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Laberintos humanos. El ensueño

Lunes, 15 de mayo de 2017 20:47

Pero estaba sentado en el bosquecito cuando descubrió que se trataba del lugar con el que había soñado desde niño en un sueño que se le repetía, cada tantas noches, con singular exactitud. ¿Este es el lugar que ando buscando? Cada cosa correspondía a la de su sueño y le era grata.

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Pero estaba sentado en el bosquecito cuando descubrió que se trataba del lugar con el que había soñado desde niño en un sueño que se le repetía, cada tantas noches, con singular exactitud. ¿Este es el lugar que ando buscando? Cada cosa correspondía a la de su sueño y le era grata.

Tantos años para llegar aquí, se dijo cuando sintió pasos que se acercaban pisando las hojas secas del otoño. Un hombre alto, fuerte, apareció entre las ramas a la luz de la luna. Se acercó a Baldomero Cruz y le dijo, con sus piernas ya muy cerca de su cara, que era mejor que se fuera.

Hace años que este lugar es mi refugio, le dijo. Si lo duda, le continuó diciendo, podemos pelear para ver quién tiene más derecho a quedarse en él. Baldomero Cruz le respondió que desde niño había soñado con ese sitio sin saber si alguna vez lo encontraría. Entonces debe lucha por él, le dijo el hombre rudo y Baldomero Cruz se puso de pie.

El otro hombre se arremangó poniéndose en posición de pelea, pero Baldomero Cruz, volviéndose en dirección al camino que había dejado atrás, le dijo que se lo quedara nomás, que ya sabía que ese lugar de sus sueños existía y que no era mejor ni peor que cualquier otro. ¿Tantos años de soñarlo para ahora perderlo sólo por cobardía?, le preguntó.

Y cuando se marchaba, Baldomero Cruz escuchó a sus espaldas que ese hombre sólo atinaba a gritarle que era un cobarde, un hombre que no merecía alcanzar nada bueno en la vida por ser incapaz de conquistarlo, y Baldomero Cruz sonrió para si hasta que dejó de escucharlo.

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