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17 de Mayo,  Jujuy, Argentina
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Laberintos humanos. Sacando los pañuelos

Jueves, 16 de febrero de 2017 11:03

Como todo buen revolucionario, Armando era un conservador, preferencia que no sólo evidenció por sus ácidas críticas ante el punkismo del Tonello Quispe, que acababa de pasar por la vereda de enfrente con su ropaje del más tradicional gauchaje. Por eso será que hablaba de aquella primera manifestación de su rebeldía como si se refiriera a una enfermedad.

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Como todo buen revolucionario, Armando era un conservador, preferencia que no sólo evidenció por sus ácidas críticas ante el punkismo del Tonello Quispe, que acababa de pasar por la vereda de enfrente con su ropaje del más tradicional gauchaje. Por eso será que hablaba de aquella primera manifestación de su rebeldía como si se refiriera a una enfermedad.

Le cuento, Dubin, me dijo Armando. La orquesta comenzó con los sones picaditos de la cueca, los bailarines sacaron los pañuelos que llevaban amarrados a sus fajas, se miraron con coquetería, sobre todo ellas a ellos, pero justo entonces el Tonello empezó a saltar un pogo furioso que derribó a propios y ajenos.

Parecía Menelao a las puertas de Troya, comparó haciendo alarde de sus lecturas de los clásicos griegos, y al sacarse la tradicional gorrita de los Giants, Tonello dejo que todos, y sobre todo su azorada madre, vieran el extraño corte del cabello que llevaba, algo que nunca se había visto en la puna sino para combatir las liendres.

Las miradas reprobatorias, de todos modos, no se las dirigieron a él sino a su madre, porque todos en los alrededores sabían que ella no quería a su hijo Tonello, y si es doloroso un desamor edípico, mucho peor es aún su fama. Y la sociedad de entonces, justa hasta las entrañas, no acusaba al víctimo sino a la victimaria.

No se dice víctimo, le dije en vano porque Armando ya tenía preparada una respuesta y alzó los hombros e hizo como si se quejara: que se yo, dijo, yo no entiendo nada después de tanta cuestión de género.

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