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La Sinfónica, el desafío de interpretar y comunicar

Martes, 19 de marzo de 2024 15:10

Es sorprendente, y en mi caso particular, indignante, observar que una sala se encuentre a menos de la mitad de su capacidad durante un concierto que incluye una obra del gran compositor Sergei Rachmaninoff (1873-1943).

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Es sorprendente, y en mi caso particular, indignante, observar que una sala se encuentre a menos de la mitad de su capacidad durante un concierto que incluye una obra del gran compositor Sergei Rachmaninoff (1873-1943).

Este fue el caso durante el concierto del jueves 14 de marzo pasado, en el que la Orquesta Sinfónica de Salta, dirigida por la maestra Elizabeth Vergara, directora asistente del organismo, se presentara en el Teatro Provincial de Salta.

Considero que la selección del repertorio para un concierto debe ser cuidadosa, teniendo en cuenta la diversidad de estilos, la cohesión temática y la capacidad de la Orquesta Sinfónica de Salta para interpretarlas brillantemente, como, en mi opinión, lo hace.

En este sentido, la maestra Vergara optó por un programa que incluyó la obra "D'unMatin de Printemps", de la compositora francesa Lili Boulanger (1893-1918), los "Cuatro Valses Característicos Op.22", del compositor afro-inglés Samuel Coleridge-Taylor (1875-1912), y las "Danzas Sinfónicas Op.45", del mencionado Rachmaninoff. Aunque estos compositores fueron contemporáneos, sus obras fueron escritas en diferentes momentos, separadas por unas dos décadas.

En teoría, dado el rico contenido temático de cada obra, el éxito de público debería haber estado garantizado. Sin embargo, no fue así y creo comprender la razón.

En el mundo empresarial, existe un lema que dice "lo que no se comunica, no existe", y creo que precisamente la falta de comunicación, no solo difusión, ha penalizado la asistencia del público en comparación con el concierto inaugural del 1 de marzo pasado, que tuvo una sala casi llena. El gran público no conoce a estos excelentes compositores, no se arriesga a abandonar la zona de confort que le proporcionan Mozart, Beethoven o Tchaikovsky, y por lo tanto, no compra la entrada.

A esto se suma que el concierto se realizó un día jueves. En numerosas ocasiones he expresado mi preocupación por la elección de este día si se busca atraer a un público que llene el teatro. Para la música clásica, también rigen las leyes del mercado, y si la oferta no es atractiva, la demanda será escasa.

La maestra Vergara, quien para mí fue la gran revelación de la temporada pasada, regresaba a dirigir la orquesta de la que es directora asistente después de una prolongada ausencia estival. Sin embargo, en esta ocasión, no logró conectar con la música y, por ende, con el público, de la manera a la que nos tiene acostumbrados, y esto se evidenció en cada una de las obras presentadas.

La pieza que Lili Boulanger escribió en sus últimos días es una exquisitez que dura solo cinco minutos, en los que explora una amplia gama de recursos rítmicos y tímbricos de la orquesta para recrear verdaderamente una mañana de primavera.

Originalmente, esta obra era una pieza de cámara que ella misma orquestó. Sin embargo, la interpretación de la maestra Vergara no logró sumergirme en esa atmósfera, sino que más bien me sentí inmerso en un ejercicio de solfeo, donde pude apreciar algunos desequilibrios sonoros y rítmicos entre el grupo de cuerdas y la percusión, que siempre es algo excesiva en esta orquesta. Una situación similar se presentó con los valses de Coleridge-Taylor, cuya partitura diáfana oculta la intrincada sofisticación característica de los compositores británicos. Esta sofisticación se logra mediante un cuidadoso manejo del tempo, los cambios de tempo, el rubato implícito, los matices y una afinación cuidadosa, así como un equilibrio sonoro entre los grupos instrumentales. Lamentablemente, en el concierto del jueves 14 pasado, no pude apreciar estos elementos con la claridad y la precisión que esperaba.

Las cosas no mejoraron con las dificilísimas "Danzas Sinfónicas" de Rachmaninoff, que son exigentes tanto en lo rítmico como en lo melódico y tímbrico. Estas piezas representan el legado musical del compositor, quien se describía a sí mismo como un músico honesto que escribía directamente desde su corazón y su mente. A través de una escritura musical no accesible para todos los músicos por su extraordinaria complejidad, logra transmitir una variedad de emociones, desde la añoranza y la nostalgia hasta la euforia y la fanfarria. Para esto son esenciales el control del tempo y un exhaustivo trabajo previo de las sonoridades de cada grupo instrumentales. Factores, que en esta ocasión, eché en falta.

Sin embargo, es importante destacar el esfuerzo y la perseverancia de la maestra Vergara y de la Orquesta Sinfónica por presentar obras de este calibre, brindando a los oyentes la oportunidad de apreciar y opinar sobre ellas.

*Miembro de la Asociación de Críticos Musicales de Argentina

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