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Laberintos humanos. Padre soltero

Martes, 15 de agosto de 2017 22:22

Así se llegó a la conclusión de que Amadeo “Puca” Don pertenecía a la estirpe de los Dondones, ni Puca ni Amadeo, y con ello no era heredero de nada salvo del beso de esa abuelita que decía ser su madre porque de joven fue a la ciudad y al viejo don Don, padre de don Amadeo Don, se lo tuvo por padre soltero.

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Así se llegó a la conclusión de que Amadeo “Puca” Don pertenecía a la estirpe de los Dondones, ni Puca ni Amadeo, y con ello no era heredero de nada salvo del beso de esa abuelita que decía ser su madre porque de joven fue a la ciudad y al viejo don Don, padre de don Amadeo Don, se lo tuvo por padre soltero.

Valdrá la pena que escuchen mi historia, dijo la abuelita, porque la vida me enseñó mucho y desde joven. Después ya no aprendí tanto, pero cuando me fui de sirvienta a una casa de familia ya sabía demasiado. Y lo aprendí sufriendo, como se lo hace muy comúnmente, porque desde niña fui muy bella, nos dijo y no había nadie de su edad como para desmentirla.

Era tan bonita que la matrícula de la escuela en la que cursé la primaria creció en forma desproporcionada, que en el pueblito donde nací nunca se llegaba a seis o siete por grado y en aquel primero inferior fuimos como cincuenta, cuarenta y nueve de los cuales eran varones aspirantes a novios míos, dijo la abuelita.

Niños de buena familia de la ciudad llegaban para dormir en el albergue, porque sus padres soñaban con que noviaran conmigo, pero yo sólo tenía ojos para Gualbino, pastor del rebaño vecino al mío que, aunque bien fierito, compartió conmigo mis primeros años y me robó el primer beso con su labio partido.

Todos opinaban que con los años se me iba a pasar, dado que me aspiraban niños lindos y niños ricos, pero mi abuelita, que en paz descanse, me aconsejó que era preferible el feíto, que sin duda me iba a ser fiel hasta la muerte.