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20 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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La Casa de Leguizamón huele a abandono otra vez

Sabado, 04 de abril de 2015 00:30
Varias veces, en la última década, los salteños habrán dicho al pasar por la esquina de Caseros y La Florida "si don Juan Galo Leguizamón la viera", en referencia a la imponente casona que construyó en el centro de la Salta postcolonial, entre 1806 y 1810. Primero por su lamentable estado de abandono con un increíble mobiliario en la planta alta y, abajo, con una heladería, una boutique y un cyber. Más tarde, ya cayendo sus techos y paredes, por los casi tres años de estar apuntalada con una tosca pasarela de madera a su alrededor, a la que todos se fueron acostumbrando. El 8 de septiembre de 2013, un año y medio atrás, con la boca entreabierta, los salteños recibieron la invitación a ver este monumento histórico con su fachada restaurada y su estructura consolidada y reforzada, merced a una inversión de $2.883.965.
A 18 meses de ese momento, no solo se está cayendo el revoque de la fachada, pintado de siena oscuro, sino que aún se espera que la segunda etapa de habilitación del museo se licite y se ejecute.
La Casa de Leguizamón fue declarada Museo Nacional en 1979. En 2007 la Nación la expropió para entregarla a la Provincia en 2008 y fue ahí que comenzaron a observar la inestabilidad del edificio. Luego de casi tres años, en enero de 2011 iniciaron las obras de recuperación bajo la tutela del Ministerio de Cultura y Turismo, hasta septiembre de 2013 cuando se abrió la fachada.

Historia viva
Juan Galo Leguizamón era un próspero comerciante salteño que construyó su casa con gusto francés entre 1806 y 1810. En el salón principal, los techos pintados a mano enmarcaban las reuniones de la aristocracia salteña que compartía bailes y tertulias al son de un piano que aún se conserva intacto. En los enormes espejos biselados de la sala, alguna vez se reflejó la imagen del general cordobés José María Paz bailando, como también los muros guardarán para siempre los últimos recuerdos del general Juan Lavalle, quien tocó allí el clavicordio antes de partir a Jujuy, donde fue asesinado en 1841.
Doscientos años después, toda la opulencia de esta casona colonial se vio penosamente sostenida por decenas de puntales de madera durante unos tres años. Las obras se hicieron y costaron casi 3 millones de pesos, por lo que cuesta asumir que se desmoronen en un año y medio.
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Varias veces, en la última década, los salteños habrán dicho al pasar por la esquina de Caseros y La Florida "si don Juan Galo Leguizamón la viera", en referencia a la imponente casona que construyó en el centro de la Salta postcolonial, entre 1806 y 1810. Primero por su lamentable estado de abandono con un increíble mobiliario en la planta alta y, abajo, con una heladería, una boutique y un cyber. Más tarde, ya cayendo sus techos y paredes, por los casi tres años de estar apuntalada con una tosca pasarela de madera a su alrededor, a la que todos se fueron acostumbrando. El 8 de septiembre de 2013, un año y medio atrás, con la boca entreabierta, los salteños recibieron la invitación a ver este monumento histórico con su fachada restaurada y su estructura consolidada y reforzada, merced a una inversión de $2.883.965.
A 18 meses de ese momento, no solo se está cayendo el revoque de la fachada, pintado de siena oscuro, sino que aún se espera que la segunda etapa de habilitación del museo se licite y se ejecute.
La Casa de Leguizamón fue declarada Museo Nacional en 1979. En 2007 la Nación la expropió para entregarla a la Provincia en 2008 y fue ahí que comenzaron a observar la inestabilidad del edificio. Luego de casi tres años, en enero de 2011 iniciaron las obras de recuperación bajo la tutela del Ministerio de Cultura y Turismo, hasta septiembre de 2013 cuando se abrió la fachada.

Historia viva
Juan Galo Leguizamón era un próspero comerciante salteño que construyó su casa con gusto francés entre 1806 y 1810. En el salón principal, los techos pintados a mano enmarcaban las reuniones de la aristocracia salteña que compartía bailes y tertulias al son de un piano que aún se conserva intacto. En los enormes espejos biselados de la sala, alguna vez se reflejó la imagen del general cordobés José María Paz bailando, como también los muros guardarán para siempre los últimos recuerdos del general Juan Lavalle, quien tocó allí el clavicordio antes de partir a Jujuy, donde fue asesinado en 1841.
Doscientos años después, toda la opulencia de esta casona colonial se vio penosamente sostenida por decenas de puntales de madera durante unos tres años. Las obras se hicieron y costaron casi 3 millones de pesos, por lo que cuesta asumir que se desmoronen en un año y medio.
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