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20 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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¿El mercado está de más, o está de menos?...

Miércoles, 27 de julio de 2022 02:37

El mercado no lo puede todo... Quienes no simpatizan con el mercado, aduciendo, y con razón, que las economías de mercado están plagadas de injusticias, en algunos casos lacerantes, como los "sin techo", los niños mayoritariamente pobres que exhibe hoy la Argentina, o los desocupados, se mantienen firmes en la convicción de que la solución pasa por "algún tipo" de intervención del estado, donde "algún" marca la diferencia entre quienes procuran un absoluto del tipo de las ex economías comunistas, o alguna matización como las que, con distinto grado, muestran las economías de Europa. Por supuesto, salvo quienes adhieren al anarquismo "de mercado" y que por lo tanto quieren la desaparición total del estado con la quema de los bancos centrales incluida, al mejor estilo Torquemada, nadie objeta la conveniencia e incluso, imprescindibilidad, del estado en las economías, ya que ¿quién mejor para organizar los sistemas de agua potable, redes de efluentes, de energía, caminos, vías férreas, etc., que el estado?, destacando que hay casos de "estados presentes" que no obstante se empeñan en negar esa agua potable, redes eléctricas y de efluentes, pavimento y aun vivienda a la población, sin ponerse colorados, claro está. Ni qué decir de la provisión de seguridad interna y defensa exterior, al igual que el servicio de justicia, para los cuales caben idénticas reflexiones (y ausencias), ¿ver dad?

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El mercado no lo puede todo... Quienes no simpatizan con el mercado, aduciendo, y con razón, que las economías de mercado están plagadas de injusticias, en algunos casos lacerantes, como los "sin techo", los niños mayoritariamente pobres que exhibe hoy la Argentina, o los desocupados, se mantienen firmes en la convicción de que la solución pasa por "algún tipo" de intervención del estado, donde "algún" marca la diferencia entre quienes procuran un absoluto del tipo de las ex economías comunistas, o alguna matización como las que, con distinto grado, muestran las economías de Europa. Por supuesto, salvo quienes adhieren al anarquismo "de mercado" y que por lo tanto quieren la desaparición total del estado con la quema de los bancos centrales incluida, al mejor estilo Torquemada, nadie objeta la conveniencia e incluso, imprescindibilidad, del estado en las economías, ya que ¿quién mejor para organizar los sistemas de agua potable, redes de efluentes, de energía, caminos, vías férreas, etc., que el estado?, destacando que hay casos de "estados presentes" que no obstante se empeñan en negar esa agua potable, redes eléctricas y de efluentes, pavimento y aun vivienda a la población, sin ponerse colorados, claro está. Ni qué decir de la provisión de seguridad interna y defensa exterior, al igual que el servicio de justicia, para los cuales caben idénticas reflexiones (y ausencias), ¿ver dad?

La ilusión estatista

¿Queda alguna tarea para el mercado? La pregunta es pertinente, especialmente en el caso de la Argentina donde, como se generalizaba en el párrafo anterior, se cumple la exquisitez de un "estado presente" que logró, no la multiplicación de los panes, pero sí la de los pobres e indigentes, junto a las demás calamidades también descritas en ese mencionado párrafo. Consecuentemente, ¿hay algo que el mercado pueda hacer? Probablemente, hay muchas cosas que el mercado no haría, tal vez. Por ejemplo, abatir el desempleo, especialmente cuando este es elevado. También puede añadirse la situación de pobreza extrema e indigencia, al ser "evidente" que estos flagelos no han sido resueltos por el mercado. No menos obvio es el caso de muchas otras situaciones que generan asperezas: los ruidos molestos de algunos vecinos, el caos en el tránsito y un largo etcétera.

Frente a esto, "la evidencia" indica que, dado el fracaso del mercado, el estado es el que tiene que tomar cartas en el asunto. Sin embargo, cuando está de por medio un conflicto, nada indica que un tercero (el estado) pueda interpretar, simultáneamente, los intereses de ambas partes, si se tiene en cuenta que el burócrata puesto a cargo de "resolver" estas diferencias es imposible que se ponga en el lugar de cada una de las partes, porque "no le aprieta el zapato" de ninguno de los dos en conflicto. Justamente, en una nota anterior se mostraba que el mercado puede "matar dos pájaros de un solo tiro", al encontrar compradores y vendedores en el precio el mecanismo que saldaba sus diferencias, si bien, como es propio de las negociaciones, ninguna de las dos partes "se lleva el 100%", esto es, ambos deben resignar algo de lo que pretenden inicialmente, por cuanto "el 100%" es propio de la rendición de uno de los contendientes, que no es el caso en las transacciones de la economía.

La "variable de ajuste"

Evidentemente, lo que produce las "fallas del mercado" es la ausencia de una "variable de ajuste", esto es, un mecanismo que amortige las diferencias y permita zanjar las disputas, aun cuando, como se decía, las partes involucradas no alcancen "el 100%", pero habiendo advertido que "la rendición" del otro podría transformarse en "la rendición propia", vale decir, en tren de ganar todo, se podría en cambio quedar sin nada.

Ronald Coase, economista británico y Nobel de Economía, demostró que, en muchas ocasiones, los problemas pueden resolverse, o cuanto menos, atenuarse, si se encuentra una "variable de ajuste" que actúe como válvula de escape, para lo cual el desarrollo de algún mercado puede ser la solución. Así, los mercados de "bonos de contaminación", por ejemplo, permiten aliviar en parte el deterioro ambiental, distribuyéndolos entre las industrias (menos hacia las más agresivas), pagando estas al adquirir bonos adicionales la contaminación por encima de la permitida a cada industria, sin que la contaminación total se vea incrementada. Se aprecia entonces que, lejos de ser los mercados una parte del problema, podrían ser parte de la solución, si se manejan los conflictos inteligentemente y se buscan las "variables de ajuste" apropia das.

Los problemas sin resolver

Seguramente, los escépticos de las "bondades" del mercado cuestionarán que el mercado puede, como lo propone Coase, resolver algunos de los problemas que la propia economía de mercado crea, pero que otros, como el desempleo y la pobreza, no pueden ser resueltos de esta manera. ¿Seguro que es así? En la Argentina la pobreza, pero también el deterioro educativo el incremento de la inseguridad y el narcotráfico, no han sido provocados por la economía de mercado, sino por ... ­el estado!

En efecto, desde hace largas décadas la educación en la Argentina viene en franca decadencia, destacando que los peores registros se producen en la educación pública, no en la privada, la que, por el contrario, al menos en la percepción de muchos padres, se aprecia como muy superior a la que proporcionan las escuelas y colegios estatales, fenómeno que progresivamente se va proyectando también a las universidades públicas. De manera similar, la pobreza está indisolublemente ligada a la falta de inversiones, las que se han ralentizado (cuando no detenido) por señales hostiles de los gobiernos, especialmente los que explícitamente se proponen “combatir el capital”. Otro tanto puede decirse de la inflación que castiga especialmente a los trabajadores informales, y la lista sigue: la legislación laboral que propone salarios de Buenos Aires para que rijan en todo el país, como si el nivel de desarrollo de la “Gran Ubre” fuera el mismo que el de regiones apartadas de nuestra Argentina, con la obvia consecuencia del empleo en negro o el desempleo.
 Como se observa, lejos de ser el mercado el “malvado de la película”, este papel, en la Argentina, lo ostenta el estado, que no para de agigantarse, al mismo ritmo que la economía “que funciona” se hace cada vez más languideciente. Como también se señaló en otras notas y en esta misma, no está en discusión el indisputable papel del estado en las economías. Sin embargo, ese papel, que incluye la protección de los ciudadanos frente a la delincuencia y las propias restricciones que el estado se autoimpone aplicando la división de poderes para evitar sus abusos, no se cumple en la Argentina, con su estado sobredimensionado, con fuerzas armadas inermes frente a la depredación de los “socios estratégicos” que no nos regalan nada, pero que saquean nuestros mares y nos imponen bases militares. Como lo propone la copla:
 “Este hombre dice que ayuda/ 
al hermano desvalido/ 
con ayudas como estas/
la pucha estamos jo....”
 

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