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Los hombres de la guerra. Jujeños en las Malvinas

"Malvinas en primera persona"  los recuerdos necesarios recopilados.
Miércoles, 13 de septiembre de 2017 00:00

No terminaba aún el conflicto armado cuando Rodolfo Fogwil, en su novela "Los Pichy-cyegos", ponía en boca de uno de sus personajes que "en medio de la guerra no había tiempo ni tampoco lugar donde buscar palabras mejores para explicar las cosas". La situación debía ser digerida, personal y colectivamente, para empezar a decirse, y sobre la participación de los comprovincianos que combatieron en las islas, descontando relatos parciales, recién con "Malvinas en primera persona" se empieza a pensar en un relato abarcador.

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No terminaba aún el conflicto armado cuando Rodolfo Fogwil, en su novela "Los Pichy-cyegos", ponía en boca de uno de sus personajes que "en medio de la guerra no había tiempo ni tampoco lugar donde buscar palabras mejores para explicar las cosas". La situación debía ser digerida, personal y colectivamente, para empezar a decirse, y sobre la participación de los comprovincianos que combatieron en las islas, descontando relatos parciales, recién con "Malvinas en primera persona" se empieza a pensar en un relato abarcador.

Quien escribe esta nota pertenece a la clase 63, como tantos de aquellos que brindan su testimonio en las páginas del libro. Para la generación de mi hijo, que hoy tiene la misma edad de los conscriptos del 1982, la gesta de Malvinas es un hecho lejano, histórico. Para los ex combatientes son recuerdos traumáticos que, en algunos casos, acaso menos de los que podamos creer, recién empiezan a cicatrizar.

Para los jóvenes jujeños que lo lean, en primer lugar, será una buena ocasión para reconocer escuelas y parajes de nuestra provincia donde vivieron y estudiaron aquellos que participaron de la guerra. Es, entonces, un buen catálogo para empezar a homenajearlos allá donde aún no se los reconoce. Saber que tal soldado de Malvinas pasó por las mismas aulas no es una de las funciones menores que tiene el libro.

Desde lo literario, el libro tiene un esquema espiralado. Laura Ballatore edita las entrevistas con pocas intervenciones de su voz propia, y no arma un solo relato de tanta gente, con destinos previsiblemente distintos que se vieron cruzados en una experiencia que los marcaría de por vida, sino que respeta de cada uno la intimidad del recuerdo personal. Pero el recuerdo personal es un relato colectivo, y por ello el espiral que vuelve, una y otra vez, a pasar por el mismo sitio.

El libro parece tener la estructura de un mantra que se repite con muy pocas variantes, pero todos son rostros distintos. Cada estrofa comienza con la infancia, se sigue con la convocatoria a las filas o la elección de la carrera militar, se continúa con la salida al mar o la llegada a las islas, con los combates, los bombardeos, el cese al fuego, la prisión de guerra y el regreso, cuando la sociedad parecía darles la espalda. Llama la atención, por ejemplo, que ninguna de las hijas de los que dan su testimonio lleve el nombre de Malvina, que sin embargo se repite entre tantas nacidas en 1982. Llama la atención el origen muy humilde de la mayor parte de los conscriptos, como si el peso de la guerra cayera sobre las espaldas del más pobre. Llama la atención, pero no sorprende, el recuerdo respetuoso que todos ellos tienen por los caídos.

Para muchos lectores, las escenas de bombardeos, de barcos hundidos, de aviones volando a ras del mar, de hambre, cuerpos mutilados y frío atroz, serán irreconocibles como propias. No siempre tomamos conciencia que aquello fue una guerra como las que solemos ver en las películas del género. Para otros, los mayores, tendrá la forma de aquello de lo que muchos no quisimos enterarnos.

Entre otros párrafos podemos rescatar algunos que, en su sobriedad, lo dicen todo: "soy un ciudadano que recibió su cedula de notificación, se incorporó, sirvió a la Patria, hizo lo que pudo, todo lo que le mandaron hacer, volvió y trabajó para reinsertarse en la sociedad", "uno se acostumbra a vivir con el miedo, lo supera en parte porque ya está jugado, no hay vuelta que darle", "estuve cara a cara con la muerte, pero en el medio estaba Dios. He visto y me pasaron cosas increíbles. La guerra es el peor lugar donde puede estar una persona."

Esta descripción complementa la escena, cuando un ex combatiente jujeño escribió en su diario: "1§ de Mayo del 82, 07:00 hs. Escuchamos el ruido de motor de los aviones, una bomba cayó a 300 metros de nuestra posición, haciendo un cráter de 50 metros de diámetro…", y otro agrega: "nadie se imaginaba al monstruo con el que nos íbamos a enfrentar."

Otro concluye que "el que dice que no sintió miedo, miente", y en la retina de la imaginación nos queda su mirada más allá de la entrevistadora, su voz resguardada en el grabador y luego la soledad de la escritora transcribiéndolo para que no dejemos de pensar en el tema, pensar que la Patria es un valor y que los pueblos que no relatan su historia se condenan a sí mismos.

 

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