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17 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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Los Tejadas y la hacienda San Miguel de los Cerrillos

Domingo, 10 de noviembre de 2013 02:57

En el pueblo San José de los Cerrillos todavía existe una zanja que la gente llama “Acequia de Tejadas”. Es la que llevaba agua a aquella gran propiedad que fue de los jesuitas y más tarde de don Manuel Antonio Tejadas, el español que aquí fundó la familia de ese apellido.

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En el pueblo San José de los Cerrillos todavía existe una zanja que la gente llama “Acequia de Tejadas”. Es la que llevaba agua a aquella gran propiedad que fue de los jesuitas y más tarde de don Manuel Antonio Tejadas, el español que aquí fundó la familia de ese apellido.

Luego de la expulsión de los jesuitas ordenada por el rey Carlos III, en 1767, Tejadas adquirió en pública subasta la hacienda de San Miguel de los Cerrillos, una de las temporalidades (propiedades) que la orden habían fundado tres leguas al sur de la ciudad. “Su extensión -dice Bernardo Frías en “Tradiciones históricas”- era dilatada y trescientos arrenderos poblaban y cultivaban sus campos. La acequia de Tejadas, que hasta hoy conserva su nombre y que daba de beber a aquella población, era tomada del caudal del río de la Quebrada del Toro. Ella movía sus molinos, regaba sus sembradíos y daba refrigerio a las familias en los días de verano. La casa, espaciosa y cómoda, alzábase, como hasta hoy (1930), a espaldas de aquellos graciosos cerrillos que le dieron nombre”.

También cuenta Frías que la hacienda “ya era valiosa pero que Tejadas le dio más valor plantando olivos, cepas de viñas y frutales, entre los que se hicieron famosas las manzanas. Las viñas dieron uvas tan ricas y abundantes, que corriendo y corriendo los años, todo el "Ejército de la Patria', al mando del riquísimo sordo D. Pepe (José) Rondeau, encontró con qué alimentarse por tres días en 1816, al fin de los cuales, agotadas las uvas de Tejadas, tuvieron que transar (Pacto de los Cerrillos) y dejarlo a Gemes al frente de la defensa de la patria, que ellos no supieron realizar. Con esas uvas Tejadas intentó hacer vino pero, al igual que otros en el Valle de Lerma, fracasó en eso de mercar con la fabricación de ricos y sostenidos caldos, porque se vuelven vinagre luego, atribuyéndolo unas veces a la abundancia de agua y en otras a las avispas que las pican y la predisponen a la descomposición”. Sin embargo, otra fue la suerte de los trigales con sus doradas espigas y de los alfalfares donde engordaban las mulas que luego eran arriadas al Perú y cambiabas por sacos de oro.

Cuando llegó la Guerra de la Independencia, Tejadas, como español que era, se sumó a los realistas y su finca San Miguel “sufrió las consecuencias que imponían las circunstancias, siendo, en más de una oportunidad, campo de batalla”.

Los 14 años que duró la guerra (1810-1824) perjudicaron económicamente a los terratenientes del Valle de Lerma, entre ellos a los Tejadas, que se vieron obligados a abandonar el mercado del Alto Perú.

Servicio militar gaucho”

Pero lo peor para los terratenientes fue la resolución de Martín Gemes, tomada luego de una reunión con ellos en la casa del Previsor Figueroa, en 1820. Allí se resolvió que los gauchos arrenderos que prestasen servicio militar a la “Patria” no pagarían su arriendo a los dueños de las fincas. Esto perjudicó a los Tejadas que en Cerrillos tenían 300 arrenderos.

Años después de la pacificación, el canónigo Juan Tejadas, hijo de don Manuel Antonio, reclamó indemnización por lo perjuicios de la guerra. En un escrito argumentó: “En la ruina general de las propiedades, debido al dilatado curso de la revolución, ninguno ha experimentado más vivamente el furor y estrago que ésta que yo tengo, nominada Cerrillos...”.

El Gobierno respondió recordándole al canónigo la reunión de Gemes con los propietarios en lo del Previsor Figueroa y arrimó esta razón: “Si los gauchos, por razones de servicio militar, por el abandono de sus infelices familias, de sus sembradíos y pérdidas de sus cosechas, como los ha sucedido muchas veces en las invasiones de los enemigos, fueron aliviados con dispensarles la paga de sus arriendos de los terrenos que ocupan y con anuencia de los propietarios, durante la guerra, se ha cumplido en ellos con un acto de justicia”.

Un remate por la nada

Según Frías, los Tejadas, “desbarrancados y sin remedio sus intereses, sacóse a remate la hermosa heredad de San Miguel de los Cerrillos”. Dos potentados ricos de entonces se disputaron la hacienda: José Ramón Navea y Juan Galo Leguizamón. “Navea se la quedó, pagando en la subasta 7.000 pesos, y quedándose de dueño de los que en nuestros tiempos (1930) hubiera pagado a la mitad de un millón, sino un millón entero”. Y fue a don Saturno Tejadas a quien le tocó la dura misión de entregar la hacienda San Miguel.

El oratorio y la despedida

Como todas las grandes salas de las fincas rurales, la de Tejadas en los Cerrillos tenía en el extremo de la galería exterior un oratorio donde estaba el arcágel San Miguel, patrono de la finca y antiquísimo vencedor del diablo.

Así fue que cuando don Saturno Tejadas, “alto, delgado, de cabeza y patillas blancas, concluyó de hacer entrega a José Navea de la casa que había sido de su padre, entró con paso firme al oratorio en medio de los concurrentes -interesados, escribano, juez y viejos amigos-. Iba sombrero en mano, alta y sombría la frente, y la expresión del rostro revelando dos virtudes del varón antiguo: la grandeza de espíritu ante los golpes de la adversidad y la pena amarga y honda que traspasaba su pecho. Y en llegando al altar -continúa Frías-, en cuya altura se destacaba el santo patrono de la hacienda, con voz entera y clara, don Saturno le dijo: "Señor San Miguel, patrón de mi casa,vengo a despedirme de vos. Ya no nos volveremos a ver sino en el valle de Josafath. ­Adió!'.Y dando la vuelta, abandonó para siempre los muros que quedaban a su espalda”.

 

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