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20 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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Un fallo contra el abuso de poder

Jueves, 10 de noviembre de 2022 02:59

El fallo de la Corte Suprema de Justicia que conmovió al cristinismo y fue celebrado por Juntos por el Cambio es un mensaje directo a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, pero condena en los hechos una práctica tramposa característica de la política clientelística: la acumulación ilícita de poder. De ese modo, contiene un mensaje más amplio porque el clientelismo está generalizado y todos los gobernadores e intendentes deberían prestar atención a la maniobra impugnada y a los fundamentos de la impugnación, para tratar de evitarlas en adelante.

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El fallo de la Corte Suprema de Justicia que conmovió al cristinismo y fue celebrado por Juntos por el Cambio es un mensaje directo a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, pero condena en los hechos una práctica tramposa característica de la política clientelística: la acumulación ilícita de poder. De ese modo, contiene un mensaje más amplio porque el clientelismo está generalizado y todos los gobernadores e intendentes deberían prestar atención a la maniobra impugnada y a los fundamentos de la impugnación, para tratar de evitarlas en adelante.

La trampa que le atribuye la Corte fue bastante visible. El 16 de diciembre del año pasado el máximo tribunal declaró inconstitucional una ley promovida en 2006 por la entonces senadora Kirchner para reducir el número de miembros del Consejo de la Magistratura de 20, como se había establecido en 1998, a solamente 13. De ese modo, los representantes del sector político quedaron con más peso que los de magistrados, académicos y letrados. En 2006 se politizó mucho más el órgano que selecciona, evalúa y sanciona a los jueces.

Con el fallo de diciembre, que tuvo el voto unánime de los cuatro jueces de la Corte, volvió a tener vigencia la ley de 1998. El oficialismo del Senado se negaba a designar a sus nuevos representantes por la minoría en el Consejo porque desconocía el fallo. Y porque estaba obligado a elegir a un miembro de la segunda minoría, es decir, del bloque del PRO, con nueve miembros, que había nominado a Luis Juez. Vencido el plazo de 120 días, el 18 de abril, el Frente de Todos se dividió en dos bloques: el Frente Nacional y Popular (21 senadores) y Unidad Ciudadana (14 integrantes). El 20 de abril, Cristina designó por decreto a Claudio Doñate y a Guillermo Snopek (suplente).

La ley prevé un senador por la primera minoría y otro por la segunda; con esa trampa la primera minoría se quedó con los dos lugares y ahora deberá decidir el Consejo de la Magistratura presidido por el titular de la Corte, Horacio Rosatti.

Ahora podría haber un conflicto de poderes, siempre y cuando los distintos segmentos del peronismo apoyaran disciplinadamente a la vicepresidenta. Hoy ese apoyo se reduce a La Cámpora.

Los tiempos han cambiado. El sueño del presidente Alberto Fernández que al principio de su mandato "extrañaba a Lula, a Hugo Chávez y a Néstor" parecía haberse cumplido con las elecciones de Chile, Colombia, Perú y Bolivia. Y, sobre todo, con el pírrico triunfo de Lula sobre Jair Bolsonaro. Pero Lula ya no es Lula, sino un dirigente moderado que busca el camino del centro. Y Gustavo Petro, Gabriel Boric, y especialmente el peruano Pedro Castillo parecen resucitar ese sueño bolivariano. Los abrazos de Fernández con Lula y luego con Evo Morales, que ya no preside Bolivia, son esfuerzos por aferrarse a íconos de un pasado agotado. Y fracasado.

Pero Cristina Kirchner tampoco es Néstor, ni es la misma de 2007. Ya son muchas las derrotas cosechadas y muy notorios los traspiés de los últimos días.

El 27 de febrero de 2012, cinco días después de la Tragedia de Once, había lanzado el "vamos por todo". Y en abril de 2019 al presentar "Sinceramente", el texto que resume su discurso en la Feria del Libro, Cristina había anunciado su idea rectora de cambiar la Constitución Nacional y subordinar a la Justicia al Poder Ejecutivo. Es decir, lo que hizo el 20 de abril pasado al fracturar el bloque es coherente con ese objetivo. Sin embargo, si el oficialismo no ha logrado designar al reemplazante de Elena Highton en la Corte ni a un nuevo procurador general, da la impresión de que ni las trampas ni los discursos, por engolados que sean, insuflan oxígeno a la ilusión de la omnipotencia.

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