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Laberintos Humanos. Arroyo hecho mujer.

Jueves, 23 de marzo de 2017 18:44

 

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Agua Pueriles fue tenida por hija del corazón de Marta y del minero jubilado, hombre de pocas palabras y muchos haceres. Con el pasar de los días la vieron con el orgullo con que se ve a una hija crecer en hermosura. Su seguridad con los hombres, a quienes sonreía como si les tuviera ternura, tranquilizaba al matrimonio.

Nadie la va a engañar, pensaban, nadie la puede hacer sufrir, se decían al verla conversar con uno y con otro. Nunca le preguntaron nada, pero tenían para si la idea fantástica de que era el mismo arroyo hecho mujer, en parte porque llegó en la noche de la tormenta, poco antes del alba, y porque le abrieron la puerta y la suya fue la única casa que no se dañó en el barrio.

Pero cuando vieron que la pasaba a buscar el hombre de la moto, pensaron, como piensan siempre los padres, que era poca cosa para ella. La despidieron en la puerta, le dijeron que anduviera con cuidado y Agua acarició la cara de doña Marta con dulzura, se montó a la grupa y el hombre, que se llamaba Marcos, aceleró calle abajo.

Marcos y Agua, dicen, entraron al baile para que todos se volvieran al verla. Ella pisó la pista moviéndose con la máxima lentitud que permitía la cumbia, y Marcos pisó fuerte tras ella, como quien está seguro de que nadie le puede arrebatar la prenda, y la tomó de la mano en el centro de la pista y bailaron hasta el amanecer.

Con el sol del desayuno, Marcos estacionó su moto a la puerta de los Pueriles, y Agua bajó para besarlo y entrar, pero doña Marta tenía otros planes para la moza.

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