Walter Zuccoli es el empleado de seguridad del country San Eliseo de la localidad bonaerense de San Vicente que primero llegó a la escena del crimen. “Señora, ¿Tincho está ahí?”, le preguntó a Adriana Cruz, que estaba encerrada en el baño, y llorando la mujer le respondió: “Está muerto”. El vigilador, que acudió a la casa por pedido de la empleada doméstica, describió en una radio porteña cómo encontró al pequeño Martín y contó que cuando vio a la mujer, “estaba toda ensangrentada, con cara de poseída”.
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Walter Zuccoli es el empleado de seguridad del country San Eliseo de la localidad bonaerense de San Vicente que primero llegó a la escena del crimen. “Señora, ¿Tincho está ahí?”, le preguntó a Adriana Cruz, que estaba encerrada en el baño, y llorando la mujer le respondió: “Está muerto”. El vigilador, que acudió a la casa por pedido de la empleada doméstica, describió en una radio porteña cómo encontró al pequeño Martín y contó que cuando vio a la mujer, “estaba toda ensangrentada, con cara de poseída”.
El empleado de seguridad explicó que acudió a la casa ante un llamado de emergencia. “Me encontré con la doméstica, que me abre la puerta nerviosa diciendo que la señora Adriana tenía una crisis de nervios y que no abría la puerta de la habitación, que estaba encerrada”, señaló.
Dijo que en la vivienda también estaba una vecina que le pidió que subiera a la planta alta para ver si a él le abría la puerta del dormitorio.
“Subo, le golpeo y le digo: "Señora Adriana, la seguridad, puede abrir por favor, quédese tranquila, ábrame'”. Walter comentó que escuchó que la mujer lloraba y que se golpeaba la cabeza contra la puerta. Entonces, Walter preguntó: “Señora, ¿Tincho está ahí?” y llorando la mujer le respondió: “Está muerto”.
“Ahí me quedé helado porque la doméstica y la hija más grande, que estaba ahí, se pusieron a llorar a los gritos. Yo traté de calmarlas. Traté de calmarlas y le pedí que abriera la puerta”, continuó el vigilador.
Adriana Cruz abrió la puerta. “Estoy mal, estoy mal, me decía”, contó el vigilador y continuó: “Tenía las muñecas cortadas, estaba toda ensangrentada y con cara de poseída”.
Walter agregó que al ingresar a la habitación no encontró al niño hasta que ingresó al baño. “Cuando me asomé al baño, vi el espejo escrito con un labial y una navaja multiuso con sangre. Ingresé y me encontré con la criatura bajo el agua”, culminó el vigilador su espeluznante relato. Esta declaración se sumó a las declaraciones de la hermana de Martín que se publicaron en un diario porteño.