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17 de Mayo,  Jujuy, Argentina
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Laberintos humanos. Portón de chapa

Martes, 14 de marzo de 2017 21:12

Amanecerse escuchando historias parecía estar convirtiéndose en un vicio, cuando vimos que un joven corría cuesta abajo, echando cada tanto una mirada desesperada hacia atrás. Al llegar a la puerta de un garaje, volvió a mirar para ver si lo seguían, empujó el portón de chapa y se perdió entre las chacras que se mecían con el verde claro de la primera luz del día.

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Amanecerse escuchando historias parecía estar convirtiéndose en un vicio, cuando vimos que un joven corría cuesta abajo, echando cada tanto una mirada desesperada hacia atrás. Al llegar a la puerta de un garaje, volvió a mirar para ver si lo seguían, empujó el portón de chapa y se perdió entre las chacras que se mecían con el verde claro de la primera luz del día.

 

No lo volvimos a ver, sino sólo a escuchar sus jadeos cuando apareció un hombre alto, algo calvo y de voz cavernosa, sujetando de gruesas cadenas a dos perros que aullaban sedientos de escaparse de las garras del extraño dueño que, vestido con un largo piloto gris, llamaba al fugitivo por su nombre.

Los ladridos opacaron a los jadeos hasta que ya no se escuchó más rastro del joven, y el hombre alto se volvió con furia, amenazó a perseguirnos a nosotros pero, como no tuvimos miedo, dobló por la calle Sorpresa en dirección a la Lavalle y se fue a paso rápido, quien sabe si buscando alguna presa que cazar.

Cuando ya los últimos ecos de los pasos de sus botas se perdieron entre las campanadas de la primera misa del día, una mujer nos chistó desde nuestras espaldas, y casi en susurros nos aseguró que todas las mañanas lo mismo. ¿Todas las mañanas?, le pregunté asombrado. Mire que yo hace años que bajo por esta calle y nunca he visto nada semejante.

Bueno, dijo la mujer, capaz que no todas, pero algunas si, titubeó para luego asegurarnos que acaso no fueran más que las pesadillas de mi marido, que cuando come asado sueña cada macana que mejor no les cuento. 

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