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17 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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?A pesar de la impotencia que siento, no pierdo la esperanza?

Sabado, 04 de mayo de 2013 21:11

 Es un sacerdote franciscano y, como la mayoría de ellos, su vida está centrada en la ayuda social y en la austeridad. Tiene un referente en el Vaticano que predica los mismos valores que ellos. Fray Roberto Velázquez llegó al municipio de Pichanal hace unos 8 años. Vino desde Santa Fe para asumir la responsabilidad de dirigir la Misión San Francisco, donde viven 10.000 personas. Con un espíritu de colaboración y una obra que es central en Pichanal, hoy carga sobre sus espaldas con una inmensa tarea social que refleja solo al hablar con él que el Estado no está en todas partes. Y donde más debería estar, solo se muestra virtualmente. En las pequeñas ciudades la contención social que las familias no reciben de parte del Gobierno es canalizada por diferentes instituciones de la sociedad civil. Aunque ninguna logra reemplazarlo, claro. Roberto es sencillo. No hace alarde del esfuerzo que significa vivir para mejorar la calidad de vida de la gente. Y, como siempre, como pasa en todos los ámbitos de la vida, los que más hacen son quienes menos lo demuestran. Entre él y la clase política actual hay miles de kilómetros de distancia y dos palabras los diferencias: hacer y decir.

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 Es un sacerdote franciscano y, como la mayoría de ellos, su vida está centrada en la ayuda social y en la austeridad. Tiene un referente en el Vaticano que predica los mismos valores que ellos. Fray Roberto Velázquez llegó al municipio de Pichanal hace unos 8 años. Vino desde Santa Fe para asumir la responsabilidad de dirigir la Misión San Francisco, donde viven 10.000 personas. Con un espíritu de colaboración y una obra que es central en Pichanal, hoy carga sobre sus espaldas con una inmensa tarea social que refleja solo al hablar con él que el Estado no está en todas partes. Y donde más debería estar, solo se muestra virtualmente. En las pequeñas ciudades la contención social que las familias no reciben de parte del Gobierno es canalizada por diferentes instituciones de la sociedad civil. Aunque ninguna logra reemplazarlo, claro. Roberto es sencillo. No hace alarde del esfuerzo que significa vivir para mejorar la calidad de vida de la gente. Y, como siempre, como pasa en todos los ámbitos de la vida, los que más hacen son quienes menos lo demuestran. Entre él y la clase política actual hay miles de kilómetros de distancia y dos palabras los diferencias: hacer y decir.

Padre, dos de los problemas más graves que se observan en el norte son la pobreza y la droga. ¿Cómo sobrellevan esos flagelos?

La droga hoy es muy accesible, la encontrás en todos lados. En los jóvenes sobre todo golpea, y fuerte. Nosotros concientizamos sobre este flagelo pero es una tarea dura, muy dura. Por ejemplo, yo hago un mapeo de donde se consume y le digo a Drogas Peligrosas dónde se vende, pero todo es tan burocrático que se avanza poco. Hace 8 años que llegué y hoy observo que por donde busqués droga, conseguís.

La situación socioeconómica que se vive en Pichanal es sorprendente. Ustedes llevan adelante un trabajo muy duro para luchar contra la pobreza.

Pichanal es pobre, pobre... De pobre para abajo. Acá no hay nada. No hay trabajo y mucha gente vive de los subsidios.

Alrededor del 50% de los habitantes están subsidiados.

Si, es cierto. Yo no estoy completamente a favor de las políticas de subsidios porque no se ayuda a la gente como se debería. Con la ayuda mediante planes, lo que se logra es que existan personas que sean dependientes del poder de turno. Un país no puede sostenerse con subsidios, sino que deberían reforzarse otros conceptos: ganarse el pan, trabajar, esfuerzo, voluntad, etc.

¿Qué importancia tiene para los franciscanos concientizar a la gente acerca del valor del trabajo?

Muchísimo. En la iglesia cuando damos misa, le hablamos a la gente sobre la importancia que tiene trabajar. Eso los dignifica. Además, le explicamos que si recibe ayuda del Estado o de privados tiene que brindar una contraprestación. Por ejemplo, cuando nos donan harina, hay madres que colaboran, hacen el pan y luego lo venden.

En el recorrido que El Tribuno realizó por diferentes localidades del norte observó que la falta de contención familiar es un fenómeno que se expande. ¿Por qué considera que ocurre esto?

Por la marginalidad, la pobreza y la droga. Hoy en un lote de 15 metros por 9 metros viven 15 personas que conforman una sola familia. La pobreza es muy fuerte, en serio. Además, hay que considerar que las madres son jóvenes y tienen muchos hijos. Otro factor es que los padres también son jóvenes y si tienen trabajo es porque consiguieron laburo temporal en alguna finca y ganan $80 pesos diarios. Con ese dinero tienen que mantener a familias numerosas, si es que no se lo tomó en el camino.

Seguramente hay una infinidad de proyectos estatales para mejorar la situación de la pobreza, la droga, etc., pero ¿cuántos efectivamente se aplican?

Estoy cansado de los proyectos o proyectitos. Directamente cuando alguien trae una propuesta la empezamos a hacer nosotros. Por ejemplo, tenemos déficit nutricional, buscamos profesionales que nos ayuden. Estamos saturados de proyectos. Es mejor hacer que decir. Lo que hoy falta, por lo menos en lo que yo he vivido acá, es acción.

¿Y por qué cree que los políticos no enfrentan las problemáticas sociales?

Cuesta mucho trabajar con el intendente y con las diferentes secretarias. Cuando uno lleva una propuesta concreta ellos creen que les querés serruchar el piso, pero en definitiva, poner en evidencia la situación social en la que se vive no significa estar en contra de nadie. Al contrario, es querer mejor una situación.

¿Cómo describiría eso? ¿Como una falta de sensibilidad?

Sí, claro, y de indiferencia. En el norte robás y nadie te dice nada; hacen una denuncia, y nadie te dice nada. No hay respuesta. Hay una pantalla que esconde droga, prostitución, etc. Hacés una exposición en la Policía y nada. No pasa nada.

¿Llega un momento en que la gente se acostumbra a vivir así?

La gente se acostumbra a vivir así. Así es. El pobre se acostumbra a vivir en la pobreza y es muy paciente. Yo, por ejemplo, estoy asombrado cómo en las comunidades la muerte se vive de una manera especial: la gente se deja morir, se encuentra con organismos que te miran y no hacen nada.

¿O sea que el Estado acá no brinda ningún tipo de contención?

Nada, nada, nada.

En todo el departamento de Orán hay un solo centro de internación para adictos y tiene 5 camas. Hoy el organismo de apoyo somos nosotros. Mucha gente se refugia en la iglesia.

¿Qué siente cuando toda la contención social que tiene que brindar lo desborda?

No podemos hacer todo, obvio. Pero vamos buscando gente que nos dé una mano. Hay situaciones, por ejemplo, en las que si el hospital nos pasa la lista de desnutridos y es grande, tenemos que ir seleccionando porque no se puede trabajar con todos a la vez. Nunca lloro delante de los chicos. Si lloro, lo hago solo o delante de otro sacerdote. Tengo una sensación de impotencia muy fuerte pero puedo dar un beso, un abrazo y brindar mucho afecto. Más allá de la impotencia y la realidad con la que te encontrás, con el solo acompañamiento se transmite vida y esperanza.

¿Cuál es la herramienta que considera el mejor caballo de batalla para combatir esta situación?

La educación. El esfuerzo es muy importante y la educación es clave. Afianzar los contenidos educativos para que cuando el chico quiera salir a estudiar a la universidad pueda hacerlo. Eso es sumamente importante y lo practicamos. Tengo esperanza de que la educación mejore las cosas. Por eso insisto con la importancia de prepararse, pensar, mejorar. Mantener a la sociedad ignorante permite hacer lo que se quiera con ella, y eso es muy grave.

¿Cree que es posible salir de la pobreza?

En Pichanal es una cuestión de organización. El político de turno tiene que estar al servicio de la comunidad que lo votó y empezar a crear fuentes de trabajo. Aquí no hay una sola empresa que venga a invertir. Hace poco vino una mujer venezolana que trabaja en una multinacional y se dedica a realizar auditorías del aporte que las compañías destinan a programas sociales. Se espantó cuando conoció Pichanal. Es importante darle orden al Estado, que los impuestos tengan un fin. Me parece lamentable vivir en el siglo XXI y ver estas cosas. Hay comunidades aquí que están a la deriva, sumidas en la indigencia. A algunos les hicieron casa pero no es la solución. Hay problemas sociales profundos y gente que solo espera que el político solucione todo.

¿Le quedan esperanzas de que la situación mejore?

Sí, sí. Más allá de la impotencia que uno siente cuando la realidad con la que te encontrás es tan dura, no hay por qué perder las esperanzas. El acompañamiento es muy importante para contener a las personas, más cuando uno ve que no tiene todos los medios para solucionar los problemas de miles de habitantes.

Si algún día se traslada a otro lugar del país para continuar su misión, ¿qué es lo más importante que se llevará de Pichanal?

Este es uno de mis últimos año acá. Dios me abrió la puerta del cielo de otra manera. Vivo lo mismo que viven los que están en duras condiciones. Estoy con ellos, hablo y trabajo para ellos. Hay gente muy valiosa, madres que quieren lo mejor para sus hijos, alumnos que buscan superarse y personas que quieren salir adelante en la lucha diaria. Vivo el misterio de Dios en la persona. Cada problema es eso, un problema, y a lo que podemos darle solución lo hacemos sin dar vueltas y vueltas.

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