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Laberintos humanos. Ese otro Diego

Martes, 27 de junio de 2017 20:17

Le dije a Armando que quien había sufrido más fue ese otro Diego, no nosotros, que nos quedamos con la alegría de verlo jugar, pero él me respondió que quien sabe. Me lo dijo y, en cuanto este Dieguito, tan genial y parecido al otro pero tilcareño, se nos acercó, Armando le sugirió probarse en un buen equipo porque tenía futuro.

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Le dije a Armando que quien había sufrido más fue ese otro Diego, no nosotros, que nos quedamos con la alegría de verlo jugar, pero él me respondió que quien sabe. Me lo dijo y, en cuanto este Dieguito, tan genial y parecido al otro pero tilcareño, se nos acercó, Armando le sugirió probarse en un buen equipo porque tenía futuro.

 

¿Usted cree?, le preguntó el changuito lleno de modestia, y la sola pregunta nos emocionó. ¿Cómo podía ignorar que era un mago en esas cosas del fútbol? No hay nada más conmovedor que ese pudor infantil tan lejano a las fanfarronerías de los adultos, y como no teníamos demasiada plata en el bolsillo, le propusimos llevarlo a Jujuy, siempre que su madre le diera permiso, para que se pruebe en el Lobo.

 

Su casa era bastante humilde. Su madre se sorprendió de nuestros elogios, pero nos conocía y confió en nosotros, quedamos en pasarlo a buscar en la mañana y nos fuimos. A la mañana nos esperaba bañadito como para jurar la bandera, y su madre nos dio una bolsa con empanadas para el camino.

 

Ya en el remis rumbo a Jujuy, nos cansamos de darle consejos que sin duda olvidaría, y cuando caminamos con él por las calles de la ciudad, mientras apenas si podía aguantarse de patear cualquier piedrita que hubiera en la vereda, creímos que no hacíamos más que ser parte de un destino señalado.

 

Así llegamos a la cancha, preguntamos por la quinta división y se nos dijo que ese día no había pruebas, que había que volver como a los dos meses. Pensamos que era la suerte la que nos echaba una mano.