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19 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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¿Las retenciones reducen la inflación?

Martes, 20 de septiembre de 2022 02:37

Empecemos de cero: la oferta y la demanda. Muy a pesar de algunos economistas, quienes sostienen que los precios "solamente" se forman por la acción de la demanda, estos se determinan en realidad por la interacción de la oferta "y" la demanda, como lo estableció Alfred Marshall empleando la analogía de los filos de las tijeras: "Así como un solo filo de una tijera no puede cortar un lienzo, tampoco la oferta o la demanda aisladamente pueden determinar los precios".

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Empecemos de cero: la oferta y la demanda. Muy a pesar de algunos economistas, quienes sostienen que los precios "solamente" se forman por la acción de la demanda, estos se determinan en realidad por la interacción de la oferta "y" la demanda, como lo estableció Alfred Marshall empleando la analogía de los filos de las tijeras: "Así como un solo filo de una tijera no puede cortar un lienzo, tampoco la oferta o la demanda aisladamente pueden determinar los precios".

La analogía debería ser suficiente para convencer a los más obstinados, pero un hecho contundente podría terminar de lograrlo: la oferta sola, en ausencia de la demanda, solo podría establecer cuánto querría cobrar la empresa, contemplando sus costos y la ganancia considerada posible; sin embargo, en ausencia de demanda no habría naturalmente transacciones. Por otra parte, los demandantes podrían plantarse muy firmemente en contra de pagar más de determinada suma por los productos que desean y/o necesitan, pero si nadie se los ofrece tampoco tales productos estarían disponibles. Claramente, la oferta "y" la demanda son ambas necesarias, ya que no cuentan solamente los precios, sino también las cantidades transadas en la economía, y ambas se determinan simultáneamente, ínada menos!...

Precios

Si bien, y más allá de las rabietas que esto les produce a algunos economistas, los precios se determinan por la oferta y la demanda, no todos estos surgen de la economía doméstica, por cuanto muchos, justamente los que corresponden a las commodities, se establecen en el mercado mundial, como es el caso del petróleo, los productos agrícolas, mineros y muchos otros más.

Como consecuencia de esto la economía que exporta o importa una o varias de estas commodities debe cobrar o pagar lo que la economía mundial determina, logrando vender la economía doméstica, en el primer caso, tanto cuanto el mercado internacional le absorba y aquella pueda colocar, y comprando también esta cuanto necesite y pueda, conforme sus recursos en relación a los productos importados, pero en ninguno de estos dos casos el precio es establecido dentro del propio mercado de la economía, como se destacó.

Una vez analizado lo anterior, queda por indicar cómo se transforman en "precios internos" los precios internacionales que se puede cobrar (en el caso de las exportaciones) o se debe pagar (el caso de las importaciones), ya que los precios internacionales se expresan en moneda extranjera (dólares).

Para trasladar el precio internacional a precios internos se debe multiplicar el primero por el tipo de cambio, que es el precio de la moneda extranjera (cuántos pesos se cobran o pagan por cada dólar). De este modo, el exportador recibe como ingreso el producto del precio internacional por el tipo de cambio y por la cantidad vendida y, análogamente, el costo para el importador es el precio internacional multiplicado por el tipo de cambio y por la cantidad comprada.

Remedio de curandero

Hasta aquí todo de maravilla, porque los exportadores verosímilmente producirían más cuando, a igualdad de circunstancias, el precio externo se eleve y recíprocamente, y otro tanto, pero en sentido opuesto, haría el importador: si el producto importado se torna muy caro, probablemente existirían incentivos para producirlo dentro de la economía doméstica, o bien, se buscaría la forma de sustituir de alguna manera el insumo importado, ahora más caro.

Sin embargo, los gobiernos argentinos, esos gastadores seriales y compulsivos, encontrarían "peligroso", o "inflacionario" que los exportadores ganen más dinero, y plantearían, invocando argumentos de redistribución del ingreso o de índole inflacionaria, que "hay que hacer algo", y lo más sencillo (¿y perverso?) que se les ocurre es imponer retenciones a la exportación.

¿Qué son las retenciones?

Al aumentar los ingresos de los exportadores el Gobierno considera que, "para proteger a la sociedad" corresponde quitarles el ingreso adicional (o todo lo más posible), y la forma simple es establecer un impuesto que recoja la diferencia entre el nuevo precio en moneda doméstica y el previo al aumento del precio internacional. Como las retenciones se aplican a productos cuyo precio no es establecido dentro de la economía, los productores no pueden trasladar este impuesto y entonces se lograrían supuestamente los objetivos perseguidos por el Gobierno (la redistribución, o el freno de los precios).

El problema con las retenciones, y con todos los impuestos, es que cuando las alícuotas se incrementan cada vez más, aunque el impuesto no se pueda trasladar, en cambio los productores pierden incentivos y consecuentemente producirán menos, y desafortunadamente para los consumidores y también para los economistas "del lado de la demanda" en cuanto a precios se refiere, la oferta (esa que no tiene nada que ver con la formación de los precios) se restringe y, como lo enseñaba Marshall y lo saben los jefes de hogar, en tal caso ¡los precios suben!

En efecto, y como pasa con los alquileres con leyes inadecuadas, o los tomates cuando hay sequía o inundaciones, una reducción en la oferta incrementa los precios, con lo que estas iniciativas u otras similares destinadas a bloquear las exportaciones, como las del recordado exsecretario de Comercio que tenía que "dar de comer a tres millones de peronistas", obstaculizando para ello las exportaciones de vacunos, terminan dando resultados opuestos a los buscados.

La mejor solución, además de atacar las causas reales de la inflación, de lo que se habló en otras notas, es permitir que los productores reciban sin cortapisas los beneficios de los precios más elevados para sus productos y, en todo caso, y de común acuerdo con aquellos, sugerir la creación de un fondo constituido por una pequeña diferencia entre los mejores precios y los promedio, fondo manejado por ellos mismos sin intervención del Estado, el cual les permitiría compensar malas cosechas, o bien darle la aplicación que consideren más conveniente.

Por otra parte, si la carne vacuna u otro producto comestible aumenta su precio, los sustitutos, en condiciones normales, consiguen satisfacer perfectamente las necesidades de la población, a la vez que, muy probablemente, la mayor oferta que la mejoría de precios consigue se transformará también en una mayor oferta interna, aliviando posteriormente esos precios, de manera simétrica a como la menor oferta inducida por las distorsiones de las retenciones impactan en subas, como se señalaba. ¿Y los tres millones de peronistas? Sin duda, disponiendo de empleos genuinos y de una oferta diversificada de productos de todo tipo, su sabiduría, igual a la de todos, les permitirá descubrir lo que más les conviene, sin necesidad de la "ayuda" de los secretarios de Comercio, cuyo mejor cometido sería "no aclarar", por aquello de que "ciertas aclaraciones, oscurecen", ¿verdad?

 

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