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Estefanía Heit, la periodista que asombra a todo el país

Domingo, 18 de noviembre de 2012 01:34

Heit y Olivera no solo castigaron el cuerpo y el ánimo de Molina; también se apropiaron de todos sus recursos.

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Heit y Olivera no solo castigaron el cuerpo y el ánimo de Molina; también se apropiaron de todos sus recursos.

Mientras Estefanía tenía una altísima exposición social por su desempeño profesional, nadie conocía a Olivera.

Los personajes oscuros, aberrantes y despiadados que históricamente han caracterizado a la novela negra policial parecen haber cobrado vida esta semana en Argentina. Fue más precisamente en Coronel Suárez, una tranquila localidad del interior bonaerense que saltó a los titulares de diarios y canales de televisión al conocerse un caso increíble: una joven y conocida periodista local, Estefanía Heit, y su pareja, el falso pastor evangelista Jesús Olivera, mantuvieron secuestrada en su casa durante tres meses a Sonia Molina, a quienes algunos señalan como amiga de Heit; y otros como ex pareja de Olivera.

Durante el cautiverio, Heit y Olivera sometieron a Molina a las más crueles aberraciones. La molieron a golpes, le quemaron las manos con cigarrillos, no le permitían higienizarse y tenía que dormir sobre sus propios excrementos, solo le daban de comer dos veces por semana comida para perros mezclada con polenta, y en pequeñas cantidades.

Olivera también abusó reiteradamente de la mujer y, junto a Heit, sometían a su víctima a reiterados maltratos y agresiones verbales. Dos de estos “ataques” quedaron registrados en el teléfono celular de la periodista, que fue secuestrado por la policía en su casa, al momento de su detención.

Heit y Olivera no solo castigaron el cuerpo y el ánimo de Molina; también se apropiaron de todos sus bienes y recursos. La mujer vendió dos veces un terreno que tenía en su ciudad natal (Río Colorado, en Río Negro), liquidó sus muebles, se quedó con el dinero que su madre usaba para ir a Buenos Aires a comprar ropa para revender, le cedía su sueldo de empleada doméstica y hasta renunció a su trabajo para cobrar una indemnización. Todo se lo dio a Olivera, quien llegó a exigirle que le entregue la escritura de la casa de su madre, a lo que esta última se negó rotundamente.

Durante el cautiverio, el falso pastor hizo que Molina pidiera dinero prestado a personas amigas o familiares; y las únicas salidas que realizó en los últimos tres meses fueron para ir a cobrar esos giros o depósitos. Los investigadores calculan que Olivera recibió de su víctima alrededor de 250.000 pesos en los últimos dos años.

La locura de la pareja llegó al límite de hacerle escribir a la cautiva una carta en la que aseguraba que su eventual muerte iba a ser producto de un suicidio. Los médicos que la atendieron sostienen que, por su estado físico, ese desenlace no estuvo tan lejos.

Sin explicación

¿Qué pudo haber llevado a una periodista prestigiosa y reconocida en su comunidad a participar de hechos aberrantes como los que ahora se le imputan?

Luego que estallara el escándalo, la mayoría de sus compañeros de trabajo aseguraron a quien los quisiera escuchar que no podían creer lo que ocurría. Ellos consideraban a Estefanía Heit no solo una buena profesional, sino también una buena persona, comprometida con valores como por ejemplo, el rechazo a la violencia de género.

Sus familiares y amigos, mientras tanto, destacaron también los valores humanos de la joven periodista, aunque en ambos casos se preocuparon en señalar el distanciamiento que desde hace dos años mantenía con sus afectos más cercanos. La fecha coincide con el inicio de su relación con Olivera, a quienes todos se preocuparon por señalar como una influencia negativa para Estefanía. “Tenía sobre ella el poder de un Dios” se atrevió a afirmar su madre.

Un dato curioso que surge de las declaraciones de los vecinos de Coronel Suárez es que, mientras Estefanía tenía una altísima exposición social por su desempeño profesional, nadie conocía a Olivera, ni siquiera los vecinos de su casa. Solo los familiares de Heit y de Molina que por diferentes razones estuvieron en contacto con él son capaces de identificar su rostro.

Olivera, ¿el manipulador?

¿Puede haber sido entonces este falso pastor quien alteró la conciencia de su pareja primero, y de Molina después?

Está claro que muchas acciones de Heit y de Molina confirman que Olivera aplicaba sobre ellas técnicas coercitivas, por las que terminaban accediendo a sus pedidos, más allá de lo razonable. Una anécdota contada por la madre de la víctima revela el temor que Olivera infundía sobre ellas. Cuando él le pidió a Molina que le entregara la escritura de la casa de su madre, ella la citó a una reunión de la que participó también Heit. Allí la madre se negó sistemáticamente a acceder al pedido del falso pastor, que argumentaba que la “donación” tenía por objetivo el crecimiento de su Iglesia. Entonces Heit y Molina le pidieron que “por favor no hiciera enojar al pastor”, argumento que la madre rechazó antes de retirarse del lugar.

Las respuestas para lo ocurrido solo la pueden dar sus tres protagonistas. Mientras se recupera de todo lo sufrido, Sonia Molina está recibiendo tratamiento siquiátrico y sicológico en el hospital municipal de Coronel Suárez. Sus familiares aseguraron a la prensa que mientras Olivera estuvo prófugo, ella se mantenía nerviosa y en alerta, pero la noticia de su detención le permitió descargar tensiones y dormir, algo que no había podido hacer en varios días. Los primeros estudios indicaban que había sufrido Síndrome de Estocolmo, un mal que afecta a quienes alcanzan familiaridad con sus secuestradores.

Estefanía Heit también está recibiendo tratamiento psicológico en la comisaría de la localidad de Tornquist, donde se encuentra detenida. Por sugerencia de la profesional que la asiste, pidió una libreta y lapicera para escribir su versión de los hechos. El primer resultado de esa tarea se conoció ayer, cuando se hizo pública una carta suya en la que afirma su inocencia y asegura que el tiempo le dará la razón. Según su abogado, ella y Olivera “tienen explicaciones para todo”.

Finalmente, de Olivera poco se sabe. Detenido en una comisaría de Coronel Pringles, también tuvo contacto con psicólogos, pero no trascendieron datos sobre lo que encontraron esos profesionales. ¿Es él el cerebro detrás de esta historia negra? ¿Es el manipulador que las familias de Estefanía y Sonia aseguran conocer? ¿Será acaso el protagonista principal de esta nueva novela negra policial, versión argentina? Solo el tiempo dará su veredicto.

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