me eché a dormir la siesta pensando que había malgastado mi poco dinero, pero al despertar vi que tenía dieciocho llamadas perdidas.

Respondí a la primera, que era ya la de mi primer cliente: una madre desconsolada porque su hijo le había escrito que me muero después. ¿Qué quiere decir eso?, me preguntó.