Con 162 obras dirigidas, 648 funciones entre estrenos y reposiciones y 124 libros escritos que fueron llevados al escenario, nadie puede decir que Claudia Mendía no hizo camino en el teatro.
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Con 162 obras dirigidas, 648 funciones entre estrenos y reposiciones y 124 libros escritos que fueron llevados al escenario, nadie puede decir que Claudia Mendía no hizo camino en el teatro.
Desde 1988, esta salteña conoce de “las tablas” como pocos y cultivó una particular mirada sobre el significado de la actuación.
La base, en su concepto de vida, es el trabajo social, profesión (Asistente Social) que ocupa gran parte de sus días, y en ese contexto se sitúa el teatro que, para ella tiene ese mismo sentido.
“Amo mi lugar, lo que hice y hago. Pasé estos últimos 25 años construyendo esto y cuando me preguntan cuándo comenzó, respondo que está en cada uno de nosotros desde que nacemos. Y aún más, cada día actuamos para avanzar y conseguir lo que nos proponemos”, le dice a El Tribuno.
Mendía profundiza esa idea y asegura que “nos convertimos en grandes actores para defendernos en la vida, descubrir nuestro lugar y saber quiénes somos y adónde vamos”.
Su mirada del teatro va totalmente ligada a la de la vida y considera que cada uno de nosotros “actuamos” cuando cumplimos los diferentes roles que a diario debemos “representar”: de padres, de hijos, de trabajador, de pareja...
“Creo que el escenario de la vida es absolutamente exigente y nadie nos dice cuándo hay que bajar el telón. Y esta exigencia muchas veces nos lleva a sobrevivir con dolor: el amor duele, las despedidas duelen, la muerte duele. Nos pasamos cada día tratando de crear la mejor versión de nosotros mismos y, en el fondo, estamos actuando”, dice.
Desde el escenario
Claudia considera que, paradójicamente, en el teatro nos sacamos las máscaras y somos realmente nosotros mismos.
“Como vivir es el mayor placer que tenemos y en la vida actuamos a cada segundo, hacerlo en un escenario no es ni debe ser difícil. Hay chicos de 20 años o jubilados de más de 70 que sorprenden por su energía actoral. Pero en todo hay un método, y como soy discípula de Stanislavski, enseño a trabajar con una guía evitando las improvisaciones”, dice.
Cabe hacer un paréntesis para explicar que Konstantín Serguéievich Alekséyev fue un actor, director escénico y pedagogo teatral, que nació en Moscú el 5 de enero de 1863 y murió en la misma ciudad en 1938, creador del método interpretativo que lleva su nombre.
Entrenamiento actoral
Claudia Mendía, a través de su taller Sensaciones, trabaja particularmente con jóvenes y sustenta que “actuar es expresar lo que uno piensa y siente y en un escenario trasladamos lo que piensa y siente el personaje que nos toca interpretar”.
Y ahonda en su teoría al señalar que “no es necesario inventar el personaje porque en realidad los tenemos a todos y, por lo tanto, podemos representar a un loco, a una prostituta, un sacerdote, un ladrón. En solo un instante cada uno podemos cambiar la vida, aunque lo cultural nos imponga un deber ser y nos reprima”.
Y bajo ese paraguas de ideas, Claudia reafirma que el teatro es totalmente liberador. “Subir al escenario te envuelve de una adrenalina surgida del placer por poder decir y hacer. Desde ese lugar no es difícil”, dice. No obstante, pone el acento en los primeros pasos, donde el aprendizaje actoral cuesta hasta que cada uno descubre que puede expresarse sin temor, aspecto que trabajamos mucho con los niños y adolescentes.
Claudia insiste en que todos somos un gran personaje en la vida y asegura que los cambios se producen a partir de uno mismo y del convencimiento sobre las cosas.
Con un sistema a grosso modo de porcentajes, para la directora teatral “un 30% se trae en los genes, un 40% es el entrenamiento, esfuerzo y trabajo y el resto es responsabilidad y compromiso. Si alguno de estos valores falta, es muy difícil llegar a ser un actor profesional. En mi experiencia, he trabajado con chicos talentosos, con facilidad de expresión y movimiento corporal excelente, virtudes esenciales en esta actividad, pero en algunos casos les faltó trabajo y responsabilidad. En consecuencia, lo innato no es suficiente, no les alcanza para crecer. Y así muchos dejan de hacer teatro. Otros actores, con mucho training, no incorporan innovaciones, y pasan años con una misma obra o una misma técnica, lo que también termina aburriendo”.
Nuevos tiempos y más teatro
Para Claudia, la época de la individualidad del ser humano está dejando lugar a otras expectativas, en un proceso propio de los movimientos históricos. “Creo que hay un cambio de era en un universo perfecto que nos brinda lo mejor, pero en cada uno está la libertad y la decisión de cómo queremos vivir cada día. A los chicos les enseño que no importa cuándo morimos, sino cuánto vivimos. Y en este espacio considero que nos debemos situar y disfrutar. El teatro es para disfrutar, ya sea desde el escenario o desde la butaca. Hay un crecimiento extraordinario de la actividad teatral, con mucho de actividad independiente, apostando a expresarse cada vez con mayor libertad”.
Y sobre ese aspecto apunta a los libros con historias para ser llevadas al escenario “El teatro te da la posibilidad de reinventarte permanentemente. En mi caso no me inclino a realizar adaptaciones, sino a escribir mis propios guiones. Con creaciones grupales de improvisación voy elaborando las obras. Amo a Molière o Shakespeare, pero llevar una obra de esa naturaleza a escena es dificultoso desde lo económico y desde los trámites burocráticos que hay que cumplir”.
Al final de la extensa charla, preguntamos a Claudia sobre sus actores predilectos. Y sin dudar dijo que “la primera y más importante, a la que admiré y sigo haciéndolo, fue mi abuela, una gran artista que siempre me transmitió su amor a la vida. La segunda es cualquier mujer que, además de madre, sale a trabajar cada día para sostener su hogar. Y mis mayores premios los tengo en mis alumnos y sus logros”.