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Detalles del peor hotel del mundo

Jueves, 15 de noviembre de 2012 22:35

El Hans Brinker Budget aconseja usar sus cortinas antes que sus toallas, advierte que poca agua saldrá de sus canillas y que pueden contraerse infecciones. Parece ridículo, pero eso puede leerse en el sitio web del “peor hotel del mundo”.

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El Hans Brinker Budget aconseja usar sus cortinas antes que sus toallas, advierte que poca agua saldrá de sus canillas y que pueden contraerse infecciones. Parece ridículo, pero eso puede leerse en el sitio web del “peor hotel del mundo”.

“Estamos orgullosos de habernos pasado 40 años defraudando a los viajeros”, afirma la original estrategia de venta que utilizaron los dueños de este reducto de Amsterdam para promocionar su desvencijado hostal.

La idea no es única en el mundo, pero al parecer está funcionando: las suscripciones por internet están llenando las 127 habitaciones y los comentarios empiezan a llegar, algunos de ellos, en tono “crítico”: “No hace honor a su reputación, no fue tan malo como esperaba”, se queja un turista australiano. Sin embargo, hace foco en algo que le pareció coherente: “El baño era atroz”. Es que el Hans Brinker Hotel tiene una tradición “Eco friendly” que respeta a rajatabla e incluye: poco volumen de agua, nula limpieza sanitaria y un servicio de lavado que deviene en que -si alguien osara tomar una ducha- sea más higiénico utilizar las cortinas de la habitación para secarse que las toallas provistas por el establecimiento.

El hacinamiento que se vive en las habitaciones es otra de las características que generan repercusión: “Las piezas eran como las celdas de una prisión, con camas viejas y ruidosas, además de unos armarios de metal que no se podían cerrar bien”, describe un pasajero, reconociendo la sinceridad de la oferta del Hans Brinker en la web. La mayoría de sus clientes son jóvenes, estudiantes y mochileros que no tienen grandes ambiciones a cambio de los 22 euros que pagan por noche. “Ellos adoran nuestro humor, nuestro sarcasmo”, se entusiasma el gerente del lugar, Timjen Receveur. “Además han reducido sus expectativas a menos que nada”, explica. Es que en muchas experiencias, la impresión que generan es tan positiva que termina siendo una experiencia menos masoquista que la que esperaban tener los viajeros. Algo lógico si tenemos en cuenta los slogans con los que se promociona el Hans Brinker: “Mejore su sistema inmunológico”, “Pague por una cama no querrá usar”, o “Somos los mejores en ignorar sus quejas”.

 

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