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Una ceremonia que mostró, esencialmente, el espíritu inglés

Sabado, 28 de julio de 2012 20:16

El cineasta Danny Boyle acaparó ayer los titulares de diarios de todos los rincones del mundo por la estrafalaria y caleidoscópica ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Si algo caracterizó a esta presentación fue, precisamente, su sello “british”, pues, más allá de lo visual y lo técnico, fue una gran exhibición del Reino Unido, que demostró su diversidad y vitalidad, mezclando la historia con la modernidad.

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El cineasta Danny Boyle acaparó ayer los titulares de diarios de todos los rincones del mundo por la estrafalaria y caleidoscópica ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Si algo caracterizó a esta presentación fue, precisamente, su sello “british”, pues, más allá de lo visual y lo técnico, fue una gran exhibición del Reino Unido, que demostró su diversidad y vitalidad, mezclando la historia con la modernidad.

Boyle, premiado con un Oscar por “Slumdog Millionaire”, describió su propio espectáculo como excéntrico y admitió que “todo lo que se mostró es parte del ser británico”.

Millones de televidentes de todo el mundo pudieron apreciar, en tres horas y media, una conjunción de despliegue visual en vivo y escenas filmadas que intentaron transmitir el espíritu, la historia, el humor y el patriotismo de una nación.

El espectáculo diseñado por Boyle, director de películas como la transgresora “Trainspotting” y “Slumdog Millionaire”, sobre la pobreza en la India, quiso encapsular lo mejor del Reino Unido, desde la Revolución Industrial hasta la música pop. Pero el guiño de Boyle al Estado de bienestar y a la sanidad pública en la ceremonia generó ayer un debate político en su país, donde algunos conservadores juzgaron a la ceremonia “demasiado izquierdista” y disociada de la realidad.

Uno de los momentos más emotivos de la ceremonia -destinado sobre todo al consumo interno- fue la celebración del Servicio Nacional de Salud (NHS), creado tras la II Guerra Mundial, y ahora amenazado por los recortes impuestos por el Gobierno conservador.

Más allá de las lecturas políticas, Boyle se propuso resumir en su espectáculo la esencia de la cultura a la cual pertenece a través de íconos como William Shakespeare (cuya obra “La tempestad” le sirvió de inspiración inicial para la ceremonia), el joven mago Harry Potter, The Beatles, Rolling Stones, David Bowie, Queen, Duran Duran, The Who, Eurytmichs, The Prodigys y Underground en la nutrida banda sonora; el agente 007 James Bond, Peter Pan, la malvada Cruella de Vil, Mary Poppins...

“En un país tan pequeño, es increíble la cantidad de música que fuimos capaces de producir”, había explicado Danny Boyle antes de la presentación, orgulloso de esa creatividad.

Desde un verde bucólico y un paisaje placentero hasta una chimenea que mostró la Revolución Industrial o la era de internet, el intento de Boyle por definir lo británico fue disparatado, surrealista, móvil y a menudo bastante confuso. “La Revolución Industrial comenzó aquí y cambió todo el mundo realmente, para bien o para mal”, afirmó el director antes de iniciar el espectáculo.

Cánticos y símbolos tradicionales ingleses, escoceses, galeses y norirlandeses simbolizaron la unión británica ante 80 mil personas en el estadio y una previsión de mil millones de telespectadores en todo el mundo.

En el epílogo, algunos comentaristas criticaron el show por su intento de ser “social y políticamente inclusivo y multicultural”, al retratar un beso lésbico en un montaje cinematográfico y al mostrar un símbolo antinuclear.

La pantomima del arribo de James Bond (Daniel Craig) junto a la reina Isabel en paracaídas al estadio generó una ovación de pie. También tuvo buenas críticas la aparición del humorista Rowan Atkinson, intérprete del personaje Mr. Bean, en una escena del filme “Carrozas de Fuego”.

Con este espectáculo, que costó 42 millones de dólares, Boyle también quiso mostrarle al mundo que “Reino Unido puede reírse de sí mismo”, por supuesto que sin alejarse de los estereotipos del humor inglés.

La inauguración de Londres podrá gustar más o menos, pero lo cierto es que la ceremonia propuesta por Boyle ha dado que hablar.

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