La Justicia condenó ayer a prisión perpetua a Marcelo “Marcelito” Antelo, quien se ganó el mote de “San La Muerte”, por cinco homicidios ocurridos entre febrero y agosto de 2010, en la zona del Bajo Flores.
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La Justicia condenó ayer a prisión perpetua a Marcelo “Marcelito” Antelo, quien se ganó el mote de “San La Muerte”, por cinco homicidios ocurridos entre febrero y agosto de 2010, en la zona del Bajo Flores.
El Tribunal Oral Criminal N§ 27 (TOC27) de la Capital Federal condenó a Antelo a perpetua, tal como lo había pedido la querella, en tanto que la fiscalía había reclamado la pena de 25 años de cárcel.
Antelo recibió el apodo de “San la Muerte” ya que habría invocado a la deidad que adoran los delincuentes a la hora de perpetrar los hechos, en una suerte de escalofriante ritual, según relataron varios testigos.
Una de las víctimas es Rodrigo Ezcurra, cuya familia fue querellante en la causa y reclamó perpetua para el acusado, un joven de 27 años estudiante de Filosofía que el 11 de abril del 2010 fue asesinado de un disparo en el pecho en el barrio Rivadavia I en un robo.
Algunos testigos señalaron a Antelo como autor del hecho, junto con otras personas aún no identificadas, y por el cual le robaron a Ezcurra la bicicleta y un celular.
En su acusación, la fiscalía había acusado también por otros hechos a Antelo, a quien endilgó el haber herido a balazos a un hombre en sus piernas, y también matar a otro para robarle 1.200 pesos.
Otro de las muertes de las que se acusó a Antelo es del asesinato de Marcelo Cabrera, perpetrado el 15 de agosto de 2010 junto con un amigo de la víctima, Pablo Zaniuk, también ultimado cuando ingresaban al barrio Rivadavia.
A Antelo, el fiscal Raúl Cavallini también lo acusó por los homicidios de Santos Valeroso Vargas y Jorge Eduardo Mansilla.
La condena fue impuesta por el TOC27, compuesto por los jueces Javier De La Fuente, Jorge Romeo y Federico Salva, tras un mes de juicio.
Acusó a la Policía
En las pocas palabras que pronunció ante el tribunal, Antelo negó los crímenes y acusó a la Policía de haberle “plantado” el arma que, según las pericias, fue la utilizada para cometer los asesinatos.
A lo largo del proceso quedó flotando la sensación de que Antelo no había actuado solo y que, incluso, habría filmaciones caseras de algunos de los episodios, que el imputado habría exhibido a sus allegados.