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No solo el dinero crea la inflación

Viernes, 25 de marzo de 2022 02:24

La inflación y la cantidad de dinero. En etapas previas a la Revolución Industrial, una expansión monetaria como la que experimentó España tras los enormes contingentes de plata del Nuevo Mundo generaba un aumento de precios. Esto se debía a que la producción no podía elevarse con facilidad (y a veces, ni siquiera con dificultad), presionando ese incremento en los medios de pago, sobre los precios de la producción disponible; algo manera similar a como lo hacen demasiados demandantes en un remate al haber piezas limitadas para su adquisición.

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La inflación y la cantidad de dinero. En etapas previas a la Revolución Industrial, una expansión monetaria como la que experimentó España tras los enormes contingentes de plata del Nuevo Mundo generaba un aumento de precios. Esto se debía a que la producción no podía elevarse con facilidad (y a veces, ni siquiera con dificultad), presionando ese incremento en los medios de pago, sobre los precios de la producción disponible; algo manera similar a como lo hacen demasiados demandantes en un remate al haber piezas limitadas para su adquisición.

Planteado de otra forma, esto mismo puede proponerse como un escenario de una producción fija, unida a una cantidad de dinero que aumenta y llega a los bolsillos de la gente. Por ejemplo, la carne vacuna respecto a su demanda que se expande, aunque más no sea porque lo hace la población; claramente, en este caso, el precio de este producto aumentaría, al igual que le ocurre a todos los productos cuya oferta no cambia al ritmo de la demanda.

A propósito, para los que sostienen que la inflación "es" la pérdida de poder adquisitivo del dinero y no la suba de precios, ¿cómo explican que el mismo oro y plata que compraba cada vez menos bienes en España, mantuviera su poder de compra en Inglaterra, Francia o España?...

Esta dificultad de la producción para aumentar explica por qué, a diferencia de lo que muestran las películas de época, los duelos entre veleros armados no buscaban hundir las naves rivales, sino volar su arboladura, para evitar que el enemigo escape y apropiarse así de sus naves.

Los tiempos cambian

Con el advenimiento de la Revolución Industrial y la posterior expansión del comercio mundial, la producción de bienes y servicios creció apreciablemente primero, y exponencialmente luego, al punto que el uso de metales preciosos como forma de pago directo debió ser reemplazado por el patrón oro, o bimetálico (oro y/o plata), porque el oro y la plata no daban abasto. Este invento (el patrón oro) fue verdaderamente revolucionario en su momento (aunque luego Keynes lo llamara "reliquia bárbara" cuando a su vez encontró sus límites de funcionamiento, ya en el Siglo XX); el sistema permitía que un mismo stock de metales preciosos pudiera dar lugar a una expansión monetaria (el flujo) varias veces superior: un mismo lingote, expresado en billetes de papel, podía cambiar de manos indefinidamente al realizarse transacciones. Clara y especialmente, en presencia de los patrones de cambio (oro, plata), ya no podía hablarse de una oferta de dinero fija, con lo que, como ostensiblemente se observó durante todo el Siglo XIX, la expansión monetaria no fue en absoluto inflacionaria, al aumentar también la producción en todas las economías involucradas dentro de ese esquema monetario.

Nuevos vientos de cambio

Keynes, antes de plantear los fundamentos de su teoría para explicar el desempleo que se asociaba a las fenomenales crisis cuyo epítome fue la de 1929 y años posteriores, fue un economista monetario que estudió concienzudamente la economía y el "currency", o moneda, de la India, compartiendo por entonces las ideas de sus colegas economistas en relación al vínculo de la moneda con los precios y la inflación.

Sin embargo, progresivamente fue tomando distancia de estas ideas "cuyo abandono costó mucho esfuerzo", según sus propias palabras, ideas que incluían justamente la conexión directa de la moneda con los precios, y al hacerlo y dentro de esta postura enfrentada, tomó especial distancia del patrón oro (la "reliquia bárbara"), proponiendo los mecanismos directos del empleo de billetes y monedas, "sin respaldo" por parte de los bancos centrales, aunque este "respaldo" siempre está presente en el oro y divisas que todos los bancos centrales poseen, junto a los bonos públicos que "respaldan" también los préstamos a los gobiernos, aunque muchas veces estos bonos sean solamente "papel pintado", al carecer los gobiernos de convicción para redimirlos a su vencimiento.

En la nueva concepción de Keynes, la expansión monetaria no tiene por qué ser inflacionaria, si esta se orienta a fomentar el consumo y la inversión, estancadas por los temores que una severa crisis ha desatado. Evidentemente, no hay, en este escenario, una mayor cantidad de dinero que se conecta con "la misma" producción, porque se pretende que su incremento genere una también mayor demanda de bienes y servicios por parte de familias y empresas.

Volver al pasado

Como se ha planteado en numerosos artículos, "Keynes escribió un capítulo sobre la obesidad en un tratado sobre la desnutrición" (palabras de este columnista), en referencia a lo que propuso sobre la inflación (la "obesidad") inserto en su tratado sobre el desempleo y el estancamiento económico (la "desnutrición").

Al margen de que numerosos economistas, premios Nobel algunos, aparentemente no habrían leído la Teoría General completa, cuanto menos, atribuyendo a Keynes un "modelo de precios rígidos", lo que es falso, es cierto en cambio que la principal preocupación del autor de la Teoría General no era la inflación, justamente al haberse esforzado en proponer remedios para salir de la "deflación", el desempleo y la parálisis económica.

Esto, por supuesto, no equivale a omitir críticas a Keynes por presentar su razonamiento prescindiendo del sector monetario de la economía en vínculo con los precios, para luego explicarlos en un capítulo separado que, evidentemente, despertó poca o ninguna atención. 
Sin perjuicio de las críticas que corresponda endilgarle a Keynes por sus omisiones, es claro que en la ciencia no se corrigen estos o la falta de tratamiento de temas, “regresando” a teorías que han sido debidamente y terminantemente demostradas erróneas, y una de estas es justamente la que atribuye en exclusiva la inflación a los desbordes monetarios, lo que por supuesto no debe ser entendido como una defensa de tales desbordes.
 Es obvio que en todas partes (y los científicos no son la excepción) se cometen errores, pero en la ciencia el principio de autoridad no es válido y no los disimula, por más que quien los proclame sea un economista con varios PhD y otros tantos premios Nobel a sus espaldas. Si no, recuérdese la autocrítica del más famoso de los físicos del Siglo XX (Albert Einstein) cuando sostuvo que la inclusión de una constante cosmológica en su Teoría General de la Relatividad constituía su mayor error, lo que indica claramente que estaba al tanto de otros posibles errores. 
No está en discusión que la expansión monetaria de los gobiernos crea inflación, especialmente cuando la economía está estancada, lo que conforma un escenario idéntico al de las economías previas a la Revolución Industrial. 
Sin embargo, negar el papel de los empresarios concentrados de la Argentina que ¡obviamente! “pueden” modificar sus precios, no es aceptable, excepto, que muchos economistas, al ser consultores de esas mismas empresas, no puedan, por ética profesional, señalar esta explicación complementaria. 
A quienes omiten esta “parte” de la inflación, cabe preguntarles: ¿Por qué entonces “alertan” sobre la mayor inflación que se produciría ante la suba de tarifas, combustibles, tipo de cambio, etc.? ¿Cómo concilian su adhesión en exclusiva a la explicación monetarista con las subas de las commodities, que ellos mismos tildan de inflacionarias?
 

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