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16 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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Salta y el asesinato de John Fitzgerald Kennedy

Domingo, 24 de noviembre de 2013 04:00

El viernes pasado hizo cincuenta años del asesinato del presidente norteamericano John Fitzgerald Kennedy. Esa día en Salta la mañana estaba fresca y tranquila hasta que pasada las dos y media de la tarde, la sirena de El Tribuno comenzó a ulular. Los habitué de los cafés Jockey, Roma y City salieron atropellándose para saber que pasaba. Muchos rumbearon hacia las pizarras de El Tribuno que por entonces estaba en Deán Funes 92. Una, transcribía un cable de AFP. Era breve e impactante: “Dallas (Texas) 22. A las 12.30 hora local, asesinaron al presidente Kennedy. Un balazo en la sien apagó su vida en Dallas...”.

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El viernes pasado hizo cincuenta años del asesinato del presidente norteamericano John Fitzgerald Kennedy. Esa día en Salta la mañana estaba fresca y tranquila hasta que pasada las dos y media de la tarde, la sirena de El Tribuno comenzó a ulular. Los habitué de los cafés Jockey, Roma y City salieron atropellándose para saber que pasaba. Muchos rumbearon hacia las pizarras de El Tribuno que por entonces estaba en Deán Funes 92. Una, transcribía un cable de AFP. Era breve e impactante: “Dallas (Texas) 22. A las 12.30 hora local, asesinaron al presidente Kennedy. Un balazo en la sien apagó su vida en Dallas...”.

Los hechos

Hoy, a medio siglo de la tragedia, podemos reconstruir las últimas horas del presidente Kennedy gracias al archivo de El Tribuno. Por él sabemos que la noche del 21 y 22 de noviembre de 1963, Kennedy y su esposa pernoctaron en Fort Worth, Texas, a unos 50 Km de Dallas. Al día siguiente, al abandonar el hotel, Kennedy conversó con un grupo de demócratas que no podrían ingresar a la conferencia que iba a dar en el Hotel Texas.

A las 10 (hora local), el matrimonio llegó al hotel donde la Cámara de Comercio había organizado la conferencia. Al ingresar, 2.500 personas los aplaudieron de pie mientras les entregaban presentes. Un texano les regaló un par de botas a cada uno y al presidente, un sombrero vaquero que prometió usarlo el lunes siguiente en la Casa Blanca.

A las 11 (hora local) abandonaron el hotel y se dirigieron al aeropuerto militar de Caswell para volar a Dallas. Una hora después llegaron a destino. Jacqueline salió primero del avión y al pie de la escalerilla un grupo de mujeres le entregó un ramo de rosas rojas, mientras una multitud de jóvenes le gritaban “Hey Jakie”. En tanto al presidente, lo rodeó un enjambre de gente sin que se escuchara una sola manifesta hostil.

Luego, el matrimonio subió al Continental Ford descapotado que, precedido y seguido por otros coches, tomó el camino a Dallas.

La marcha fue lenta pues una multitud saludaba a los Kennedy desde la vera del camino. Casi a las 12.30 la caravana llegó al nudo donde el camino ingresa a la autopista de cinco vías. Desde allí los coches se dirigieron al edificio de Dallas Trade Mart, donde el presidente hablaría luego de una comida en su honor.

El andar se hizo más lento y en eso, Jacqueline se inclinó para decirle a su marido: “No puedes decir que Dallas es hostil”. Fue lo último que John Kennedy escuchó. Cuando ella volvía a su postura, impactaron los disparos que destrozaron el cráneo y la vida del presidente de los Estados Unidos. Los estampidos y el grito de Jacqueline estremecieron al mundo. Aquí, el día estaba soleado y tranquilo. Eran las dos y media de la tarde.

En París, el general Charles De Gaulle dijo: “El presidente Kennedy ha muerto como un soldado, bajo el fuego, en el cumplimiento de su deber y al servicio de su país”.

Paulo VI al enterarse del magnicidio se retiró a su capilla para orar por quien lo había visitado en julio.

Aldo Moro, primer ministro italiano, que luego correría una suerte parecida, dijo: “Estos años de política valiente, renovadora, es la razón por la que el presidente Kennedy ha sido locamente suprimido...”. Nikita Khurschev, primer ministro de la URSS, supo de la muerte de Kennedy en Ucrania. Urgente regresó a Moscú y en la embajada de EE.UU. presentó sus condolencias.

Desde Cuba, y por radio, Fidel Castro condenó el hecho diciendo: “Es una grave y mala noticia”.


El Tribuno del “22N”

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Ese viernes 22 de noviembre de 1963, la tapa de El Tribuno tenía cuatro títulos destacados: “Buscan una fórmula de transacción con las compañías norteamericanas”. Aludía a los contratos petroleros anulados por el gobierno de Illia. A mitad de tapa: “Llega a Francia el canciller alemán Erhard”. Más abajo: “Son cordiales las relaciones con el FMI”, decía Blanco, ministro de Illia. Y casi a pie de pagina: “China Popular apoya los derechos de Camboya”.
En la página central había cuatro fotos: dos con los egresados del Colegio Nacional; otra de empresarios presentando los automóviles Siam Di Tella; y la cuarta del Dr. Arturo Oñativia, nuevo ministro de Salud Pública de la Nación. Abajo, una nota decía que por la tarde arribaría de Buenos Aires y que un comité de recepción lo esperaría en El Aybal. Una caravana encabezada por un radical de viejo cuño, el Dr. Carlos Posadas, lo acompañaría hasta la ciudad.
En Locales, se informaba que ese día se cumplían 20 años de la independencia del Líbano.
En “Carnet Social”, una “Unica Participación” avisaba a la “sociedad y al clero” que al día siguiente se casarían en la iglesia de La Viña, Mirta Cora Valdecanto con Juan Recchiutto.
En “Deportes”, la nota destacada era que el volante salteño Nicolás Arias Uriburu (c/foto) estaría en el Gran Premio Turismo de Carretera.
En el ámbito nacional, aún se comentaban las palabras de Kennedy dichas en Miami. Al referirse a los contratos petroleros recién anulados por el gobierno argentino, había dicho: “Ninguna nación debería violar los derechos de las otras en el marco de los principios reconocidos por el derecho internacional”.
Una noticia local destacada era que el profesor Carlos Pompilio Guzmán era el nuevo presidente del Consejo General de Educación.
 

 

 

 

 

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