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La polémica por los colores

Domingo, 24 de junio de 2012 12:33

Hace pocos días el país celebró el Día de la Bandera, impuesto relativamente hace poco tiempo si tenemos en cuenta que Belgrano la izó por primera vez, hace 200 años. La fecha fue establecida recién en 1938 por el presidente Ortiz, pese a que había sido creada de hecho por Belgrano en 1812, y oficialmente por el Congreso de Tucumán en 1816.

Una dilatada polémica por sus colores fue quizá una de las razones para que tuvieran que pasar 126 años sin que se instituyera la celebración.

La primera disputa por los colores comenzó cuando, luego de la Guerra de la Independencia, el país cayó en la guerra civil. El enfrentamiento entre federales y unitarios fue tan intenso, que hasta los colores de la bandera entraron en juego. Como al rojo federal los unitarios opusieron el celeste, el color cayó en desgracia mientras Rosas se mantuvo en el poder. Y por eso, a las originales fajas celestes de la enseña belgraniana, los federales las hicieron azules, y los unitarios casi blancas. Con los años, el azul federal ennegreció tanto que ya no representaba un cielo diáfano sino más bien uno casi nocturno, pero además, con agregados: cuatro gorros federales y un sol enrojecido.

Obvio, después de Caseros la bandera volvió a ser celeste y blanca, pero como las anilinas de entonces no resistían la intemperie, se comenzó a usar banderas más azules en fuertes, cuarteles, buques y edificios públicos.

Y así fue que en las primeras presidencias convivieron las banderas blanquiceleste y la azul y blancas, ambas creadas por el Congreso de Tucumán. La primera en 1816, y la segunda en 1818.
El primer presidente que se ocupó de la bandera fue Domingo F. Sarmiento, quien el 19 de mayo de 1869 dispuso el embanderamiento en días patrios, de casas y edificios.

En 1876, durante la presidencia de Nicolás Avellaneda, se desató la polémica por los colores de la bandera. Fue entre Bartolomé Mitre y Mariano Pelliza. Mitre, defensor del celeste, echó mano a un cúmulo de antecedentes: decreto de creación de la escarapela por la Asamblea del Año XIII; carta de Belgrano al Triunvirato en febrero de 1812; decreto del Congreso de Tucumán de 1816; Memorias de Paz; penacho de los Patricios; orden de Carlos III; manto de la Inmaculada y, por último, el famoso cuadro de San Martín pintado en Bruselas en 1827 conocido como “San Martín de la bandera”. Retrato pintado bajo expresas instrucciones del Libertador, y donde él está envuelto en la bandera celeste y blanca.

Mariano Pelliza, por su parte, defendió el azul, aludido por el Congreso de Tucumán en 1818. Sostiene que ese cuerpo había derogado la disposición de 1816, por eso que “una ley deroga la anterior”. Además, impugna el celeste aduciendo que la heráldica no admite “medios colores”. Al final, el 25 de abril de 1885, el presidente Julio Argentino Roca dispuso que la bandera del cuerpo diplomático argentino en el exterior debía ser azul y blanca.
El 9 de agosto de 1895, el presidente José E. Uriburu fijó las características para las banderas militares: “serán celeste y blanco”, dijo y esto fue ratificado por Figueroa Alcorta el 24 de mayo de 1907. El 7 de noviembre de 1933, el presidente Agustín P. Justo dispuso la ubicación de la bandera en homenajes y ceremonias públicas, sin mencionar los colores.

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Hace pocos días el país celebró el Día de la Bandera, impuesto relativamente hace poco tiempo si tenemos en cuenta que Belgrano la izó por primera vez, hace 200 años. La fecha fue establecida recién en 1938 por el presidente Ortiz, pese a que había sido creada de hecho por Belgrano en 1812, y oficialmente por el Congreso de Tucumán en 1816.

Una dilatada polémica por sus colores fue quizá una de las razones para que tuvieran que pasar 126 años sin que se instituyera la celebración.

La primera disputa por los colores comenzó cuando, luego de la Guerra de la Independencia, el país cayó en la guerra civil. El enfrentamiento entre federales y unitarios fue tan intenso, que hasta los colores de la bandera entraron en juego. Como al rojo federal los unitarios opusieron el celeste, el color cayó en desgracia mientras Rosas se mantuvo en el poder. Y por eso, a las originales fajas celestes de la enseña belgraniana, los federales las hicieron azules, y los unitarios casi blancas. Con los años, el azul federal ennegreció tanto que ya no representaba un cielo diáfano sino más bien uno casi nocturno, pero además, con agregados: cuatro gorros federales y un sol enrojecido.

Obvio, después de Caseros la bandera volvió a ser celeste y blanca, pero como las anilinas de entonces no resistían la intemperie, se comenzó a usar banderas más azules en fuertes, cuarteles, buques y edificios públicos.

Y así fue que en las primeras presidencias convivieron las banderas blanquiceleste y la azul y blancas, ambas creadas por el Congreso de Tucumán. La primera en 1816, y la segunda en 1818.
El primer presidente que se ocupó de la bandera fue Domingo F. Sarmiento, quien el 19 de mayo de 1869 dispuso el embanderamiento en días patrios, de casas y edificios.

En 1876, durante la presidencia de Nicolás Avellaneda, se desató la polémica por los colores de la bandera. Fue entre Bartolomé Mitre y Mariano Pelliza. Mitre, defensor del celeste, echó mano a un cúmulo de antecedentes: decreto de creación de la escarapela por la Asamblea del Año XIII; carta de Belgrano al Triunvirato en febrero de 1812; decreto del Congreso de Tucumán de 1816; Memorias de Paz; penacho de los Patricios; orden de Carlos III; manto de la Inmaculada y, por último, el famoso cuadro de San Martín pintado en Bruselas en 1827 conocido como “San Martín de la bandera”. Retrato pintado bajo expresas instrucciones del Libertador, y donde él está envuelto en la bandera celeste y blanca.

Mariano Pelliza, por su parte, defendió el azul, aludido por el Congreso de Tucumán en 1818. Sostiene que ese cuerpo había derogado la disposición de 1816, por eso que “una ley deroga la anterior”. Además, impugna el celeste aduciendo que la heráldica no admite “medios colores”. Al final, el 25 de abril de 1885, el presidente Julio Argentino Roca dispuso que la bandera del cuerpo diplomático argentino en el exterior debía ser azul y blanca.
El 9 de agosto de 1895, el presidente José E. Uriburu fijó las características para las banderas militares: “serán celeste y blanco”, dijo y esto fue ratificado por Figueroa Alcorta el 24 de mayo de 1907. El 7 de noviembre de 1933, el presidente Agustín P. Justo dispuso la ubicación de la bandera en homenajes y ceremonias públicas, sin mencionar los colores.

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