Luego de cinco meses de gestión, Javier Milei parece haber logrado un avance hacia una mejor gobernabilidad con los dictámenes que habilitaron el tratamiento de una versión acotada de la Ley de Bases y de la reforma fiscal. Estos proyectos, junto con el voluminoso Decreto de Necesidad y Urgencia que aún está vigente por la anuencia de la Cámara de Diputados, configuran la estructura de la ambiciosa política de transformación que se propone llevar adelante el presidente libertario.
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Luego de cinco meses de gestión, Javier Milei parece haber logrado un avance hacia una mejor gobernabilidad con los dictámenes que habilitaron el tratamiento de una versión acotada de la Ley de Bases y de la reforma fiscal. Estos proyectos, junto con el voluminoso Decreto de Necesidad y Urgencia que aún está vigente por la anuencia de la Cámara de Diputados, configuran la estructura de la ambiciosa política de transformación que se propone llevar adelante el presidente libertario.
Los dictámenes se tratarán en el recinto de la Cámara de Diputados entre mañana y el martes y se estima que el oficialismo logrará mayoría propia gracias al respaldo de algunos aliados parlamentarios con los que se limaron algunas diferencias (no todas) y de los gobernadores, que sin embargo reclaman garantías, también, para la administración de sus provincias.
El Congreso debate sobre decisiones críticas y, muchas de ellas, imprescindibles, y con alto costo.
La reforma fiscal, que modifica los tributos que hoy pagan asalariados y monotributistas apunta a mejorar las cuentas públicas, pero no alcanza a constituir un sistema impositivo progresivo, que alivie a los contribuyentes y estimule la inversión.
Sobre la reforma laboral, un tema en el que fracasaron los gobiernos de Raúl Alfonsín y Fernando de la Rúa, hubo mayoría para la extensión del período de prueba, el fondo de cese laboral por convenio, penas de cárcel para los bloqueos sindicales y la eliminación de las multas por trabajo. Pero se eliminaron cláusulas, como la eliminación del aporte gremial obligatorio para todos los empleados, que podrían producir un choque frontal con el sindicalismo. Seguramente generará rispideces el nuevo régimen de jubilaciones que podría extender a 65 años la edad jubilatoria de las mujeres.
El oficialismo y sus aliados coincidieron en la declaración de emergencia energética, económica y financiera por un año, en privatizaciones de empresas estatales, Fondos Fiduciarios y régimen de empleabilidad para trabajadores estatales.
Nada será fácil. La reactivación de los proyectos que fracasaron en el verano se produjo en la misma semana en que una contundente movilización se pronunció contra la desfinanciación de las universidades y en defensa de la Educación pública.
"Motosierra" y "licuadora" son el eslogan de un plan que se propone terminar con la dilapidación de recursos que, durante veinte años, llevaron el país a la bancarrota. Pero ningún plan económico tiene sentido ni puede tener éxito si prescinde de los costos sociales que provoca.
Milei anunció el lunes que en el primer trimestre del año hubo superávit fiscal financiero, equivalente al 0,2% del PBI, algo que no ocurría desde 2008. Es el resultado de una reducción de gastos del 35%, pero con una contracción real de la recaudación del 9,2% interanual y una caída del 15,2% de los giros a las provincias. Un logro para tener en cuenta, pero que no garantiza sustentabilidad a futuro.
Nuestro país sigue atravesado por una grieta ideológica que obstruye las posibilidades de superar la aguda crisis fiscal, productiva y monetaria. Frente a la determinación que parecen manifestar las palabras del presidente Milei, el kirchnerismo, principal responsable de la recesión, la inflación y la pobreza que nos afligen en estos días, sigue mostrando una falta total de autocrítica. La indignada oposición de los diputados de Unión por la Patria contra el DNU, la declaración de emergencia y a la delegación de facultades del Congreso en el presidente son muestra de cinismo e impotencia, por cuanto Néstor y Cristina Kirchner y Alberto Fernández exigieron y obtuvieron exactamente esas condiciones que ahora rechazan con sobreactuada indignación.
La grieta ignora que lo que está en juego es el futuro de los argentinos. Un futuro que sólo se podrá construir con diálogo, convergencia y acuerdos.