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Cecilia, la chimpancé liberada por la justicia argentina

Se encontraba en un zoologico de Mendoza y fue traslada a Brasil tras la denuncia de una ONG local. 

Lunes, 21 de agosto de 2017 11:55

 Es mediodía y Cecilia sube a su terraza. Hay barullo fuera y quiere saber qué pasa: es Marcelino, que trata de llamar su atención desde la parcela de al lado. Todavía no está preparada para una relación, pero tras cuatro meses luchando contra la depresión cada vez se siente más viva.

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 Es mediodía y Cecilia sube a su terraza. Hay barullo fuera y quiere saber qué pasa: es Marcelino, que trata de llamar su atención desde la parcela de al lado. Todavía no está preparada para una relación, pero tras cuatro meses luchando contra la depresión cada vez se siente más viva.

Como la mayoría de sus compañeros, este chimpancé de 20 años tenía el alma rota cuando llegó en abril al Santuario de Grandes.Primates de Sorocaba, 100 kilómetros al oeste de Sao Paulo.

Venía procedente de un zoológico de Mendoza, en Argentina, donde había pasado toda su vida encerrada en una jaula, sin jamás sentir la hierba y consumida por la soledad tras la muerte de sus colegas Charly y Xuxa.

Sus "deplorables" condiciones fueron denunciadas por una ONG local, que consiguió que una jueza le concediera un habeas corpus para trasladarla al Santuario, considerándola un "sujeto de derecho no humano".

Cecilia había hecho historia, convirtiéndose en el primer chimpancé en el mundo en ser efectivamente transferido con una orden de este tipo, según especialistas, aunque la tristeza leparaba el pulso.

"Cuando llegó no tenía problemas físicos, pero estaba muy deprimida. Pasaba el tiempo acostada, no interactuaba con nadie", recuerda la veterinaria Camila Gentille, quien es capaz de reconocer a los 52 chimpancés que viven en el Santuario como si fueran familia.

 Ninguno llegó por casualidad a este refugio de 50 hectáreas resguardado entre los árboles del interior paulista, donde 280 animales -entre los que hay pequeños primates, leones y osos- que tratan de curarse las heridas de un pasado de abusos.

 La mayoría vive formando pequeños grupos en extensos recintos donde pueden correr, jugar y, sobre todo, sentir que no están solos. Aunque las marcas de algunos son demasiado profundas y necesitan fármacos para salir adelante o dejar de automutilarse.

Desde lo alto de una de las torres que coronan cada espacio, los gritos y golpes secos de Dolores hablan de los traumas que se trajo del circo donde trabajó parte de sus 18 años, y que apenas le permiten relacionarse.

Ella no ha podido romper con el dolor como lo hizo Jimmy, quien llegó al Santuario tras una intensa lucha legal contra el zoo donde vivía hacinado cerca de Rio, y ejerce ahora de ejemplar padre adoptivo de Sofía, Sara y Suzi.

 "Estos animales fueron abusados y maltratados en circos, zoológicos o confiscados por traficantes que los comercializaron.Precisan de un local donde ser tratados decentemente, sin visitas públicas. Y el único lugar así en América Latina es este", afirma  Pedro Ynterian, dueño del Santuario.

   Por Rosa SULLEIRO

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