El tren siniestrado tiene más de cincuenta años de uso.
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El tren siniestrado tiene más de cincuenta años de uso.
La tragedia era, claramente, previsible y evitable.
Las tragedias pueden ser llamadas “accidentes” cuando resultan impredecibles e inevitables. Lo que sucedió ayer en Once no fue un accidente. El secretario de Transporte, Juan Pablo Schiavi, lo dejó en claro cuando dijo que si hubiera sucedido el martes, no hubiera sido tan grave. Claro, el martes era feriado, el tren hubiera llegado casi vacío, en los vagones delanteros no hubiera habido pasajeros abigarrados que tratan de bajar primero para llegar antes al subte... No sirve el hubiera o hubiese. Lo que pasa es que todos los días en esos ocho vagones viajan más de 2.500 personas, es decir, alrededor de 220 toneladas de peso que requieren buenos frenos y un convoy que ingrese a la estación a cinco kilómetros por hora.
El Sarmiento es un tren castigado. Forma parte del emporio Cirigliano, que se hizo conocido en Salta cuando Saeta le compró colectivos que, según el informe técnico, no reunían las condiciones básicas para circular. El grupo maneja TBA (el nombre real es Cometrans) y cultivó excelentes relaciones con el exsecretario de Transporte Ricardo Jaime.
Además de manejar el ferrocarril y fabricar colectivos, construyen vagones de dos pisos. Cometrans controla las firmas TBA (trenes), Emfer (industrias ferroviarias), TAT (automotriz) y Baires Ferrovial. Tanto la empresa como los gremialistas aseguran que el convoy que ayer provocó la catástrofe había salido de los talleres horas antes. Está claro que no fue un accidente.
La tragedia ferroviaria ocurrió a menos de cien metros del lugar donde, el 30 de diciembre de 2004, 194 personas murieron hacinadas, en el incendio del boliche Cromañón. En uno y otro caso, las víctimas eran gente de barrio, a los que el Estado debía brindarles protección. En uno y otro caso, los dejaron desguarnecidos. Así, las muertes evitables asocian hoy, dramáticamente, a TBA y a Cromañón. A Cirigliano y a Chabán.