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El ruido y la furia de Trump

Martes, 15 de agosto de 2017 00:00

El presidente de EEUU, Donald Trump, se trenza con el líder de Corea del Norte, Kim Jong-un, en una escalada verbal sin precedente mientras sus generales intentan apagar el incendio en la Casa Blanca. Al respecto opinó Jorge Elías, periodista, director del portal de información y análisis internacional El Ínterin, y columnista en la Televisión Pública Argentina. William Faulkner escribió "El ruido y la furia". Tomó el título de la tragedia "Macbeth", de su tocayo Shakespeare: "La vida no es más que una sombra... Una historia narrada por un necio, llena de ruido y furia, que nada significa". Nada significan el ruido y la furia sin una dosis de fuego, según Donald Trump. Le prometió a Kim Jong-un, líder de Corea del Norte, "una furia y un fuego jamás vistos en el mundo" si insiste en realizar pruebas nucleares. Kim amenaza lanzar misiles contra las dos bases militares de los EEUU en la remota isla de Guam, en el Pacífico. Una quimera de imprevisibles consecuencias. En realidad, Trump no necesita ir tan lejos para alardear con el ruido, la furia y el fuego. Estrenó una era. La de las pugnas múltiples con el Congreso, inclusive con los republicanos; el fiscal general del Estado, Jeff Sessions; los medios de comunicación, los periodistas, los jueces, los gobernadores y, créase o no, hasta los boy scouts. Nunca un presidente norteamericano se ha peleado con tantos al mismo tiempo. Contra las "noticias falsas" del "fracasado New York Times" creó el programa de televisión Real News (noticias verdaderas). Un dechado de elogios a su gobierno con música patriótica de fondo. Pura propaganda desde la Torre Trump, de Nueva York. En la Casa Blanca, mientras tanto, reina el caos. El constante reemplazo de colaboradores responde a la premisa de crear empleo bajo el influjo del lema América first, alegan a su alrededor. Una forma de quedar bien con los grupos evangélicos y de desviar la atención de la injerencia de Rusia en las presidenciales de 2016. La trama rusa causó la primera baja del gobierno de Trump. La de Michael Flynn, consejero de Seguridad Nacional durante 24 días. Menos tiempo, apenas una semana, subsistió Anthony Scaramucci como director de comunicación de la Casa Blanca. Lo vetó el general John Kelly, jefe de gabinete en reemplazo de Reince Priebus. Scaramucci había insultado a Priebus y al jefe de estrategia de la Casa Blanca, Steve Bannon, en una entrevista publicada por la revista The New Yorker. Desde el 20 de enero, piedra de toque de Trump, una decena de altos cargos del gobierno, así como el director del FBI, James Comey, han sido despedidos o empujados a renunciar. El temor a las filtraciones de la prensa llevó a Trump a tomar esas decisiones, así como a amenazar a los empleados con revisiones de teléfonos y detectores de mentiras. La buena relación que iban a tener, más allá de que Rusia en su versión actual, soviética o zarista siempre haya sido motivo de desconfianza para los norteamericanos, descarriló en las sanciones que le aplicó el Congreso a raíz de por su injerencia en las elecciones, así como por su actividad militar en el este de Ucrania y por la anexión de Crimea en 2014. La ley restringe el poder de veto de Trump en este caso. En respuesta, el Kremlin hizo volver a casa a 755 miembros de su personal diplomático. En el atolladero con Rusia está implicada la familia de Trump. Un asunto tan opaco como el manejo de su fortuna personal. Los republicanos, con las elecciones de medio término de 2018 a la vuelta de la esquina, no quieren quedar pegados a un presidente que sienten desleal. Controlan ambas cámaras del Congreso, no la agenda de la Casa Blanca. Trump, de inspiración populista, no está dispuesto a bajar los decibeles ni las ínfulas. El día de su asunción, The Washington Post publicó un artículo con un título sugestivo: "La campaña por el impeachment ha comenzado".

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El presidente de EEUU, Donald Trump, se trenza con el líder de Corea del Norte, Kim Jong-un, en una escalada verbal sin precedente mientras sus generales intentan apagar el incendio en la Casa Blanca. Al respecto opinó Jorge Elías, periodista, director del portal de información y análisis internacional El Ínterin, y columnista en la Televisión Pública Argentina. William Faulkner escribió "El ruido y la furia". Tomó el título de la tragedia "Macbeth", de su tocayo Shakespeare: "La vida no es más que una sombra... Una historia narrada por un necio, llena de ruido y furia, que nada significa". Nada significan el ruido y la furia sin una dosis de fuego, según Donald Trump. Le prometió a Kim Jong-un, líder de Corea del Norte, "una furia y un fuego jamás vistos en el mundo" si insiste en realizar pruebas nucleares. Kim amenaza lanzar misiles contra las dos bases militares de los EEUU en la remota isla de Guam, en el Pacífico. Una quimera de imprevisibles consecuencias. En realidad, Trump no necesita ir tan lejos para alardear con el ruido, la furia y el fuego. Estrenó una era. La de las pugnas múltiples con el Congreso, inclusive con los republicanos; el fiscal general del Estado, Jeff Sessions; los medios de comunicación, los periodistas, los jueces, los gobernadores y, créase o no, hasta los boy scouts. Nunca un presidente norteamericano se ha peleado con tantos al mismo tiempo. Contra las "noticias falsas" del "fracasado New York Times" creó el programa de televisión Real News (noticias verdaderas). Un dechado de elogios a su gobierno con música patriótica de fondo. Pura propaganda desde la Torre Trump, de Nueva York. En la Casa Blanca, mientras tanto, reina el caos. El constante reemplazo de colaboradores responde a la premisa de crear empleo bajo el influjo del lema América first, alegan a su alrededor. Una forma de quedar bien con los grupos evangélicos y de desviar la atención de la injerencia de Rusia en las presidenciales de 2016. La trama rusa causó la primera baja del gobierno de Trump. La de Michael Flynn, consejero de Seguridad Nacional durante 24 días. Menos tiempo, apenas una semana, subsistió Anthony Scaramucci como director de comunicación de la Casa Blanca. Lo vetó el general John Kelly, jefe de gabinete en reemplazo de Reince Priebus. Scaramucci había insultado a Priebus y al jefe de estrategia de la Casa Blanca, Steve Bannon, en una entrevista publicada por la revista The New Yorker. Desde el 20 de enero, piedra de toque de Trump, una decena de altos cargos del gobierno, así como el director del FBI, James Comey, han sido despedidos o empujados a renunciar. El temor a las filtraciones de la prensa llevó a Trump a tomar esas decisiones, así como a amenazar a los empleados con revisiones de teléfonos y detectores de mentiras. La buena relación que iban a tener, más allá de que Rusia en su versión actual, soviética o zarista siempre haya sido motivo de desconfianza para los norteamericanos, descarriló en las sanciones que le aplicó el Congreso a raíz de por su injerencia en las elecciones, así como por su actividad militar en el este de Ucrania y por la anexión de Crimea en 2014. La ley restringe el poder de veto de Trump en este caso. En respuesta, el Kremlin hizo volver a casa a 755 miembros de su personal diplomático. En el atolladero con Rusia está implicada la familia de Trump. Un asunto tan opaco como el manejo de su fortuna personal. Los republicanos, con las elecciones de medio término de 2018 a la vuelta de la esquina, no quieren quedar pegados a un presidente que sienten desleal. Controlan ambas cámaras del Congreso, no la agenda de la Casa Blanca. Trump, de inspiración populista, no está dispuesto a bajar los decibeles ni las ínfulas. El día de su asunción, The Washington Post publicó un artículo con un título sugestivo: "La campaña por el impeachment ha comenzado".

 

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