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Susana González: “Cuando me dijo 'mamá hacé algo por mí', se me cayó el mundo”

Domingo, 20 de octubre de 2013 01:44

“Mamá hacé algo por mí”. Esa frase le retumba a Susana cada vez que se acuerda de ese maldito día en el que su hijo le contestó que: sí, que se estaba drogando con paco. Llora cada vez que se acuerda de ese noviembre de 2007. Un noviembre caluroso en el que sintió que su vida ya no iba a ser nunca más igual. Y tuvo razón en su presentimiento, no lo fue.

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“Mamá hacé algo por mí”. Esa frase le retumba a Susana cada vez que se acuerda de ese maldito día en el que su hijo le contestó que: sí, que se estaba drogando con paco. Llora cada vez que se acuerda de ese noviembre de 2007. Un noviembre caluroso en el que sintió que su vida ya no iba a ser nunca más igual. Y tuvo razón en su presentimiento, no lo fue.

Susana González no es cualquier mujer. Los acontecimientos que sufrió a sus 55 años la hicieron distinta. Ella lleva una lucha sobre sus espaldas. Una pesada lucha que solo la explica el instinto materno.

Fuerte y sólida puso su vida a prueba cuando en varias oportunidades enfrentó a los vendedores de droga a quienes les reprochó cara a cara que estaban matando a su hijo menor. Incluso llegó a disfrazarse y simular ser una adicta para encontrar a esas “ratas” -como ella las denomina- que tienen la virtud de matar lentamente a los jóvenes.

Hizo lo que solo se ve en las películas porque su historia es el claro reflejo de esos casos en los que la realidad supera la ficción.

Es una de las fundadoras de la asociación Madres de Lucha contra el Paco, junto con su amiga del corazón, Norma Santillán.

El Tribuno fue a buscar a Susana al centro de salud donde trabaja. Allí, en una oficina minúscula, separada por biombos de madera y cargada de carteles con recomendaciones sobre hábitos saludables y calendarios de vacunación, esta mujer se dispuso a contar su lucha contra el paco.

No es salteña, nació en Buenos Aires. Cuenta que los golpes físicos que recibía fueron el motivo principal que la motivaron a venirse a Salta. Y no llegó sola. Tres pequeños venían con ella. En la década del ochenta, Susana se casó nuevamente y tuvo tres hijos más . El menor de ellos, es el que se llevó gran parte de su vida y el que sacó de ella, lo mejor de una madre.

Tiene una mirada crítica sobre los funcionarios y la política. No se come ningún “verso” y conoce de promesas. Incumplidas, claro está.

¿La primera vez que se involucró en la lucha contra las drogas fue a partir de que descubre que su hijo era adicto al paco?

No, un poco antes. Antes de que yo me enterara de boca de mi propio hijo que se drogaba con paco, ya ayudaba a otras mujeres que sufrían por las adicciones de sus hijos. Pero no imaginé que me iba a pasar a mí. Hubo una madre que me tocó el alma. Fue el puntapié inicial. Sentí un dolor fuertísimo cuando me puse en su lugar. Ella vino golpeada. Claudia, se llamaba. Vivía en barrio Convivencia. Estaba destruida cuando se acercó para pedirme ayuda porque su hijo se drogaba. Al mismo tiempo conocí a Norma Santillán, mi amiga del alma y una de las fundadoras, al igual que yo, de Madres de Lucha contra el Paco. Su hijo también estaba en las drogas así que nos fuimos apoyando entre nosotras.

Cuando su hijo confesó su adicción, ¿sintió que le había fallado?

No. Yo por lo menos no lo sentí, tampoco lo siento ahora que mi hijo se está recuperando. Pero si hay padres que lo sienten. Siempre fui una madre que le dio cariño a sus hijos. Además había mucha comunicación entre mis hijos y nosotros -mi marido y yo-.

¿Sospechaba que esto estaba pasando? ¿Cómo comenzó la adicción de su hijo?

El comenzó juntándose en la esquina con sus amigos. En un primer momento, uno ni lo sospecha, porque es tu hijo, hablás con él y observás que no hay malos antecedentes familiares que te conduzcan a eso. Pero pasa. Pasa y es un dolor tremendo. Durísimo. Mi hijo tenía 15 años. Iba a la escuela Padilla. Comenzó faltando mucho y todos los días me pedía dinero. Lo comencé a ver cada vez más flaco. Ahí la sospecha era inevitable. Un día me lo cruzo con un chico que lo llevaba en bicicleta cuando el siempre nos pedía plata para el colectivo. Era noviembre de 2007. Empecé a intuirlo. Hablábamos mucho con el sobre todos los temas: sexualidad, drogas. Decidí ir al colegio para averiguar cómo iba y me dijeron que no estaba yendo. Cuando llegué a mi casa lo encaré y ahí me contó que estaba fumando paco.

¿Cómo fue ese momento?

¿Cómo fue?...(Llora)

¿Qué sintió?

(Espera hasta que la angustia y el llanto sofocado le devuelven la voz). Sentí, sentí que se caía el mundo. Literalmente es como si todo se te viniera abajo, porque sentís que tu hijo se está matando. Ahí sí te preguntás, ¿qué hice Dios? Encima con paco. Decís porqué si toda mi vida estuve pendiente de ellos, porqué me paga así. Me mató cuando me dijo: “Mamá, hacé algo por mí”.

Cuándo usted le preguntó por que lo hacía ¿qué le dijo?

Le pregunté, pero a un adicto nunca le podés creer.

¿Qué fue lo primero que hizo ? ¿Cómo se modificó la dinámica dentro de su familia?

Los convoqué a los padres de los chicos que se drogaban con él. Y les dije lo que estaba pasando. Algunos reaccionaron. Y con Normita fundamos Madres de Lucha contra el Paco. Ahí dimos la batalla. Recorrimos todos los barrios de la zona sudeste para detectar los puntos de ventas. Hicimos nuestro propio mapa de la droga. Y combatimos con el corazón. Se modificó completamente la dinámica en mi familia porque los adictos comienzan a tener comportamientos extraños. Te roban todo, todo, todo para comprar droga. En mi casa llegó un momento en el que teníamos cuatro platos, cuatro juegos de cubiertos y cuatro vasos. El resto desaparecía. A mí me vendió seis veces el celular. Cambié los horarios de mi trabajo y mi esposo renunció para dedicarse a él. Nos desvalijaba la casa. Vendió la plancha, mis zapatos y ropa.

¿Qué fue lo más sorprendente que hizo en el marco de su lucha?

Muchas cosas. Llegué a encadenarlo a la pata de la cama así no se escapaba a drogarse. El largo de la cadena le permitía ir hasta el baño. Pasé noches al lado de él, viéndolo sufrir, hablándole sentada al costado de su cama.

(Nota de la Redacción: Susana muestra las fotos de su hijo en el celular. Un chico joven, ultra delgado y en notable estado deteriorado).

¿Qué medidas tomaron para que se recupere?

Lo mandamos al Chaco y también a Betania que es un muy buen centro. También fue al Centro Integral Provincial Sanitario, pero la atención es pésima, pésima. Les dan muy mala alimentación, son desordenados y no hay profesionales muy buenos. Fue a varias instituciones

Susana, ¿con quién se desahogaba?

Con Norma. Estuve con ella siempre y nunca me dejó sola. Compartíamos el mismo dolor, las mismas angustias. Ella también tenía un hijo adicto.

¿Cómo encaró la lucha contra los proveedores de paco?

Entre tantas cosas, una que recuerdo es que me disfrazaba de paquera. Y me salió muy bien. Lo que quería era encontrar a los vendedores de droga. Iba a comprar al barrio Don Santiago, y a 26 de Marzo. Lo único que me interesaba es que los metan presos porque sentía que se burlaban en mi cara. El gran encuentro lo tuve con un vendedor en la puerta de su casa. Cansada y con mucha impotencia fui y lo encaré.

(Nota de la Redacción: mientras Susana habla, sus palabras chocan en los tres biombos de madera que conforman su oficina. Chocan y vuelven, hacen eco. Su voz tiene sonido a dolor pero también a orgullo y valentía).

Susana lo enfrentó. Cuenta que lo hizo sin temor, nada le importaba en ese momento. Quería desquitarse. Agarró al vendedor en la puerta: “Yo no sé manejar pero un día de estos te juro que te voy a pasar con el auto por encima. En serio te digo. ¿Y sabés por qué? ­Porque vos estás matando a nuestros hijos! ­Basura!

No terminan ahí sus hazañas porque a otro vendedor se lo cruzó en la plaza y con bate de béisbol le golpeó los testículos.

Y fuerte, según relata.

Susana, ¿los hospitales están preparados para tratar a los adictos?

En absoluto. Nada en el sistema de salud funciona para tratarlos. Es la mentable.

¿Qué hizo entonces con Mariano?

Le puse un suero en mi casa para que se le limpiara el hígado, se depurara y le di vitaminas durante 15 días y
mejoró mucho. Anduvo bien pero vol­vió a caer. ¿Pero sabés porqué? Porque en todos lados están vendiendo. En to­dos lados. Hoy no se recuperó todavía, pero estamos en eso.

¿Cómo observa el desempeño del Estado en la lucha contra las drogas?

Mal, de corazón... mal. Siento que a nosotras nos dieron la espalda. No sólo eso sino que ví con mis ojos lo cruel de la política. A nuestro grupo inicial de Madres de Lucha contra el Paco lo divi­dieron. Ahora hay excompañeras de lucha que se fueron con el Gobierno. Y bueno, que se yo. Pasan esas cosas. Nuestra lucha con Norma sigue en pie. Y seguirá.

A ustedes ¿el Gobierno provincial les prometió muchas cosas?

Uffff. Tantas promesas, tantas promesas, que no son más que palabras, lindas palabras. A quien si ví trabajar
duro y con mucho profesionalismo es al fiscal Guillermo Toranzos. Es un ejemplo en ese sentido. Un profesional
con todas las letras. Lo que me indigna es la soberbia que hay de parte de los funcionarios.

Y el ministro de Seguridad, Eduardo Sylvester, ¿qué rol jugó con ustedes? ¿Pudieron coordinar acciones en conjunto?

No, no lo conozco.

¿Por qué cree que destinan tan poco dinero a combatir las adicciones y mejorar la prevención?

Porque no les interesa. Es sencillo. Es fácil. No quiero hablar con el gobernador Juan Manuel Urtubey, ni con nin­
gún funcionario porque ya los conoz­co, por eso no me interesa. Aparte a Urtubey no lo conozco desde que es
gobernador. No, no, lo conozco desde los años noventa, así que, que no pierda la memoria.

Y el rol de la policía...

Siempre me acuerdo que el jefe de la Policía de Salta me dijo una vez: “cuando yo sea jefe de policía, usted
no va a llorar más”. Pero al pastorcito se le escaparon las ovejas. No se va a ir por la puerta grande, se va a ir por la puerta chica como todos los jefes de policía que hubo en Salta. Nos dio la espalda y él lo sabe.

(Nota de la Redacción: días atrás Su­sana denunció la falta de compromiso de efectivos policiales para intervenir.
“Le decís allá venden y te dicen no puedo hacer nada”, contó).

¿Con qué sueña Susana?

Sueño con... (llorando mira hacia arriba como si buscara la fecha en la que se haría realidad lo que anhela)
con verlo a mi negrito sano. Que ven­gan y me digan doña Susana ¡qué bien que lo veo a Marianito! Levantarme y
verlo recuperado, alegre, saltando por las ganas de vivir. Cuando mi hijo se recupere va a ser otra la vida.

 

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