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18 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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Las ventajas y los riesgos del giro elocuente en el Gobierno

Lunes, 25 de marzo de 2013 00:12

¿Un milagro? Demasiado aventurado. ¿Un cambio en la visión de la realidad? Difícil en tan poco tiempo. ¿Un sinceramiento interno? Complicado en un espacio con casi nulo debate entre sus cuadros. ¿Una devolución de gentilezas hacia el papa Francisco? Suena poco convincente. ¿Una estrategia electoral a pocos meses de las legislativas? No se sabe, pero parecería un poco más lógico en un movimiento híper pragmático como el kirchnerista.

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¿Un milagro? Demasiado aventurado. ¿Un cambio en la visión de la realidad? Difícil en tan poco tiempo. ¿Un sinceramiento interno? Complicado en un espacio con casi nulo debate entre sus cuadros. ¿Una devolución de gentilezas hacia el papa Francisco? Suena poco convincente. ¿Una estrategia electoral a pocos meses de las legislativas? No se sabe, pero parecería un poco más lógico en un movimiento híper pragmático como el kirchnerista.

Más allá de las causas, el Gobierno mostró la última semana un giro muy evidente en su confrontativa forma de hacer política y empezó a tender puentes con sectores que hasta ahora no estaban en los planes. En sus casi diez años en el poder, nunca el kirchnerismo mostró una faceta tan conciliadora como la actual, con una Presidenta moderada en sus discursos, alejada de las disputas sectoriales y con una notoria menor soberbia en sus apariciones. ¿Cuánto durará esta nueva cara de Cristina y los suyos? Imposible de predecir, aunque no tendría ningún sentido que sea por un corto plazo: un escenario de esas características solo le restaría credibilidad a la jefa de Estado y la palabra “oportunismo” empezaría a repetirse y repetirse entre una buena parte de la opinión pública.

No hace falta ser un especialista para darse cuenta que la asunción de Jorge Bergoglio en el Vaticano rompió todos los preconceptos con los que se manejaba la fuerza gobernante. Eso no había ocurrido ni en los momentos más duros que pasaron los Kirchner en el sillón de Rivadavia. No pasó durante el conflicto con el campo, no pasó tras la derrota electoral de 2009, no pasó tras la muerte de Néstor Kirchner, no pasó tras el megacacerolazo del 8N y no pasó tras el fracaso del promocionado 7D. ¿Por qué ahora sí? Probablemente porque es la primera vez que el oficialismo encuentra un referente argentino más poderoso y mejor posicionado en los sondeos que él. El papa Francisco, según admitió hace pocas horas a El Tribuno uno de los encuestadores más cercanos a la Casa Rosada, goza hoy de casi el 98 por ciento de las preferencias. A confesión de partes, relevo de pruebas.

Muchos de los gestos que está haciendo el Papa en Roma van en la misma dirección de los que empieza a exhibir el Gobierno en la política interna. “¿Cómo no tomar una postura así si se sabe que casi todo el país admira a una persona sencilla, tranquila, moderada y cero revanchista como Francisco?”, explicaba ese influyente consultor político del oficialismo. Si bien es es cierto que la Casa Rosada está buscando a propósito esa mimetización, hay un detalle que no puede pasarse por alto: la austeridad. Allí, Cristina está a años luz de sintonizar la misma frecuencia que Francisco. La comitiva argentina que fue al Vaticano fue numerosísima pese a las recomendaciones que había dado el papa. Además, existen una enorme cantidad de gastos superfluos en el Gobierno y las asignaciones para los más pobres siguen siendo devoradas por la falta de actualización. El discrecional manejo de los recursos públicos será un duro costo político que el kirchnerismo deberá pagar en algún momento.

Los últimos días quedó muy expuesto el extremo verticalismo que reina en el Gobierno, y que tiene peligrosas derivaciones a futuro. Bastó que Cristina se emocione con el Papa para que sectores que lo habían denostado al extremo ahora parezcan carmelitas descalzas. No sorprende que ningún dirigente del kirchnerismo puro tenga buena aceptación en la opinión pública. En el oficialismo no hay reparos en limar la credibilidad de sus dirigentes más allá de lo que decida Cristina. Ese costo lo pagaron incluso organizaciones de la talla de las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo, quienes hoy parecen más un apéndice del Gobierno que asociaciones sociales sin fines de lucro

¿Cómo potenciar a un candidato que no tiene pensamiento propio? Esa es una de las causas principales por las que el kirchnerismo sigue ventilando la re-reelección de su líder absoluta. Los pocos dirigentes que mostraron mínimos signos de independencia hoy son los adversarios más encarnizados de la Casa Rosada. Daniel Scioli, que nunca dejó de verse con Bergoglio, y Sergio Massa, que nunca dejó de hablar de la “inseguridad” son hoy los casos más emblemáticos en ese sentido.

Un doble objetivo

El cambio de postura del Gobierno impactó también en los más altos referentes de la oposición. ¿Por qué? Básicamente porque la crítica al divisionismo y al confrontacionismo fueron banderas indelegables del antikirchnerismo de los últimos años.

Consultado ayer por El Tribuno sobre el tema, uno de los dirigentes más encumbrados de ese espacio analizó la situación con una metáfora muy particular: “El kirchnerismo es una máquina de dibujar la realidad y al final la gente se da cuenta”. El opositor consideró que “probablemente alguna gente se vea engañada por el cambio del Gobierno y eso le aporte votos extra, pero la mayoría sabe que el giro no es sincero”.

De todos modos, y más allá del debate político reavivado las últimas horas, la economía volverá a ser clave a la hora de ir a las urnas.

Los últimos días, con un dólar paralelo que se fue por las nubes, mostraron hasta qué punto la economía nacional navega en mares de incertidumbre. Si bien es cierto que el Gobierno atribuyó la escalada del dólar ilegal a una operación especulativa, también lo es que no logró aclarar por qué una economía que creció tanto los últimos años es tan permeable a este tipo de avanzadas.

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