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20 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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Jael, de 10 años, sueña con operarse y volver a vivir

Martes, 17 de noviembre de 2015 01:30
Jael Quipildor tiene 10 años, vive en San Antonio de los Cobres y su vida está detenida desde el pasado 12 de abril cuando por accidente le dio un trago a un preparado de soda cáustica, una sustancia muy corrosiva, que le dejó cerrado por completo el esófago. La estenosis esofágica no le permite probar ni un bocado. Hace siete meses que no puede tragar saliva porque se ahoga, así que tiene en su mano una botellita donde escupe cada minuto.
Su mamá, Verónica Mamaní, no para de sollozar. Siente una culpa arrasadora que la hace hablar para adentro y también llorar para adentro: "Quisiera que Dios me saque la garganta y se la dé a ella, que me saque la vida para ella. Yo me siento a comer y solo pienso que Jael no puede comer nada y no lo soporto".
De aquel 12 de abril trágico recuerda: "Había traído soda cáustica de mi trabajo a la casa para destrancar unas cañerías y Jael pensó que era leche y tomó un trago de la botella. Escupió pero lo poco que pasó le lastimó el esófago al punto de dejarlo cerrado. Ella no puede tragar ni la saliva, así que la escupe todo el tiempo en un frasquito y por la noche yo la controlo para que no se ahogue cuando duerme".
A esta altura todos quisiéramos hacer algo por mejorar la calidad de vida de Jael. Su médico cirujano, Federico Mangione, contiene mucho a esta mamá desesperada y a la niña. "El médico es muy bueno, siempre está presente cuando lo necesitamos, lo llamo y me tranquiliza, me dice qué hacer. A mi hija le dijo: "Confiá en mí, yo te voy a sacar adelante".
En estos siete meses, a Jael la operaron dos veces. Tiene una yeyunostomía que le permite alimentarse por sonda con una leche especial. Cada sachet cuesta 375 pesos y necesita 60 sachets por mes. Verónica los compra a través de un presupuesto que presenta cada mes a su obra social, el IPSS, y esta lo remite a Buenos Aires. "Me reconocen el 70 por ciento así que yo tengo un gasto mensual de 4.000 pesos solo en leche, además de las gasas, las jeringas de 20 y 60 ml, que no se consiguen".
Con internación domiciliaria desde abril, Jael tiene que estar cada día de su vida alimentándose durante 10 horas por sonda. "Se cansa y a veces se desvanece", cuenta su mamá con tremenda angustia.

Necesita una chance para curarse
"Tengo esperanzas. Necesito que me ayuden para que operen a mi hija". "Tengo esperanzas. Necesito que me ayuden para que operen a mi hija".
Lo que queda como esperanza de recuperación para esta niña que no puede ir a la escuela y extraña a sus amigos y los juegos es una delicada operación que le daría altas probabilidades de regenerar su esófago. "Estuve en el Materno Infantil de Salta pero me dijeron que no había cama para la terapia intensiva y por eso no la operaron. El doctor Mangione optó entonces por operarla en una clínica privada pero no puedo asumir los costos, porque aunque tengo IPSS, me piden 60 mil pesos. Debe ser porque no tengo coseguro, pero no hay posibilidades de que yo tenga esa plata porque soy pobre", dijo con pesar la mamá.
Agregó: "Vivo en una pieza en la casa de mi suegro, y el doctor me dijo que después de la operación debe estar en un lugar muy apto para que se recupere y no lo tengo. Por eso pido que me den un lugar y que el intendente me ayude con los gastos de la leche y otros insumos descartables".

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Jael Quipildor tiene 10 años, vive en San Antonio de los Cobres y su vida está detenida desde el pasado 12 de abril cuando por accidente le dio un trago a un preparado de soda cáustica, una sustancia muy corrosiva, que le dejó cerrado por completo el esófago. La estenosis esofágica no le permite probar ni un bocado. Hace siete meses que no puede tragar saliva porque se ahoga, así que tiene en su mano una botellita donde escupe cada minuto.
Su mamá, Verónica Mamaní, no para de sollozar. Siente una culpa arrasadora que la hace hablar para adentro y también llorar para adentro: "Quisiera que Dios me saque la garganta y se la dé a ella, que me saque la vida para ella. Yo me siento a comer y solo pienso que Jael no puede comer nada y no lo soporto".
De aquel 12 de abril trágico recuerda: "Había traído soda cáustica de mi trabajo a la casa para destrancar unas cañerías y Jael pensó que era leche y tomó un trago de la botella. Escupió pero lo poco que pasó le lastimó el esófago al punto de dejarlo cerrado. Ella no puede tragar ni la saliva, así que la escupe todo el tiempo en un frasquito y por la noche yo la controlo para que no se ahogue cuando duerme".
A esta altura todos quisiéramos hacer algo por mejorar la calidad de vida de Jael. Su médico cirujano, Federico Mangione, contiene mucho a esta mamá desesperada y a la niña. "El médico es muy bueno, siempre está presente cuando lo necesitamos, lo llamo y me tranquiliza, me dice qué hacer. A mi hija le dijo: "Confiá en mí, yo te voy a sacar adelante".
En estos siete meses, a Jael la operaron dos veces. Tiene una yeyunostomía que le permite alimentarse por sonda con una leche especial. Cada sachet cuesta 375 pesos y necesita 60 sachets por mes. Verónica los compra a través de un presupuesto que presenta cada mes a su obra social, el IPSS, y esta lo remite a Buenos Aires. "Me reconocen el 70 por ciento así que yo tengo un gasto mensual de 4.000 pesos solo en leche, además de las gasas, las jeringas de 20 y 60 ml, que no se consiguen".
Con internación domiciliaria desde abril, Jael tiene que estar cada día de su vida alimentándose durante 10 horas por sonda. "Se cansa y a veces se desvanece", cuenta su mamá con tremenda angustia.

Necesita una chance para curarse
"Tengo esperanzas. Necesito que me ayuden para que operen a mi hija". "Tengo esperanzas. Necesito que me ayuden para que operen a mi hija".
Lo que queda como esperanza de recuperación para esta niña que no puede ir a la escuela y extraña a sus amigos y los juegos es una delicada operación que le daría altas probabilidades de regenerar su esófago. "Estuve en el Materno Infantil de Salta pero me dijeron que no había cama para la terapia intensiva y por eso no la operaron. El doctor Mangione optó entonces por operarla en una clínica privada pero no puedo asumir los costos, porque aunque tengo IPSS, me piden 60 mil pesos. Debe ser porque no tengo coseguro, pero no hay posibilidades de que yo tenga esa plata porque soy pobre", dijo con pesar la mamá.
Agregó: "Vivo en una pieza en la casa de mi suegro, y el doctor me dijo que después de la operación debe estar en un lugar muy apto para que se recupere y no lo tengo. Por eso pido que me den un lugar y que el intendente me ayude con los gastos de la leche y otros insumos descartables".

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