Cuando la jefa del Registro Civil llamó al orden, arguyendo que se iba a concluir la discusión sobre el origen etimológico de don Amadeo Puca, las filas que aguardaban para comprar verdura, carne o coba se volvieron a escuchar, porque en Tilcara interesa saber quién es hijo de quien.
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Cuando la jefa del Registro Civil llamó al orden, arguyendo que se iba a concluir la discusión sobre el origen etimológico de don Amadeo Puca, las filas que aguardaban para comprar verdura, carne o coba se volvieron a escuchar, porque en Tilcara interesa saber quién es hijo de quien.
Ya se había desechado que su apellido fuera Puca, porque el sobrenombre le venía que de niño no podía pronunciar bien “poca”, de lo que se dedujo que era un apodo apellidizado, en tanto que el de Amadeo, que contaba con algunos aspirantes de la Puna y el extranjero, no era más que el nombre de bautismo.
Entonces Angélica, jefa de esa instancia estatal guardadora de los secretos familiares, buscó en el libro para descubrir que el “don” lo llevaba aparentemente en forma impropia desde niño y con mayúsculas, con lo que su verdadera identidad era la de Amadeo “Puca” Don, con lo que a esta edad, que ya es adulta, se lo puede bien llamar don Don sin caer en redundancias.
Ya se los venía diciendo, dijo la abuelita que ya lo había dicho, cierto que con un susurro tan suave que nadie la había escuchado, porque a mi marido, que en paz descanse, se lo llamaba Dondón como si fuera una sola cosa, un apellido por si sólo, tanto que de grande se lo empezó a apelar como don Dondón, nos dijo para nuestro sincero asombro.
Tanto es así que a nuestros hijos se los llamó Dondones, por ser varios, pero esa es harina de otro costal, dijo y una clienta le preguntó a la verdulera si sería cierto que los niños nacían de la harina y no de repollos.