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La historia de una hazaña que no necesita de la exageración

Batalla y combate no tienen el mismo significado en el arte de la guerra, aseguran prestigiosos autores.La nota distintiva de la primera es la intervención de ejércitos, a diferencia de los combates donde actúan fuerzas menores.

Viernes, 24 de febrero de 2017 15:44
LOS JUJEÑOS COMANDADOS POR EL CORONEL ARIAS ESCRIBIERON UNA PÁGINA GLORIOSA DE LA HISTORIA NACIONAL.
MEDALLA OTORGADA POR EL TRIUNFO.
MONUMENTO A LOS HÉROES DE LA INDEPENDENCIA

El bicentenario de la proeza que protagonizó el 1 de marzo de 1817 el comandante Manuel Eduardo Arias y sus gauchos en Humahuaca, será conmemorado en Jujuy como una "batalla" cuando en realidad no lo es, no lo fue ni los contemporáneos del hecho lo llamaron así. La equivocada idea que la trascendencia de ese episodio se ve minimizada si no se le asigna la categoría de "batalla" o que se le rebaja jerarquía histórica si se lo denomina "combate", lleva a expresiones erróneas que ganan el espacio de lo público y, lo peor, que desvirtúan la verdadera significación que tiene aquel gran episodio de la Guerra de la Independencia. Los conceptos pertenecen a la historiadora y periodista Irene Ballatore, quien elaboró un enriquecedor estudio sobre el combate

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El bicentenario de la proeza que protagonizó el 1 de marzo de 1817 el comandante Manuel Eduardo Arias y sus gauchos en Humahuaca, será conmemorado en Jujuy como una "batalla" cuando en realidad no lo es, no lo fue ni los contemporáneos del hecho lo llamaron así. La equivocada idea que la trascendencia de ese episodio se ve minimizada si no se le asigna la categoría de "batalla" o que se le rebaja jerarquía histórica si se lo denomina "combate", lleva a expresiones erróneas que ganan el espacio de lo público y, lo peor, que desvirtúan la verdadera significación que tiene aquel gran episodio de la Guerra de la Independencia. Los conceptos pertenecen a la historiadora y periodista Irene Ballatore, quien elaboró un enriquecedor estudio sobre el combate

Escribió que "no es una polémica lingística ni una tautología. Primero que nada debe advertirse que en el vocabulario militar, batalla y combate no son sinónimos. Los manuales castrenses del siglo XIX los definen por separado y dan cuenta de distintos criterios para caratular uno y otro. El "Diccionario militar portátil o Recopilación alfabética de todos los términos propios de las ciencias militares" de José Fernández Mancheño de 1822 afirma que batalla es "una acción o combate general de un ejército con otro", es decir que no se trata de cualquier choque de fuerzas sino de aquellas en las que participan ejércitos.

El "Diccionario Militar Etimológico, Histórico Tecnológico de José Almirante -publicado en 1869- consigna que hasta fines del siglo XVII, el término "batalla" aludía a dos ideas distintas: a una formación situada en el centro o grueso del ejército por oposición a las tropas sueltas o ligeras y por otro lado, a "lucha o pelea material entre dos ejércitos".

Reconociendo los obstáculos que se presentaban al querer definir el término, el comandante Francisco Villamartín en "Nociones del Arte Militar" (1867) afirma que batalla "es el combate en campo abierto de dos ejércitos en el que toma una parte más o menos activa todo el grueso de cada uno o por lo menos de uno de los dos, prescindiendo de los destacamentos, guarniciones y otras fuerzas que precisamente han de estar segregadas de la masa principal". Villamartín decía también que "es un error creer que para que un combate pueda llamarse batalla ha de ser decisivo y sangriento y han de jugar las tres armas; hay batallas que nada deciden y hay ejércitos que carecen por completo de una de las tres y no por eso la lucha general de las dos masas beligerantes, cualquiera sea su composición y su fuerza, deja de ser una verdadera batalla".

El erudito francés Étienne Alexandre, Barón de Bardin, autor de "Dictionnaire de l'armée de terre ou recherches historiques sur l'art et les usages militaires des anciens et des modernes" (1841) sostiene que la batalla implica una gran acción de guerra, ordenada y preparada por un comandante en jefe, "en la cual han chocado las fuerzas principales de un teatro de operaciones". Para el Barón de Bardín, en las batallas obraban o jugaban "todas o casi todas las armas", habiendo "dado o recibido choque la mayor parte de los cuerpos y habiendo logrado una de las dos partes ventaja sobre la otra".

La presencia de ejércitos es un elemento conceptual de la batalla que también aparece en el diccionario militar de Federico Moretti (1828), quien la describe como "la lid, combate o pelea entre dos ejércitos o la mayor parte de ellos que se atacan con el fin de derrotarse". Advierte este autor que no debe confundirse batalla con "acción" "pues la batalla se verifica entre dos ejércitos o la mayor parte de ellos y la acción puede tener lugar entre dos cuerpos pequeños de tropas".

En su diccionario de vocablos militares, el capitán español Jorge D'Wartelet (1863) define batalla como "lucha, combate, función de guerra entre dos ejércitos enemigos y en que por uno y otro lado toman parte todas las armas, infantería, caballería y la de artillería". Describe también que acción "es genuinamente el combate entre dos fracciones de alguna importancia, desprendida cada una de su respectivo ejército con un fin dado, pero por extensión y particularmente en España se da este nombre a todo combate militar, aun a las mismas batallas". Cuando la acción es casual entre dos pequeñas fracciones, dice el capitán, se llama encuentro y si se verifica entre tropas ligeras, sin que ninguno de los dos partidos se comprometa mucho sino que más bien intenten ambos tantearse las fuerzas y procuren una u otro cortarse o envolverse, se llama escaramuza cualquiera que sean las armas".

Para Luis Corsini, autor de "Vocabulario militar" publicado en 1849, combate es "pelea, refriega de tropa en número poco considerable y en que de consiguiente no promedia una grande combinación de maniobras o movimientos". Como contienda colectiva, el combate se considera de "entidad media" entre la escaramuza y la acción. En cambio, batalla es un "choque definitivo de dos ejércitos que disputan entre sí las grandes cuestiones de la política y de estrategia, y en el que van comprendidas todas las acciones dadas simultáneamente o sucesivamente en el transcurso de la batalla".

De las definiciones de todos estos autores surge claramente que batalla y combate no tienen el mismo significado en el arte de la guerra y que la nota distintiva de la primera es la intervención de ejércitos, a diferencia de los combates en los que actúan fuerzas menores".

Guerra de recursos
Irene Ballatore sostuvo que en la acción de Humahuaca no lucharon ejércitos. Los contendientes fueron, de un lado, una partida de 150 gauchos comandados por Arias que cayeron sobre efectivos del batallón de Cuzco y del Regimiento de Picoaga, que sumaban aproximadamente 136 hombres, entre oficiales y soldados. Los ejércitos propiamente dichos no estaban en el lugar. El grueso del ejército realista al mando del general La Serna, conformado por aproximadamente 7 mil efectivos, se encontraba en ese preciso momento reconcentrado en la ciudad de Jujuy a la espera de refuerzos para continuar a Salta. El ejército patriota comandado por el general Manuel Belgrano, por su parte, estaba estacionado en Tucumán, mientras que la defensa del territorio de la Gobernación de Salta, a la que pertenecía Jujuy, había quedado a cargo de Martín Miguel de Güemes y sus gauchos. De hecho, en el frente de Jujuy y Salta los ejércitos patriotas no habían regresado desde el año 1815 en que se llevara a cabo la tercera y última campaña al Alto Perú al mando del general José Rondeau, que terminó en un completo fracaso. 
Para 1817, las luchas por la Independencia en este lugar de las Provincias Unidas del Río de La Plata se recostaban casi exclusivamente en la resistencia de jujeños y salteños a través de la "guerra de recursos" o la "Guerra Gaucha" que nada tenía que ver con ejércitos, sino todo lo contrario. Se trataba de una guerra que se hacía con grupos relativamente pequeños de caballería gaucha que valiéndose del profundo conocimiento del territorio y el valor de los jinetes, atacaban en forma sorpresiva al enemigo para desaparecer rápidamente en la espesura de los montes o en los recovecos de los cerros. La principal estrategia de los comandantes gauchos era, precisamente, no dar batalla porque se carecía de recursos humanos y materiales para enfrentar a fuerzas que eran significativamente superiores y que sí constituían ejércitos. 
Manuel Belgrano, en un oficio al Gobierno de Buenos Aires el 22 de octubre de 1816 lo explica con toda claridad: "àYo mismo estoy pidiendo prestado para comer. La tropa que tiene el gobernador Güemes está desnuda, hambrienta y sin paga, como nos hallamos todos, y no es una de las menores razones que lo inducen a hacer la guerra de recursos al enemigo. Yo mismo habría hecho otro tanto, pero estoy muy lejos y temo se me quedará en la marcha la mitad de la fuerza de lo que se llama ejército" (Emilio Bidondo, "La Guerra de la Independencia en el norte argentino").
José de San Martín afirmaba en una carta a Tomas Guido el 14 de junio de 1816: "Mucho dificulto que Pezuela avance a Jujuy, y si lo hace sale mal, o por lo menos hará una marcha infructuosa. Para hacer intransitables aquellos países no se necesita un sólo soldado: sobra con la gauchada para que se mueran de hambre". 
En su parte del combate del 1 de marzo, Arias mismo nos cuenta que el ataque a los realistas que tenían fortificada la ciudad de Humahuaca se hace "la mayor parte sin más armas que palos". 
El comandante Pablo La Torre, al transmitir a Güemes los datos obtenidos de la declaración de prisioneros capturados en el río Reyes, manifiesta que en Humahuaca "una división de gauchos avanzó el parque de artillería en Humahuaca y que de trescientos y tantos hombres que los guarnecían, sólo han escapado tres soldadosà" (Luis Güemes: "Güemes Documentado"). Una división, desde luego, no es un ejército.
Si las batallas, como dice la ciencia militar, son choques entre "ejércitos", ¿podría llamarse "ejército" a una fuerza que luchaba con semejante nivel de precariedad y tan pequeña cantidad de efectivos? Por supuesto que no y esta circunstancia, lejos de menguar heroísmo al coronel Arias y sus gauchos como algunos equivocadamente creen, la resignifica porque no es sino una asombrosa hazaña que veteranos de las guerras napoleónicas, dotados del mejor equipamiento que había en la época, terminaran muertos o rendidos ante campesinos que luchaban con más palos que fusiles.
Pero existe otro dato de la Historia que debe tenerse en cuenta a la hora de ponerle un nombre a la acción de Humahuaca: en su tiempo, nadie la llamó "batalla" sino "triunfo", "jornada", "asalto", "sorpresa" o "acción". Así lo demuestran los numerosos documentos referidos al hecho transcriptos por Luis Güemes en su obra "Güemes documentado". Uno de ellos, el oficio de Belgrano al director supremo, fechado el 13 de marzo de 1817, habla del "triunfo" que habían obtenido "las armas nacionales en Humahuaca, a retaguardia del ejército enemigo".
El parte del general Güemes a Belgrano, fechado el 9 de marzo de 1817, refiere "el triunfo de nuestras armas en el pueblo de Humahuaca", mientras que desde Jujuy el 8 de abril de 1817 el general realista La Serna, posiblemente sin poder convencerse todavía de lo sucedido, en oficio al presidente del Cuzco la llama "despreciable sorpresa de Humahuaca".
En otra comunicación a Belgrano, al remitirle las banderas tomadas por el coronel Arias en la acción del 1 de marzo, el gobernador Güemes define la victoria como "gloriosa jornada de Humahuaca". Dice Güemes, con fecha 25 de abril de 1817, que esas insignias "servirán en la capital de Buenos Aires de un eterno monumento de la intrepidez de los defensores de la Patria". En mayo de ese año, el director supremo Juan Martín de Pueyrredón las devuelve y contesta que las dos banderas tomadas al enemigo en "la acción brillante de Humahuaca" deben conservarse en las "municipalidades" de Tucumán y Salta.
En carta al coronel tilcareño Manuel Álvarez Prado, Güemes informa del éxito de San Martín en Chile, agradece paquete de cartas interceptadas al enemigo y agrega: "ya he recibido la noticia sobre el suceso de Humahuaca por el mismo Arias. Este triunfo tan completo como digno de una eterna memoria habrá cubierto de oprobio a los enemigos".