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Laberintos humanos. Horario de llegada

Lunes, 29 de mayo de 2017 22:13

Doña María San Diego, la mujer que vivía en el pasillo oscuro, nos contó que la empresa en la que trabajaba su padre lo había destinado al Perú y que, obedeciendo, alzó sus pertenencias, sus herramientas laborales y subieron al avión, pero eso sucedió en tiempos en que el Perú estaba asolado por el terrorismo y el viaje no fue fácil, nos dijo.

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Doña María San Diego, la mujer que vivía en el pasillo oscuro, nos contó que la empresa en la que trabajaba su padre lo había destinado al Perú y que, obedeciendo, alzó sus pertenencias, sus herramientas laborales y subieron al avión, pero eso sucedió en tiempos en que el Perú estaba asolado por el terrorismo y el viaje no fue fácil, nos dijo.

No creo que hayamos llegado a sobrevolar Colombia, nos siguió contando, cuando un hombre con aspecto de vendedor ambulante se puso de pie desde su butaca, y en medio del pasillo comenzó a explicarnos la causa por la que había recibido la orden de hacernos aterrizar en medio de la selva, ignorando el destino que marcaban nuestros pasajes y el horario de llegada señalado.

No parecía tratarse de un mal hombre, pero yo por entonces era demasiado joven como para juzgar a la gente. Con los años, agregó, supe que todos son poco más que iguales, algo menos que parecidos, dijo. Cholos, hijos de esclavos o de gerentes, ni el más inteligente se acerca por ello demasiado a Dios, ni el torpe puede decidir sobre el destino de uno sólo de sus cabellos.

Ricos y pobres no tienen más que aceptar su destino, y mi padre parecía hacerlo con gusto porque tampoco había hecho otra cosa cuando la empresa dispuso que viajáramos al Perú. Entonces el secuestrador golpeó la puerta de la cabina con la culata del revólver, le dijo al asombrado piloto que descendiera justo en el punto que señalaba en el mapa, y agregó que ninguno de los pasajeros se había quejado por la imprevista situación.