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18 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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El poder K funciona como una locomotora

Domingo, 28 de abril de 2013 03:05

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A Cristina de Kirchner la echaron en 1997 del bloque de senadores porque se oponía al modelo menemista de Justicia
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Las inundaciones, como antes las catástrofes de Once y Cromañón, evidenciaron la ineficiencia del Estado.

El estilo compulsivo que se usó para sancionar la reforma de la administración de Justicia parece una exhibición de poder, pero es la expresión de la impotencia.
La independencia del Poder Judicial y la conformación de una Corte prestigiada fueron el emblema más importante que expuso el primer kirchnerismo, y fue la actual presidenta, entonces senadora, la principal abanderada.
A Cristina Fernández de Kirchner la echaron en 1997 del bloque de senadores porque se oponía al modelo menemista de Justicia; en 2006 logró la reducción del Consejo de la Magistratura de 20 a 13 miembros para “tornar menos burocrático este organismo” y “con el objeto de evitar la conformación de mayorías fáciles en procedimientos tan importantes como la selección de magistrados”.
Sus legisladores impusieron en estos días la ampliación del Consejo y cambiaron la mayoría necesaria para la remoción de los jueces que de dos tercios pasa a ser una mayoría simple.
Desde la oposición, Cristina acusaba a los oficialistas de “levantamanos”. Hoy eso es presentado como una forma de lealtad.
Lo que está ocurriendo es, sencillamente, un proceso de ejercicio de poder donde el Gobierno no encuentra límites.
El poder, si no le ponen límites, no se autolimita. Ni en la Argentina de hoy ni en ningún país de cualquier época.
Varias cosas vienen ocurriendo que pueden explicar esta relación de poder sin oponentes.

Enfrente ¿quién está?

Las inundaciones de Buenos aires y La Plata, como antes las catástrofes de Once y Cromañón, evidenciaron la ineficiencia del Estado. El oportunismo de mandar a jóvenes con camisetas de La Cámpora a ocupar el centro del escenario de los rescates es la prueba de cómo se reemplaza a la militancia política por una burocracia efectista.
La torpeza de enviar a Guillermo Moreno y a Axel Kicilloff a desafiar a los accionistas de Clarín es tan inexplicable como las misiones de expansión del capitalismo nacional a Angola y a Azerbaiján.
El papelón de Hernán Lorenzino, huyendo de una entrevista con un canal griego para no hablar de una inflación que oficialmente no existe es otra muestra no solo del fracaso anunciado de los controles de precios, sino de que las exhibiciones de poder no representan poder real.
Sin embargo, frente a un gobierno hipermediático, con equipos de difusión capaces de negar lo evidente y acusar al disidente de “lacayo de las corporaciones”, frente a ese gobierno no hay nadie capaz de ofrecer una alternativa de poder.
Si la Unión Cívica Radical no logra ofrecer nada mejor que el fantasma de Raúl Alfonsín encarnado en Ricardito y si Hermes Binner no está en condiciones de demostrar que el narcosocialismo no es más que un eslogan que solo niega la cruda realidad del narcotráfico en el país, la alternancia esencial a la democracia parece remota.
En realidad, todo indica que vamos hacia un cuello de botella.

El malestar que se difumina

Una movilización de cientos de miles de personas como la del 18 de abril, convocada por redes digitales, es un dato que ningún gobernante puede ignorar. La dirigencia opositora, tampoco.
Si no surgiera una alternativa, el país marcharía hacia la anarquía.
La posibilidad de una nueva reelección de la Presidenta, por ahora, es abstracta, aunque el estilo de ejercicio del poder que manifiestan los líderes parlamentarios Agustín Rossi y Miguel Picchetto permite imaginar cualquier desenlace.
Dentro del kirchnerismo no aparece ninguna alternativa. Las incursiones de los jóvenes camporistas, cuando salen del manejo burocrático y se lanzan al ruedo electoral, todavía parecen estudiantinas.
Y las opciones de Carlos Zannini, una de las personas más poderosas del país, y de Alicia Kirchner, por ahora, parecen demasiado lejanas de la gente.
Daniel Scioli y Sergio Massa, los presidenciables más nombrados, dejan la impresión de que pueden desgastarse antes de tiempo.
Afuera del peronismo hay un páramo. El kirchnerismo tiene la cualidad de hacer hablar a los adversarios sobre sus infinitas contradicciones. De ese modo, sigue en el medio del ring y responde con una frase antigua del peronismo y de cualquier fuerza que, desde el poder, rehúye el debate para hacer lo que le parece: “No se les cae una idea”.
No es cierto. Existen ideas muy claras y actualizadas para aprovechar la coyuntura mundial, que está haciendo evolucionar a América, y convertir a la Argentina en una potencia agroindustrial, exportadora de una amplísima gama de productos para los cuales su economía es competitiva, autoabastecida en energía y con capacidad de superar los gravísimos problemas sociales engendrados en los últimos 35 años.
Las ideas existen, pero nadie sabe exponerlas.
 

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