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Cuerpos en alquiler: buscan un espacio en la zona sur

Domingo, 10 de marzo de 2013 11:39
“Esto no es apología de la prostitución; el Estado no tiene políticas laborales para nosotras y necesitamos trabajar para vivir”.

En las calles existen tantas historias como personas. Y en estos días en que las prostitutas de Salta salieron a reivindicar sus derechos y a reclamar un lugar para ejercer su actividad, asaltan la memoria los relatos de mujeres, travestis y transexuales con el curriculum lleno de vueltas al perímetro de cemento, cargado de impotencia, de repudio a la indiferencia, de exclusión y maltrato, pero vacío de resignación.

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“Esto no es apología de la prostitución; el Estado no tiene políticas laborales para nosotras y necesitamos trabajar para vivir”.

En las calles existen tantas historias como personas. Y en estos días en que las prostitutas de Salta salieron a reivindicar sus derechos y a reclamar un lugar para ejercer su actividad, asaltan la memoria los relatos de mujeres, travestis y transexuales con el curriculum lleno de vueltas al perímetro de cemento, cargado de impotencia, de repudio a la indiferencia, de exclusión y maltrato, pero vacío de resignación.

Saltan a reclamar un lugar en la sociedad, gritan “aquí estoy”, “esta soy”, claman por la aceptación de su condición, probablemente porque se vive dándoles la espalda, se desconoce su situación y porque todavía la gran mayoría de la gente carga el peso de una moral pacata que las juzga una y otra vez desde su acomodado lugar social. Por eso nunca está de más dar una vuelta por las aceras de la realidad.

No había caído la tarde todavía. Ella calzaba unas plataformas negras, medias de red, una mini de jean y la musculosa ajustada marcando sus grandes pechos siliconados. Alta y delgada, boquita pintada, la travesti de unos 25 años esperaba en la Lavalle a su primer cliente del día y de la noche. Los autos pasaban y algunos le lanzaban cómplices bocinazos. Seguro era una seña que ella descifraría.

Apenas oscureció, grupos de travestis y transexuales ocuparon el paisaje de las calles San Luis y Lavalle, por un lado, y Catamarca, Buenos Aires, Tucumán y Corrientes, por otro. Se ve que no hay excelentes relaciones entre ellas, pero “si respetan la zona de cada una, todo bien”, aseguró otra vendedora de ilusiones sexuales que, entrada en años pero muy coqueta, se animó a decir: “Llevo 23 años haciendo la calle, es el pan de mi familia. Mirá si no voy a pelear por esto. Si te contara las que pasé. Me pegaron, me insultaron, me ultrajaron feamente; hasta me quise matar y me salvaron. Estoy de pie y me siento muy fuerte”. ¿Su nombre?: “Valeria”, respondió con un guiño al que siguió: “ya tengo mi documento de identidad, soy una mujer como vos”.

Sin vecinos cerca

Al recorrer el Centro de Convenciones donde se instalaron hace días a manifestar que quieren una zona de convivencia urbana para ejercer su actividad sexual, acudió al recuerdo esta historia que encarna las consecuencias de la actual legislación que pretende penalizar la prostitución a través de los artículos contravencionales 114 y 115, solo vigentes en Salta y otras tres provincias del Norte argentino.

Mientras no se normalicen y cualifiquen las condiciones laborales de las prostitutas, la prohibición no hará sino profundizar en la estigmatización de estas mujeres. La prohibición ha demostrado ser un instrumento inadecuado para abordar realidades sociales complejas como ésta.

En este sentido, el ministro de Seguridad, Eduardo Sylvester, aseguró que no existe ni existirá una zona roja ni de convivencia en ningún lugar de la provincia. A lo que Karen Díaz, presidenta del movimiento Mujeres Trans Agrupadas (AMT) respondió que “el ministro es muy cerrado y no quiere involucrarse, por eso mira al costado. El debería saber que somos personas sujetas a derecho, existimos, pagamos impuestos y votamos cuando hay elecciones. En Salta capital superamos las 100 travestis y transexuales que trabajan con el sexo; además están las chicas agrupadas en AMAR. Somos minoría pero necesitamos un lugar para trabajar o que nos dé trabajo. Quisiera saber si me autorizaría a ingresar a la policía, por ejemplo”.

Otra oposición fue demostrada por los vecinos que se quejan por los gritos y los residuos que dejarían en los lugares donde ejercen la prostitución. Al respecto, Karen dijo que “eso no es así. También se concientiza a todas de la necesidad de recolectar los residuos y nunca dejarlos tirados. Lo que ven los vecinos es lo que dejan las parejitas que van a la zona que se ha convertido en “Villa Cariño”. Agregó: “Me gustaría que visiten la sala de infectología del hospital del Milagro, van a ver que los enfermos de HIV son heterosexuales. Es un mito que las travestis y transexuales somos transmisoras de enfermedades. El cliente nos pide que practiquemos sexo oral sin protección y nosotras nunca accedemos porque sabemos que nos podemos contagiar un herpes o hepatitis B. El trabajo sexual es una profesión que requiere capacitación”.

 Zona roja no, zona de convivencia urbana, sí

Las travestis y transexuales quieren erradicar la idea y el apelativo de zona roja al lugar donde ejercerían la prostitución. Entienden que llamar “roja” a una zona es asociarla directamente con el delito y la drogadicción. Tampoco quieren una zona liberada de controles policiales. Ellas quieren una zona de convivencia. Este nombre impondría un nuevo concepto al trabajo sexual que, aunque muchos se empeñen en tapar con un dedo, existe desde inmemoriales épocas, con fulgores y destellos que difícilmente se apagarán jamás.
Por eso pensaron (y ya incursionan) en las inmediaciones traseras del Centro de Convenciones, un rotundo descampado con ingreso por la avenida Banchik (antes Kennedy), alejado de viviendas por un kilómetro a la redonda. Creen que con esto se resolverá el conflicto que vienen teniendo con los vecinos del barrio Hernando de Lerma, quienes se quejan por su presencia.
“Aquí no afectaríamos a nadie y sería una zona de convivencia urbana, tal como señalamos en el proyecto que presentamos a la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados”, sostuvo Karen Díaz, presidenta de MTA y de la Fundación Igualdad.
Ellas se manifestaron pidiendo un lugar para trabajar y solicitando igualdad de oportunidades. Lo propio hicieron los vecinos de la zona sur que no las quieren tener ni a un kilómetro de distancia. También desprecian su presencia los vecinos del barrio Hernando de Lerma, donde merodean buscando trabajo sexual. En ese barrio hay fuerte presencia policial, por lo que las travestis se quejaron: “La policía ya no nos deja trabajar, ni siquiera estacionar los autos de algunas de las chicas; hay seis efectivos por cuadra”. El estricto control comenzó este mes luego de numerosos llamados de vecinos a la policía quejándose por las mujeres trans que ejercen la prostitución en las calles Tucumán, La Rioja, Córdoba, Catamarca.
“Entendemos la situación de los vecinos, pero a pesar de que presentamos en noviembre el proyecto en la Cámara de Diputados para tener una zona de convivencia, aún no tuvimos respuesta, por eso es que convocamos a las compañeras para ocupar este lugar (por el Centro de Convenciones) en el que no hay vecinos ni vamos a molestar a nadie”, dijo Karen Díaz.

KAREN DIAZ, PRESIDENTA DE MTA Y FUNDACION IGUALDAD.

Si me ves como mujer, me tenés que tratar como tal

Karen Díaz es presidenta de Mujeres Trans Agrupadas (MTA) y creadora de la Fundación Igualdad, que intenta promover la inclusión social, educativa y laboral para personas transexuales y travestis en Salta. “Como fundación y con el apoyo de Aludis y el Observatorio para la Promoción de Derechos de la Diversidad Sexual, queremos una audiencia con el ministro de Salud, Dr. Enrique Heredia, para ver qué proyectos tiene para estar al tanto del artículo 11 de la ley 26.743 de identidad de género, ya que en Salta no tenemos cobertura de salud. Si vamos al hospital nos tratan como hombres y en realidad la ley protege la identidad autopercibida, es decir que si me ves como mujer, me tenés que tratar como tal. La fundación necesita la colaboración de empresas para armar proyectos de inclusión social. Hay muchas compañeras que no tienen la posibilidad de pagarse estudios y es lo que queremos lograr, que estudien y trabajen en lo que su vocación les dicta. Muchas quieren dejar la calle, muchas no y otras no trabajan con el sexo. Vivimos en una ciudad y en un país con mucha hipocresía y tabúes. La demanda va en crecimiento permanente y el reclamo por una zona de convivencia urbana ya tiene diez años. Muchos se llenan la boca hablando de la prostitución y no hacen nada. Lohana Berkins siempre dice que es salteña y en realidad nunca hizo nada por nosotras. Es una persona conocida, está en contacto con altos estratos de la política nacional y jamás hizo nada. Sabe que en Salta siguen vigentes los artículos contravencionales 114 y 115 por los cuales no podemos ofrecer sexo en la vía pública y nos puede detener la policía, y tampoco hizo nada por conseguir que nos liberen de esos artículos. Son muy pocas las provincias que tienen esas contravenciones vigentes. Quiero que quede muy claro que todas las compañeras trabajan con geles y profilácticos desde el principio al final de la relación. Nos capacitamos para protegernos y proteger al cliente de cualquier enfermedad.
 

“Sufrí en carne propia los apremios policiales”

Rosario Sansone es una pionera en la lucha por los derechos de travestis y transexuales en Salta. “Si bien hubo un cambio en el trato de la policía, siempre la respuesta para las trabajadoras sexuales es la represión y el calabozo. No existe la inclusión, solo hay marginación y dedos que nos apuntan y señalan. Yo fui muy amiga de Pelusa Liendro que fue asesinada. Ese día trágico, tremendo para mí, estaba velando a mi amiga y vino un patrullero y me llevó al Grand Bourg. Ahí estaba un alto funcionario del Gobierno de ese momento y me dijo "Rosario, mañana tienen la zona roja'. Pero a las palabras se las llevó el viento. Pasó el tiempo, se hizo el juicio por Pelusa, se supo quiénes la mataron, pero nada cambió para nosotras. Seguimos arriesgando la vida y no nos tienen en cuenta, no nos dan un lugar. Yo sufrí en carne propia los arrebatos, la persecución y fui la que inició en Salta de las marchas por los derechos de las travestis y transexuales. No tenemos proxenetas ni sindicatos, trabajamos por nuestra cuenta y queremos respeto. Sería hora de que los funcionarios se den cuenta que el trabajo sexual existió, existe y existirá siempre y comiencen a afrontar la idea de incluirnos socialmente”.
 

“Soy enfermera y quisiera trabajar de eso”

Nancy Luna es enfermera y no encuentra trabajo en su profesión que, según afirma, es su verdadera vocación. “Trabajé como varón de enfermera y cuando se empezó a notar mi identidad sexual femenina, nunca más conseguí trabajo. Hay chicas como yo que trabajan en hospitales pero no a la vista del público. Es increíble que en esta época no pueda ejercer enfermería que es mi vocación. Me tuve que ir a Buenos Aires a trabajar en la calle de prostituta y, por las operaciones que tengo, a veces no me puedo levantar de la cama. Me duele todo el cuerpo. Me inyecté la cola, me operé la nariz y las mamas y me siento muy vulnerable. Tal vez estar toda la noche desabrigada, despierta, de pie y con tacos esperando a los clientes me hace mal a la salud. Me encantaría hacer otra vida. No me gusta trabajar con mi cuerpo, daría cualquier cosa por dejar el trabajo sexual y poder ser enfermera, que me respeten y me acepten. No quiero que me traten como una porquería. Me enoja mucho cuando un cliente me insulta, no es maltrato físico pero sí verbal y tengo muchos límites con eso. Yo soy una chica con principios pero soy físicamente frágil, por eso salgo a trabajar con mis compañeras y nos protegemos entre nosotras.
 

“Queremos un lugar para trabajar y cuidar”

Susana Gonza dice que es una profesional. Trabaja en la calle, por teléfono e internet. Tiene una pequeña empresa de otro rubro y su propio auto. “Repartimos profilácticos todos los días para hacer prevención. El lunes fuimos a la calle Lerma a repartir material y a decirles a las chicas que vayan a la nueva zona y ya nos detuvo la policía de tránsito el auto, nos desvió, sacó un papel blanco y nos pidieron todos los papeles. Como tengo todo en regla y en orden, se fueron pero ni disculpas pidieron. Ya tienen identificadas las patentes de los autos de las trabajadoras sexuales, porque varias tenemos la suerte de tener vehículo, y nos persiguen”. Habló con mucha esperanza de la posibilidad de instalarse en las inmediaciones del Centro de Convenciones. “Para la nueva zona pedimos luminarias y cestos para residuos porque queremos un lugar para trabajar y cuidar”. Sobre las tarifas de los servicios, dijo: “Es de acuerdo a la cara del cliente, es un arreglo entre las dos personas, nadie respetaría tarifas porque se trabaja por necesidad más que nada. Yo soy una persona que tengo mi clientela. En Hernando de Lerma hay muchos vecinos y mucha policía, no podemos seguir ahí, quisiéramos ir por eso atrás del Centro de Convenciones”.

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