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?En la vida vi mucha locura y buena cordura?

Sabado, 02 de marzo de 2013 22:59

“Fui perseguido por mis ideas sociales, estuve detenido tres veces y me recibí joven; todavía sigo activo, muy activo”, dice Roland Colina. Es médico psiquiatra hace 56 años y esta reciente entrevista se realizó justo el día que cumplió 82 años.

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“Fui perseguido por mis ideas sociales, estuve detenido tres veces y me recibí joven; todavía sigo activo, muy activo”, dice Roland Colina. Es médico psiquiatra hace 56 años y esta reciente entrevista se realizó justo el día que cumplió 82 años.

Sus afectos son numerosos: comprometerse con su familia, atender incansablemente a sus pacientes y enseñarles mucho a los jóvenes médicos que se forman para ser psiquiatras. Les trasmite los rigores de la lógica, lingística, teoría y clínica de la práctica psiquiátrica. Fue vicepresidente de la Federación Argentina de Psiquiatría en los años de plomo y uno de los primeros en adherir a la Liga Argentina de los Derechos del Hombre; permanente lector, nadador incansable de cuatro largos diarios de pileta olímpica, curioso de los problemas mentales.

“Mi padre trabajaba en el campo recuerda-, era productor de maíz y mi madre fue norteamericana, de allí mi nombre Roland”.

¿Cuándo nace la vocación de médico?

Estudié medicina para darme respuestas a algunas de mis inquietudes. Me gusta leer mucho. Recuerdo al libro “Nuevo elogio de la locura”. Aprovechando que mi padre se fue a trabajar a San Luis decidí estudiar Medicina en Córdoba con 17 años y me recibo a los 24 y también en plena carrera hice el servicio militar.

¿Y cuándo fue el pase a la psiquiatría?

Era la época en que se practicaba la modificación de las funciones cerebrales de algunos pacientes con problemas de conducta por medio de neurocirugías. Se llegaron a hacer más de 10 mil prácticas para que el paciente quede “manso”, operaciones que hoy son consideradas aberrantes. Eran intervenciones violentas, no tan solo en la vida de alguien sino en su cuerpo. La psiquiatría de esos años, salvo el psicoanálisis que tenía otros conceptos y prácticas- trataba de modificar la estructura mental de la persona cuando había patología psíquica. Era la psiquiatría que frente a lo que no podía desentrañar de una conducta rara, trataba el caso invasivamente.

Es decir, hasta los médicos se sintieron violentados con esas “soluciones”. Hablo de la psiquiatría de los años 30 que es la que regía cuando egresé en el 56.

¿En qué consiste la locura que produce el cambio o metamorfosis de la persona?

Hoy los delirios ya no son con la caballería andante sino, por ejemplo, con los marcianos y con otras visiones más tecnológicas. El mundo actual es variado. Encontramos psicóticos que deliran con la interacción que hacen con la computadora, “captan” de una determinada forma una señal y los mensajes cibernéticos; ya se inició la locura informática. Cuando recién empecé con mis primeros pacientes psiquiátricos sus delirios respondían a la esquizofrenia (pérdida de los límites entre el afuera y el interior de la persona), no había tantos delirios sistematizados, tampoco la cantidad de drogadictos de ahora, atendía, por ejemplo, alcohólicos y personas que tenían una manía y una depresión. Hoy la locura no varió como metamorfosis de la personalidad. La psicosis es el alejamiento del vínculo social; es la disociación y falta de contexto en la idea, pensamientos y acciones. La locura significa el ingreso a un mundo que, para el resto de las personas no existe, en el cual el paciente sufre una experiencia llamativamente importante y particular, sobre todo eso: singular, exclusiva de él. Significa una modalidad privada de discernir valores, sentimientos, prácticas y otros saberes. La locura es otra forma de permanecer en el mundo, de tener un pensamiento que el paciente lo puede “oír”.

­Qué humana es la locura si es tan subjetiva!

Es tan humana que le toca a cualquiera. En la clínica de Bermann donde comencé mi práctica psiquiátrica había personajes de todas las actividades humanas. Escritores, profesionales y hasta un distinguido psiquiatra que atendía adicciones, pero también había enfermado. Me gusta recordar esa frase que dice: “Hombre soy, por lo tanto nada de lo humano me es ajeno”.

¿En qué institución usted empieza a trabajar cuando vuelve a Salta?

En el Hospital San Bernardo, siempre digo que fui el médico que inauguró prácticamente el establecimiento. El primer paciente que recibimos fue psiquiátrico. Lo tenía que atender el Departamento de Psiquiatría que funcionaba en ese hospital. En la década del 60, cuando llego a la ciudad, sólo éramos tres psiquiatras. Pasa el tiempo e ingreso en el neuropsiquiátrico público, lugar en el que nunca había trabajado y es por eso que al principio, concurro muy curioso, casi tenso. Sabía que no iba a encontrar al “loco lindo”. En el San Bernardo los pacientes que vi respondían a una selección, esporádicamente aparecía una psicosis, lo contrario de lo que pasaba en el neuropsiquiátrico donde la patología es más dura.

¿Actualmente hay más cantidad de adictos que de esquizofrénicos?

Seguramente que sí. Se supone que todos los esquizofrénicos están conocidos estadísticamente, sus familias buscan que los atiendan, mientras que a los adictos se les hace difícil que sus parientes los conduzcan a consulta; por cada adicto que se asiste en los consultorios, circulan muchos más sin que reciban tratamiento. ¿Cuántos de ellos van a pedir ayuda para su angustia existencial?

Los adictos recurren a una sustancia para poder estar en este mundo, sea por la carencia de afectos, por la muerte de un proyecto anhelado, en fin, muchos problemas personales que lo llevan a la adicción.

¿Recuerda cuántos casos clínicos atendió -en 56 años- desde que ejerce la psiquiatría? 

Fácilmente atendí no menos de 600 casos de locura, pero de pacientes psiquiátricos, en total, no menos de

18.000. Yo trabajo mucho, y aunque no se crea es porque no tengo recursos suficientes. Claro, algo de amor pongo, pero lo único patrimonial que tengo es mi auto y mi jubilación. También enseño psicopatología en la residencia de psiquiatría de la provincia. Estoy activo y muy activo.

Me lo cuenta con entera satisfacción. 

En realidad cuando pienso que trabajo mucho siento dos sensaciones: una de orgullo, soy el psiquiatra decano del NOA, por antigedad y edad y, otra, por necesidad para resolver mi economía. Pero si ganara más dinero seguiría atendiendo dos pacientes por día al menos y continuaría en la docencia de la residencia de psiquiatría. Me interesa trasmitirle a la gente joven lo que uno acumuló de experiencia. En mi larga vida profesional conocí mucha locura, pero también abundante cordura.

 

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