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19 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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Día de la Madre: historias de amor y de lucha

Domingo, 21 de octubre de 2012 01:43

Cuántas palabras de amor guardaría una antología que reuniese las historias de todas las mamás. Hoy se celebra su día y, por eso, juntamos algunos de los relatos de madres ejemplares, inolvidables y anónimas. Historias que se escriben en la cotidianidad de cada espacio de nuestra ciudad. Esta, nuestra breve antología, es el modo que elegimos para decirles, a todas, “Feliz día, mamá”.

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Cuántas palabras de amor guardaría una antología que reuniese las historias de todas las mamás. Hoy se celebra su día y, por eso, juntamos algunos de los relatos de madres ejemplares, inolvidables y anónimas. Historias que se escriben en la cotidianidad de cada espacio de nuestra ciudad. Esta, nuestra breve antología, es el modo que elegimos para decirles, a todas, “Feliz día, mamá”.

Alegría y solidaridad. La historia de Ana Guerrero como mamá comenzó hace 25 años, casi la mitad de su vida. Ella es de Sucre, Bolivia, pero un viaje por trabajo la encontró con el hombre de su vida, un salteño de quien no se separó más. Estuvieron de novios una semana, luego se fueron a vivir juntos y a los pocos meses llegó la feliz noticia de que Roberto, su primer hijito, venía en camino. Le siguieron Iván, hoy de 23, y Maira, de 20 años. Ana, además, es abuela. Tiene una nietita de un año y 2 meses y otro en camino, que llegará a mediados de noviembre. Esa es Ana puertas adentro. Para la gente del barrio Unión, donde vive hace casi dos décadas, es además un ejemplo de solidaridad y alegría. Trabaja incansablemente en el CIC y tiene muy buena relación con los jóvenes de la zona, ellos la respetan mucho. Además, organiza colectas de juguetes, ropa, alimentos y viaja a distintos lugares, con la ayuda de Dante Arroyo, quien pone a su disposición un camión para trasladar las cosas y donar todo lo recaudado en meses y meses de trabajo.

Aprendió a leer hace poco. Participó del programa de alfabetización “Yo sí puedo”. Así ganó una de sus más postergadas batallas. Hoy tiene una nueva herramienta para poder seguir expresando todo lo que sabe, todo lo que es.

A su labor solidaria la lleva a cabo de la única manera que sabe: desinteresadamente. Ella dice que la alegría en el rostro de los niños al recibir un juguete o un nuevo par de zapatillas, es la mejor paga. Roberto, su hijo mayor, dice que esa misma alegría se traduce en el rostro de Ana. Se nota. Ana es una persona muy alegre, de tiempo completo.

Se es mamá un día y no se deja de serlo jamás. Y todos son sus días, pero ellas lo celebran el tercer domingo de octubre. Hoy. Las historias que siguen son las de tres mujeres, tres lectoras que se pusieron en contacto con El Tribuno a través de Facebook y compartieron, así, un pedacito de su vida.

Ayudar desde la experiencia

Sabiduría y fortaleza. La de Estefanía Olivera es una historia con algunos pasajes tristes. Fue mamá muy joven, a los 16. Tuvo tres hijos: Claudia, Jorge, quien es discapacitado, y Nancy, quien le puso voz a esta historia. El matrimonio con José no resultó. El se alejó y ella quedó sola al cuidado de sus tres niños.
Siempre quiso estudiar, pero no encontró el tiempo ni los medios para hacerlo. Se dedicó entonces a la repostería y a criar a sus tres nenes.

“Mi mamá siempre hizo lo posible por criarnos y cuidarnos de la mejor manera posible. Siempre nos habló de amor, jamás permitió que odiemos a mi papá ni que le tengamos algún rencor”, contó Nancy.
Estefanía jamás volvió a tener pareja. Sí comenzó a dedicar mucho de su tiempo a aconsejar a otras mujeres. Sin querer, el canalizar su experiencia con sabiduría ayudó a otras personas. “Nosotros la cargamos, le decimos que es medio bruja porque a casa va un montón de gente a pedirle un consejo o a buscar una respuesta y ella los atiende con mucho cariño, los contiene”, contó una de sus hijas.  Estefanía vive en Castañares con Jorge, su hijo del medio.

Nancy dijo que rendirle un homenaje es una deuda que tenían con su mamá. Y concluyó: “Quiero agradecerle por tanto sacrificio que hizo por nosotros. Soy inmensamente feliz de poder tenerla cerca y me enorgullece lo maravillosa que es”.


Abuela y mamá del corazón

Petrona Gómez es la protagonista de este relato. Era la abuela de Jaquelina Puppi, pero ella la sentía y la quería como a una mamá. “Era la mejor del mundo”, dice sin dudarlo.

La mamá biológica de Jaquelina fue madre soltera. Petrona acompañó su crianza desde que nació y fue quien estuvo con ella en los momentos más importantes de su vida. “Fue mi gran tesoro, una persona a quien amé con locura”, expresó Jaquelina.

Los recuerdos que guarda de Petrona son cientos. Entre los más pintorescos aparecen los de las travesuras de la niñez. Cuando su mamá le quería dar un escarmiento Petrona se ponía firme y frenaba el reto. “No, no, no... con la nena, no”, decía.

Su mamá la retaba cuando le iba mal en la escuela, la perseguía para que haga los deberes. Petrona la defendía con un argumento extraño, pero que hoy es una anécdota que la familia trae a la mesa, cada vez que aparece el irrefrenable sentimiento de querer que esté sentada con ellos. Ella le decía: “Si te quedás de curso, mejor, así aprendés más”, y echaba a reír. Jaquelina destacó su buen humor. Siempre estaba sonriente y era muy solidaria. Ayudaba en la iglesia del pueblo, era cerrillana. “Vivió hasta el último momento contenta y aferrada a la vida”.

Petrona falleció el año pasado, a los 95 años. Hoy, en el Día de la Madre, Jaquelina la tiene más presente que nunca.

“Nos dio siempre lo mejor”

Distancia y agradecimiento. Sandra Rosana Salina es una de los ocho hijos de Reducinda Ruiz, una señora que vive en Coronel Cornejo, en el interior de Salta. Hace seis años Sandra se fue a vivir a Tierra del Fuego con su marido y no tiene la posibilidad de ver a su mamá muy seguido. La extraña mucho.

Conmovida, contó parte de su historia. Reducinda era verdulera. “Eramos una familia muy humilde. Sin embargo, tanto ella como mi papá siempre han tratado de darnos lo mejor”, relató.

Reducinda era un poco el pilar del hogar. Hace 6 años su marido falleció y ella quedó sola, ya que sus hijos y sus 22 nietos viven en distintos lugares: Jujuy, Gualeguaychú y distintos puntos de Salta. Ella es muy familiera y sufre mucho la distancia, esa a la que están obligados por cuestiones, más que nada, laborales.

“Mi mamá fue siempre igual. Es una mujer muy amable, muy cariñosa con nosotros, sus hijos y con toda la familia”, describió Sandra. “Lo dejó todo por nosotros, es un gran ejemplo y a mí me emociona mucho hablar de ella”, agregó.

Sandra dice que hace poco vino a Salta a visitarla y que pocas veces tiene la oportunidad de hacerlo. Viaja una vez cada dos años, cuando junta unos pesos para los pasajes.

Quizás la de Reducinda y Sandra no sea una historia demasiado fuera de lo común, sí es una historia marcada por el amor a una madre que está lejos, que se extraña y para quienes, sus hijos, no tienen más que palabras de profundo agradecimiento y cariño.

Hoy Sandra está lejos, en la otra punta del país, intentando establecerse económicamente. Jamás olvida a su provincia. Muchos de sus afectos están acá, toda su familia, sus amigos.

Dice que es fiel lectora del diario. Se siente más cerca cuando recibe noticias de Salta. “Me gustaría aprovechar para saludarla, para hacer públicas estas ganas de decirle que me encantaría estar ahí, para festejar este día tan importante con ella”, concluyó, desde Tierra del Fuego, Sandra.

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