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Caprichos desde el poder

Domingo, 08 de diciembre de 2013 01:52

Los seis cambios en el gabinete provincial, que se efectivizarán mañana, son una respuesta a la derrota del oficialismo en las elecciones. Una respuesta narcisista e irritante.

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Los seis cambios en el gabinete provincial, que se efectivizarán mañana, son una respuesta a la derrota del oficialismo en las elecciones. Una respuesta narcisista e irritante.

No lo reconocen, como no admiten tampoco la derrota aunque resulte imposible explicar la pérdida de votos que se redujeron casi a la mitad en dos años. El cuarto puesto del PJ en la capital es una señal de debacle. Durante la campaña, que Juan Manuel Urtubey asumió como propia, remarcaron constantemente el apoyo de los 59 intendentes. Con el aparato del Estado a su disposición y con colectoras financiadas también por el Estado, Rodolfo Urtubey no llegó al 29 por ciento de los votos para senadores nacionales.

Peleado con todos

Con la designación de los nuevos ministros, el gobernador no sólo volvió a desairar a los socios del Frente para la Victoria, sino que demostró un desprecio olímpico por el PJ, que se vio obligado a contemplar como cinco jóvenes amigos de Urtubey, sin una historia personal que acredite experiencia en la gestión, asumen roles centrales en la administración de la provincia. El sexto, ni joven ni amigo personal, es el abogado, médico y diputado Oscar Villa Nougués, cuya formación como sanitarista se desconoce y que fue elegido sin consultar la opinión del PRS.

Eduardo Sylvester, de casi 34 años, será el nuevo ministro político, encargado de restañar las innumerables heridas que dejó la batalla electoral. En primer lugar, deberá tratar de dar respuesta a los duros cuestionamientos surgidos en el seno mismo del PJ y que desencajaron a Urtubey durante el congreso partidario. La otra tarea que espera al sucesor de Julio Loutaif es la de recomponer el vínculo con el Partido de la Victoria. Sus dirigentes no dudan de que es a ellos a quienes Rodolfo debe su banca. Se dice que les prometieron la candidatura a vice para 2015, pero de los seis ministerios vacíos, no les dejaron ninguno.

La respuesta al “aplazo” de las urnas no apunta a fortalecer la gestión. El nuevo el gabinete no es un equipo de líderes con peso político propio. Es más bien un círculo de amigos, prácticamente anónimos, sin currículum ni poder de decisión. La única figura fuerte que queda en ese gabinete es la del ministro de Hacienda, Carlos Parodi.

Casi al mismo tiempo, como para despejar cualquier duda acerca de lo que entiende por “tener y ejercer el poder”, Urtubey logró sancionar la ley electoral para 2015, adelantándola para el primer semestre. La sociedad, seguramente, tiene otras urgencias.

Fin de la ilusión

En Salta capital, el escándalo protagonizado por el Partido Obrero, incapaz de acordar con los demás bloques la conducción del Concejo Deliberante, fue una muestra de la vulnerabilidad de la política. Los parlamentos están concebidos como el espacio del acuerdo. El PO, que idealiza las asambleas manejadas por barras regimentadas, debutó en la nueva función con la peor imagen, la de los matones. Jugaron a todo o nada. Ellos lograron el 30 por ciento en las elecciones de concejales, pero cuando se eligió intendente, hace dos años, la “voluntad popular” los descartó.

No existe ninguna ley ni ninguna tradición política que diga que la presidencia de un cuerpo corresponde a la primera minoría, sino a quien el cuerpo elija. Cuando les tocó salir del cómodo rol de opositores, Arturo Borelli y los suyos llevaron el conflicto a un punto de no retorno. Es cierto que la intransigencia del PJ, obstinado en volver a poner en la presidencia a Turi Rodríguez, demostró falta de pulso en momentos cruciales.

La situación fue casi anárquica, porque de ambas partes pretendieron más de lo que los números les permitían aspirar.

Quedó en claro, en definitiva, que la política salteña tiene un largo camino que recorrer para pasar de la mera construcción del poder a lo que se espera de una gestión de gobierno.

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