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Las deudas pendientes de una oposición testimonial

Domingo, 22 de septiembre de 2013 03:08

 

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La radicalizada división entre amigo y enemigo en la que se reparte hace una década la política argentina no es responsabilidad excluyente del Gobierno. Los partidos de la oposición contribuyeron directamente a la propagación de ese fenómeno, ya que nunca -ni siquiera en períodos electorales- lograron presentarle a la sociedad un proyecto alternativo que los distinga nítidamente entre sí. Esa indefinición opositora, ayudada por un discurso kirchnerista algo intolerante, partió absurdamente el escenario en dos: los que apoyan todo y los que no apoyan nada. 
Solo en ese contexto puede explicarse la irrupción victoriosa del difuso Sergio Massa, quien cinco minutos antes del cierre de listas era kirchnerista, negociaba lugares en las listas con Daniel Scioli y cerraba acuerdos electorales con Mauricio Macri. Pese a esa ensalada ideológica, el intendente de Tigre seguramente superará el 40% de los votos en un mes, quedando así muy bien posicionado para pelear la presidencia sin que se conozca el fondo de su pensamiento. De Massa solo se sabe que le gusta quedar bien con Dios y con el diablo, no mucho más.
Más allá de sus orígenes, ¿en qué se diferencian hoy el peronismo disidente y la UCR? ¿Qué pensamientos de fondo separan al PRO del massismo? ¿Cuál es la principal idea fuerza del socialismo si llega al poder? La oposición conjunta que esos sectores vienen llevando adelante en materia económica, política y social le permitió a los desencantados con el kirchnerismo tener varias opciones de representación, pero aún se desconoce el grado de fidelidad que ese electorado puede llegar a tener más allá de octubre.
Hoy puede ser Massa, mañana Hermes Binner, pasado Daniel Scioli y luego otra vez el kirchnerismo. La gente busca estabilidad económica y ascenso social, algo que el oficialismo supo brindarle en la mayor parte de la última década. El avance de la inflación, a la que el Gobierno nunca le encontró la vuelta, amenaza con llevarse puesto una importante porción de ese atributo, y por eso la sociedad empieza a mirar a otras opciones, sin reparar en que ninguna de ellas le diga con claridad cómo piensa revertir ese problema.
Sin reelección posible, los reagrupamientos opositores para 2015 -y algunos oficialistas- parecen repetir la misma impronta que le cuestionan a Cristina: los liderazgos personales vuelven a estar por sobre los armados colectivos y las definiciones concretas vuelven a dejarle espacio a los discursos mediáticos. El relato que se le adjudica al Gobierno también tiene su pata en la vereda de enfrente. ¿Cómo se explica entonces que Massa se niegue a debatir con otros candidatos cuando le critica al Gobierno que no sabe escuchar? En el fondo, la cuestión parece sencilla: el tigrense viene del mismo peronismo que Cristina y es tan pragmático como ella.
Al igual que la mandataria, Massa hará solo lo que le convenga electoralmente, no lo que quede mejor ante los ojos de la opinión pública. Allí también existe un doble discurso del kirchnerismo, ya que la Presidenta nunca se sometió a un evento de esas características y ahora que está perdiendo en el distrito más poblado lo reclama con insistencia.

La falta de debate interno

Del oficialismo se sabe que casi no acepta debate interno, que el consumo es el pilar de su programa económico y que prefiere un mayor crecimiento que una menor inflación. También que basa su construcción de poder en la confrontación con otros sectores de la sociedad, que su política exterior gira más en torno a la región que a los Estados Unidos y que en materia de seguridad está en pleno redescubrimiento de su propuesta. Algunos de esos conceptos pueden haber quedado desactualizados con el paso del tiempo, pero nadie dirá que la génesis del pensamiento kirchnerista no es esa. ¿Qué se sabe del otro lado? Difícil de responder. ¿Los radicales proponen bajar el gasto público para combatir la inflación? Nunca terminó de quedar claro. ¿Y el PRO qué quiere hacer, ya que aumentó las tarifas del subte y del ABL en porcentajes mucho mayores a la inflación de los privados? Tampoco queda claro. Repudiar esta suba de precios descontrolada es una obligación indelegable de la oposición para marcarle la cancha al oficialismo, pero también proponer alguna alternativa viable para resolver los problemas. Ese último punto, más allá de la crítica fácil, todavía no aparece entre las prioridades de los futuros presidenciables.

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