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"El acuerdo con Irán puede beneficiar al Gobierno, pero no al país"

Domingo, 17 de febrero de 2013 17:22

Creo que los escraches tienen como finalidad la irrupción de expresiones que escapan al marco de la legalidad.

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Creo que los escraches tienen como finalidad la irrupción de expresiones que escapan al marco de la legalidad.

En la oposición lo que se advierte es todavía una gran fragilidad para crear acuerdos y convergencias.

Es uno de los intelectuales más reconocidos de la Argentina y su pensamiento es muy tenido en cuenta por varios sectores de la sociedad. Se lo ve relajado, de buen humor y con ganas de responder a todo lo que se le pregunta. “La Presidenta ha sido tanto promotora como víctima de los escraches”, disparó el sociólogo con su particular tono pausado. Santiago Kovadloff recibió a El Tribuno en su departamento porteño de Barrio Norte y analizó muchos aspectos de la política actual. “En las familias de clase media es donde con más evidencia irrumpió la disidencia entre prooficialistas y antioficialistas”, sostuvo. Además, aseguró que es “muy difícil” prever qué es lo que puede pasar en las elecciones y consideró que, con el memorándum por la AMIA, “Argentina se está traicionando a sí misma”. 

Cómo sociólogo, ¿qué análisis hace de los escraches sufridos por políticos y periodistas que hubo últimamente?

Yo diría que no son experiencias equivalentes las que sufrió el vicepresidente de la Nación (Amado Boudou) y el viceministro de Economía (Axel Kicillof). Boudou se presentó en un acto público y político en el ejercicio de su investidura como vicepresidente, y en lugar de ser primordialmente ovacionado como suele ocurrir con sus partidarios, en esa oportunidad fue silbado por quienes no coinciden con él. Pero no se trató estrictamente de un escrache, porque tuvo lugar en el marco de un escenario político explícito, en el que las investiduras juegan un papel dominante. A Kicillof se lo descalificó en el marco de un escenario en el que transitaba con su familia en carácter de pasajero, y fue objeto de una descalificación brutal por parte de quienes, no coincidiendo con él, no vacilaron en insultarlo incluso con expresiones antisemitas. Entiendo que las disidencias con este Gobierno deben expresarse por los canales adecuados, que son las manifestaciones políticas en marcos políticos, y que los escraches son siempre una expresión de desmesura ocasionada en parte por los hartazgos de las vías políticas adecuadas para expresar la disconformidad. Y en parte también por el hartazgo que provoca en buena parte de la población las medidas que este Gobierno toma. Yo no coincido con la forma en que fue tratado Kicillof, aunque no tenga con él ninguna coincidencia. Una diferencia entre los escraches y las disidencias políticas es que estas nunca desbordan hacia la descalificación personal. Cuando esto ocurre, y el Gobierno practica con frecuencia escraches y descalificaciones personales, estamos fuera del campo de la política. 

Algunos dicen que el Gobierno es el primer escrachador, ¿coincide?

No sé si es el primer escrachador, pero no ha vacilado nunca en practicar escraches de toda índole: tomando comisarías, comprometiendo la idoneidad de los jueces supremos de la Nación y manifestándose en contra de todo aquel que no coincide con él. En ese sentido, la Presidenta de la Nación ha sido tanto promotora como víctima de escraches. Creo que este es un Gobierno que en la medida que alienta la concepción del adversario como enemigo, promueve la existencia de un terreno propicio para la irrupción de los escraches. 

Da la sensación de que hay escraches que se toleran, por ejemplo contra los represores, y otros que no.

Yo he manifestado a lo largo de toda mi vida mi disidencia contra la dictadura militar. Pero no coincido con los escraches. Creo que los escraches tienen como finalidad la irrupción de expresiones que escapan al marco de la legalidad. Yo creo que una sociedad madura se mantiene dentro de la ley y toma conductas que responden a lo que la ley plantea. Con los escraches, la sociedad está evidenciando un descontrol que acusa la ausencia de canales legítimos para expresar las disidencias. 

¿Cuáles deben ser esos canales?

En el caso de los represores, por ejemplo, su enjuiciamiento y su condena. En el caso de un viceministro de Economía, la manifestación parlamentaria de las disidencias con sus medidas. El propio Nelson Castro fue víctima de un escrache porque se le impidió permanecer en un lugar en donde fue a comer un sándwich, y me parece que esas acciones son un preludio de una violencia que va más allá de las palabras. Eso es sumamente peligroso y estéril para una sociedad que, debiendo reforzar su fortalecimiento económico y su fortalecimiento jurídico, termina tomando medidas que hacen de los adversarios verdaderos enemigos. 

Teniendo en cuenta el enorme apoyo que tuvo este Gobierno en las últimas elecciones, ¿cómo se explica que en muchas familias o grupos de amigos haya semejante nivel de agresión cuando se discute de política?

Hay que ver en qué momento situamos el análisis. Hubo momentos en los que la clase media y los sectores productivos apoyaron con decisión a este Gobierno por entender que su orientación les era favorable. La Presidenta obtuvo en 2011 un respaldo electoral notable porque la clase media se sumó a los sectores más desvalidos, que fueron aquellos que tradicionalmente le brindaron apoyo a la Presidenta y que no superan el 30 por ciento de la población.

Pero en momentos en los que la política económica del Gobierno ya no evidencia la generosidad que había manifestado en otras etapas, la clase media se repliega, disiente con el Gobierno y ya no le brinda apoyo. En las familias de clase media es donde con más evidencia irrumpió la disidencia entre prooficialistas y antioficialistas. El tema es que el Gobierno alentó en los jóvenes un nivel de participación política que permitió, unido a un cierto discurso progresista, ganar el apoyo de muchos jóvenes que ven aún hoy en el Gobierno una alternativa renovadora para el país.
Yo particularmente no coincido con esa lectura, pero no porque no sea joven, sino porque creo que este Gobierno en la mayor parte de sus medidas opera con criterios más cercanos al siglo XIX que al siglo XXI. Y además, que toma actitudes muy teñidas con un estilo demagógico aún cuando muchas de sus actitudes sean o parezcan ser progresistas. Yo creo que hay, en el sentido parcial, actitudes y medidas que este Gobierno ha tomado que son muy buenas; pero en términos generales su orientación para mí es conservadora, fuertemente asentada en criterios caudillescos y básicamente definida por la intolerancia a la disidencia.

El tema AMIA

En su condición de persona judía, ¿qué visión tiene del acuerdo con irán por la causa AMIA?

Este es otro tema que pone de manifiesto, a mi entender, otra actitud totalmente negativa que tiene el Gobierno en su política exterior. Su necesidad de realineamiento ideológico con Irán y con los países de América Latina que tienen con Irán una relación de apoyo y de dependencia, hace que la Argentina esté en este momento rifando su soberanía y su conocimiento de la verdad, a favor de un acuerdo que creo que puede ser beneficioso para este Gobierno pero no para el país. Sobre todo, se va a ganar el repudio de quienes en la Argentina y en todo el mundo saben perfectamente que representa el gobierno de Ahmadineyad. Argentina está negociando con un gobierno profundamente antisemita, no solo antiisraelí, puesto que la negación de la SHOA es una de sus características. Está negociando con un gobierno que busca alentar su armamentismo nuclear en desmedro de las medidas que internacionalmente se han tomado para prever que esa expansión no tenga lugar en Irán por el riesgo que significa para el mundo. Está negociando con un gobierno que busca la destrucción de Israel como Estado soberano. Sobre todo, Argentina está negociando con quienes han participado en la aniquilación de personas inocentes como fueron todas las víctimas de la AMIA y todas las víctimas de la embajada de Israel.

¿En qué puede beneficiar este acuerdo al Gobierno?

El Gobierno está buscando con desesperación su inscripción en el marco de un intercambio económico importante que le permita contar con nuevas fuentes de recursos, tanto energéticos como económicos y comerciales. Creo el Gobierno iraní está dispuesto a avanzar en esas negociaciones siempre y cuando el Gobierno argentino reniegue de lo que sabe sobre los atentados a la AMIA y la embajada de Israel. Si eso ocurriera, como yo imagino que ocurrirá a través de este acuerdo, Argentina se habrá traicionado a sí misma a través de su Poder Ejecutivo.

Si las elecciones fuesen hoy, ¿qué supone que pasaría?

Es difícil preverlo con certeza. El Gobierno está empeñado en ganar espacio electoral en las legislativas para asegurarse la mayoría que necesita para poder impulsar la re-reelección de la Presidenta. En la oposición lo que se advierte es todavía una gran fragilidad para crear acuerdos y convergencias que privilegien la conciencia de que mucho más que una figura que ejerza un liderazgo territorial, la oposición necesita acuerdos intersectoriales que reflejen la demanda popular de una oposición muy numerosa como la que se puso de manifiesto en los cacerolazos del año pasado. El programa es todavía muy confuso.

Muchos reclaman acuerdos políticos en la oposición pero hay partidos muy distintos, como el Pro y el socialismo.

Depende lo que esté en juego. La historia argentina está llena de ejemplos interesantes y la europea también. Uno nunca se hubiese imaginado que el capitalismo occidental y el socialismo ruso de Stalin iban a llegar a un acuerdo para enfrentar a Hitler. Sin embargo, supieron priorizar esa convergencia por sobre las disidencias sustanciales que tenían. Se dieron cuenta qué era lo prioritario. En nuestra historia, las provincias unidas del Río de la Plata pudieron priorizar la necesidad de declarar la independencia para enfrentar a los españoles con energía. Ese acuerdo se gestó en la concepción de que primero había que lograr la emancipación nacional y luego dirimir las diferencias internas. Hoy en la Argentina la oposición tiene un desafío fundamental: saber si le dará respaldo o no a la Constitución nacional y a la concepción del sistema político republicano y democrático. Si se privilegia esa concepción, se sabrá encontrar la unidad indispensable para luego abordar las diferencias que puedan existir entre muchos líderes.

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