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Laberintos humanos. Pialando aviones

Miércoles, 09 de agosto de 2017 19:47

Nunca había pisado esas calles últimas del barrio, ni había escuchado decir que en vez de acequias había trincheras y los niños pialaban aviones para robarles misiles. Ese es el futuro de la patria, sentenció el vecino sin dejarme saber si lo elogiaba o repudiaba.

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Nunca había pisado esas calles últimas del barrio, ni había escuchado decir que en vez de acequias había trincheras y los niños pialaban aviones para robarles misiles. Ese es el futuro de la patria, sentenció el vecino sin dejarme saber si lo elogiaba o repudiaba.

Pero el hecho de que el helicóptero huyera no fue el final del combate, porque empezaron a llover otros misiles arruinando la transitabilidad de la calle, por lo que corrí junto a mi vecino hacia unos molles justo en el momento en el que una bomba enorme caía sobre la chapa del techo de su casa, destruyéndola.

Mi circunstancial compañero de carrera miraba absorto su ex vivienda, que ya era tan cimiento como los que dejaron los ancestros en los antigales, sacó una petaca del bolsillo, bebió un trago y aseguró debía apurarse a conseguir ayuda para reconstruir su vivienda. ¿Y quién lo va a ayudar?, le pregunté cuando el hombre sacó un volante del bolsillo, discó el número que allí se promocionaba y habló, desde su celular, con el candidato de la foto.

Pero mientras discutía los pormenores de la ayuda vimos caer otras dos bombas a pocos metros, y ya nada parecía ser seguro, salvo por esa mujer que volvía del mercado con la bolsa llena de verduras. Quise advertirle que era mejor que se escondiera, pero mi vecino pensó que lo mejor era imitarla y andar despreocupado, capaz que así no corríamos peligro.

Y nos fuimos tras ella, quien a los pocos pasos se volvió sonriente y me pareció adivinar que hace muchos años que nadie sigue los pasos de esa mujer.