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18 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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Fuego, inundación y vandalismo

Domingo, 23 de diciembre de 2012 21:54

El fuego alcanzó un aula, un depósito, un pasillo y el cuarto donde viven los maestros. Las paredes siguen negras, los cables están colgando y el techo de chapa fue parcialmente reparado, pero solo en la habitación de los docentes. “El incendio fue el fin de semana largo del 25 de mayo 2010. No vino a ver ni la Policía, ni Gendarmería, ni los supervisores del área de educación. No sabemos cómo fue provocado. Cuando volvimos con los maestros estaba todo quemado. Nunca vinieron a pintar o hacer el mantenimiento”, aseguró Jorge Bassilognhi.
A principio de este año, el Pilcomayo se les metió adentro. Todavía se ve la marca del barro en las paredes, que llegó casi al medio metro. La arcilla se sacó a pala y se acomodó alrededor del edificio, como una trinchera. La inundación turbia llegó antes de que se construya alrededor de la comunidad el anillo de tierra y la zanja que este año tendrá su bautismo de fuego, cuando el rió, que casi todos los meses es silencioso, baje cíclicamente enfurecido para calmar la sed agobiante del chaco, para llenar las cañadas y los bañados.
Como si fuera poco, después de las llamas y los azotes del viento norte, apareció una grieta que fue creciendo hasta dibujar un semicírculo gigante. La rajadura cruza toda la pared. Se puede ver sobre el marco de la puerta asomar una viga de acero por el revoque caído. “El viento norte en cualquier momento se lleva las chapas. Pero más molesta tener una invasión de ratas que no nos deja dormir de noche. Al veneno se lo comen como queso”, dijo Bassilognhi.
“Esta no solo es la última escuela del chaco salteño, sino que es el último establecimiento educativo del noroeste argentino. Estamos a un kilómetro de Paraguay y a dos de Formosa. Somos el último eslabón del tarro, por eso nadie se acuerda de nosotros. Sufrimos las ratas, vinchucas y víboras. Yo pido una escuela nueva. Donde los chicos puedan comer en una mesa sentados en sillas y donde no exista riesgo de derrumbe. Los chicos comen en el piso y eso no puede ser costumbre en una escuela, no es buena costumbre para una persona”, dijo la maestra Fany Vale.
Santa Victoria Este es el único municipio del país en donde se hablan cinco idiomas distintos, de cinco etnias diferentes. Fany Vale aprendió a querer esa tierra de dificultades. “Es una suerte de refugio cultural”, dijo.

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El fuego alcanzó un aula, un depósito, un pasillo y el cuarto donde viven los maestros. Las paredes siguen negras, los cables están colgando y el techo de chapa fue parcialmente reparado, pero solo en la habitación de los docentes. “El incendio fue el fin de semana largo del 25 de mayo 2010. No vino a ver ni la Policía, ni Gendarmería, ni los supervisores del área de educación. No sabemos cómo fue provocado. Cuando volvimos con los maestros estaba todo quemado. Nunca vinieron a pintar o hacer el mantenimiento”, aseguró Jorge Bassilognhi.
A principio de este año, el Pilcomayo se les metió adentro. Todavía se ve la marca del barro en las paredes, que llegó casi al medio metro. La arcilla se sacó a pala y se acomodó alrededor del edificio, como una trinchera. La inundación turbia llegó antes de que se construya alrededor de la comunidad el anillo de tierra y la zanja que este año tendrá su bautismo de fuego, cuando el rió, que casi todos los meses es silencioso, baje cíclicamente enfurecido para calmar la sed agobiante del chaco, para llenar las cañadas y los bañados.
Como si fuera poco, después de las llamas y los azotes del viento norte, apareció una grieta que fue creciendo hasta dibujar un semicírculo gigante. La rajadura cruza toda la pared. Se puede ver sobre el marco de la puerta asomar una viga de acero por el revoque caído. “El viento norte en cualquier momento se lleva las chapas. Pero más molesta tener una invasión de ratas que no nos deja dormir de noche. Al veneno se lo comen como queso”, dijo Bassilognhi.
“Esta no solo es la última escuela del chaco salteño, sino que es el último establecimiento educativo del noroeste argentino. Estamos a un kilómetro de Paraguay y a dos de Formosa. Somos el último eslabón del tarro, por eso nadie se acuerda de nosotros. Sufrimos las ratas, vinchucas y víboras. Yo pido una escuela nueva. Donde los chicos puedan comer en una mesa sentados en sillas y donde no exista riesgo de derrumbe. Los chicos comen en el piso y eso no puede ser costumbre en una escuela, no es buena costumbre para una persona”, dijo la maestra Fany Vale.
Santa Victoria Este es el único municipio del país en donde se hablan cinco idiomas distintos, de cinco etnias diferentes. Fany Vale aprendió a querer esa tierra de dificultades. “Es una suerte de refugio cultural”, dijo.

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