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Laberintos humanos. Noche y desierto

Lunes, 19 de junio de 2017 21:25

El brujo entró a la casa, pero en cuanto le puse algunos libros de buenos versos en sus manos, me dijo que de aquellos que había comido de nada le servían, porque los poemas ya probados no tenían sabor ni sustancia para su hambre. En cambio los que necesitosonlos de ese coplero sordo y tímido cuyo canto nadie escuchó jamás sino el silencio de su puesto.

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El brujo entró a la casa, pero en cuanto le puse algunos libros de buenos versos en sus manos, me dijo que de aquellos que había comido de nada le servían, porque los poemas ya probados no tenían sabor ni sustancia para su hambre. En cambio los que necesitosonlos de ese coplero sordo y tímido cuyo canto nadie escuchó jamás sino el silencio de su puesto.

¿Y cómo sabe de ese poeta si nadie lo escuchó?, le pregunté. Lo sé, me respondió, porque no hay nada en el universo más ruidoso que los cantos del poeta que no canta. Aquellos que fueron editados, ya los probé a todos, me dijo el brujo que alimentaba su gordura de versos, y también comí ya los del cantor.

Conozco los cantos de que habla Martín Fierro, que son de la noche y del desierto, y antes de desfallecer de hambre porque no quedarán ya más por encontrar, salvo los que faltan escribir porque sus autores son todavía muy jovencitos, me resta cenar los del coplero sordo y tímido de los que me habló una piedra blanca de un antigal.

Y como si fuera de lo más natural del mundo que la piedra blanca de un antigal le hablara, sugerí que acasos se tratara una piedra mentirosa. Las hay, reconoció el brujo obeso, pero si es cierto que esta piedra me ha mentido, no tendré otro remedio que dejarme morir de hambre. Más vale seguir tras el rastro de una mentira que abandonar todo rumbo, sentenció.

Y como lo que dijo era extremadamente cierto, saqué mi documento de un cajón y me lo puse en el bolsillo para salir con el perro y el brujo a buscar al coplero sordo y tímido.