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Laberintos humanos. Chicos raros

Jueves, 27 de abril de 2017 22:19

 

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Mientras Norma caminaba del brazo del extraterrestre, que tenía cuatro dedos en cada mano y tres ojos, el Puerco, que era el primo de ella, me aclaró que ella siempre andaba con chicos raros. Desde niña, no es de ahora, me aclaró, y ese siempre fue el dolor de cabeza de mi tía, que en paz descanse.

Norma y el extraterrestre entraron a la habitación que habíamos dejado atrás, y tras ellos entramos nosotros, que no queríamos perdernos el asunto, y mientras ella le pasaba un trapo a la mesa para servirnos la merienda, el hombre, o lo que fuera, nos empezó a hablar de su planeta, un lugar tan armonioso que la vida se había vuelto aburrida.

Nunca una grieta, ningún programa de televisión hablando mal de nadie, así que en cuanto supimos que por acá la cosa era distinta, se nos dio por visitarlos. No nos querrán invadir, le advirtió el Puerco pero el extraterrestre, como si fuera lo más natural del mundo, le respondió que para qué querían invadirnos si acá no había nada de comer que les gustara.

Por mi parte, sólo busco emociones, nos dijo cuando alguien llamó insistentemente a la puerta, y cuando Norma abrió la puerta se escabulló un hombre alto y rubio que le mostró una placa de sheriff que decía: John Lennon, agente de la CIA. ¿John Lennon?, le preguntó el Puerco, ¿cómo el de los Beatles?

Ese es un nombre falso, nos aseguró. Andamos tras los pasos de unos extraterrestres que, se dice, llegaron en sus platillos voladores a la Quebrada de Humahuaca, agregó mirando fijo a los tres ojos brillantes de nuestro amigo.

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