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17 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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La imagen de Capitanich enfrentó su peor momento

Domingo, 07 de octubre de 2012 01:27

Quienes lo conocen de cerca aseguran que su gran sueño es llegar a ser Presidente. Y justifican en ese objetivo los denodados esfuerzos que realiza para instalarse él mismo y a su provincia en la primera plana de los diarios y noticieros de televisión, siempre asociado a buenas noticias.

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Quienes lo conocen de cerca aseguran que su gran sueño es llegar a ser Presidente. Y justifican en ese objetivo los denodados esfuerzos que realiza para instalarse él mismo y a su provincia en la primera plana de los diarios y noticieros de televisión, siempre asociado a buenas noticias.

El aspirante al sillón de Rivadavia es nada menos que Jorge Capitanich, el gobernador de Chaco, que el pasado miércoles vio como sus como su sueño de construcción de imagen se desplomaba como un castillo de naipes azotado por el viento. Ese día el estadio de Resistencia iba a albergar una nueva edición del superclásico sudamericano. Argentina y Brasil -sin la mayoría de sus estrellas, hay que reconocerlo- se preparaban para ofrecer un espectáculo futbolístico de jerarquía cuando, de repente, ocurrió eso que no debía ocurrir: la cancha se quedó a oscuras.

“Se pinchó un cable” explicó el mandatario al día siguiente del papelón. Algunos medios mostraron incluso fotos de una araña pollito que apareció en el tablero del equipo de generación que debía garantizar la luz al estadio. Pero ya ninguna explicación servía; el daño estaba hecho.

El papelón dio la vuelta al mundo. La prensa brasileña no ahorró críticas a la organización y algún alto dirigente del fútbol carioca llegó a decir que el problema se debía a que se había elegido un estadio con criterio político y no deportivo. En las redes sociales las cargadas alegraron la mañana del jueves de miles de argentinos. Y el blanco fue siempre el mismo: el vapuleado Capitanich.

Un trabajo de años, a la borda

El ambicioso gobernador chaqueño viene trabajando para llegar a la Rosada desde hace más de una década. Contador público de profesión, siendo muy joven se sumó al justicialismo en su provincia natal y, de la mano de los contactos de su esposa, Sandra Mendoza, fue escalando posiciones. Su suegro, Guillermo Mendoza, fue por décadas miembro del Supremo Tribunal de Justicia chaqueño, y sus contactos en los sucesivos gobierno ayudaron a que “Coqui”, como se lo conoce en la intimidad, ascendiera vertiginosamente hasta llegar a ser ministro de Infraestructura, Vivienda y Desarrollo Social chaqueño en los convulsionados tiempos del Gobierno de la Alianza.

Esa tarea le permitió en 2001 ser candidato y ganar luego una banca de senador nacional que lo catapultó a Buenos Aires. Tuvo la mala fortuna de desembarcar en el Congreso en los días previos a la caída de Fernando De la Rúa, pero en esa incursión logró llamar la atención de quien sería su primer gran padrino político, Eduardo Duhalde. Cuando el bonaerense se hizo cargo del Gobierno nacional en medio de la peor crisis social, política y económica de la historia argentina, le ofreció a Capitanich un cargo estratégico: Jefe de Gabinete de ministros.

Desde esa vidriera el chaqueño instaló una imagen de hombre sereno, moderado, conciliador y ejecutivo.

Con la llegada de Néstor Kirchner al poder, Capitanich mudó de padrino. Volvió al Congreso, donde rápidamente se transformó en uno de los voceros del oficialismo. Ese respaldo le permitió, con la bendición del expresidente, ser en 2007 el candidato a gobernador del kirchnerismo en Chaco, cargo que ganó por escaso margen enfrentando a quien en ese momento era el presidente de la Unión Cívica Radical a nivel nacional, Angel Rozas.

Aciertos y escándalos

La gestión de Capitanich, que fue reelecto el año pasado, tiene varios matices. En un provincia con elevados índices de pobreza e indigencia, el mandatario realizó un trabajo social intenso. Al frente de la lucha contra el hambre estuvo desde un principio la ahora exesposa de Capitanich, Sandra Mendoza, a quien él designó ministra de Salud.

Kinesióloga de profesión, Mendoza es reconocida por su eficiencia en la gestión pero también por su inestabilidad y carácter fuerte. Desde su cargo hizo cosas increíbles, como exigir la renuncia de otros ministros o demandar un cambio de rumbo en algunas políticas anunciadas por su marido, en perfecta sintonía con la oposición.

Esa sociedad política, difícil de manejar para Capitanich, concluyó en un escándalo público que recorrió el país. Pese al ridículo al que fue expuesta, Sandra Mendoza fue electa diputada nacional en 2005.

Tras el escandaloso divorcio, que erosionó seriamente su imagen pública, el mandatario chaqueño inició una nueva etapa, concentrado en los problemas de su provincia. Recién a partir del año pasado emprendió el “operativo retorno” a los primeros planos de la política nacional.

Lo hizo buscando instalar a Chaco en la agenda de los grandes eventos políticos y deportivos. Su provincia fue una de las grandes sedes de la Copa Argentina, entre otros acontecimientos. Pero en esa planificación, que buscaba instalarlo como un candidato potable para suceder a Cristina de Kirchner en 2015, nadie contaba con el imprevisto. Ahora parece que Coqui se quedó sin luz.

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