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Padre nuestro Divino

Domingo, 02 de abril de 2017 17:37

¡Buen día!

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¡Buen día!

Los cristianos 
estamos acostumbrados a rezar el Padrenuestro. No existen idiomas en los que esta llamada Oración de Jesús no haya sido traducida a lo largo de los dos milenios de su historia.
El Padrenuestro que transcribiré más abajo es realmente original, porque está pensado para que lo diga el propio Dios. 
Y si en este usted se siente más perdido que arzobispo en discoteca, no le falta razón. ¿Es que Dios puede rezarse un Padrenuestro a sí mismo?
La idea surgió de alguien que supo sorprendernos por su manera original de enfocar las cosas: José Luis Martín Descalzo, un sacerdote español a quien tuve el gusto de conocer personalmente en Roma cuando hacía mis estudios superiores de teología. 
Conversar con él era lo mismo que estar leyendo sus libros, algunos tan “resalaos” como “Un cura se confiesa” o los varios volúmenes de sus servicios periodísticos de las sesiones del Concilio Vaticano II (1962-66), en los que fue anotando día a día sus impresiones.
Pero volvamos al tema central: ¿Cómo puede Dios rezar un Padrenuestro? Martín Descalzo encontró la forma: mostrar el revés de la trama, hablando de Padre a hijo.

“El Padrenuestro de Dios”, se titula:
“Hijo mío que estás en la Tierra, preocupado, solitario, tentado: yo conozco perfectamente tu nombre, y lo pronuncio como santificándolo, porque te amo. No, no estás solo, sino habitado por mí, y juntos construimos este reino del que tú vas a ser el heredero. 
Me gusta que hagas mi voluntad, porque mi voluntad es que tú seas feliz, ya que la gloria de Dios es el hombre viviente. Cuenta siempre conmigo y tendrás el pan para hoy. 
No te preocupes, sólo te pido que sepas compartirlo con tus hermanos. Sabes que perdono todas tus ofensas, antes incluso de que las cometas. Por eso te pido que hagas lo mismo con los que a ti te ofenden. Para que nunca caigas en la tentación, tómate fuerte de mi mano y yo te libraré del mal, pobre y querido hijo mío”.
Para tenerla a mano, sobre todo cuando a Dios se lo siente lejos. Para descubrirlo, cada día, como Padre.

¡Hasta mañana!

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