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18 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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Los wichi de Rivadavia unen sus reclamos contra los alambrados

Martes, 18 de junio de 2013 23:31

El conflicto social en El Chañaral, departamento de Rivadavia Banda Sur, entró en una etapa de tensa calma y de reorganización de posiciones.

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El conflicto social en El Chañaral, departamento de Rivadavia Banda Sur, entró en una etapa de tensa calma y de reorganización de posiciones.

El viernes pasado, en el mediodía caliente de misión Rivadavia, se reunieron todos los caciques de las comunidades de la zona. El Tribuno asistió al cónclave organizado para apoyar a los aborígenes de El Chañaral que, el miércoles y jueves de la semana pasada, quemaron postes de un finquero que intentaba alambrar un campo de su propiedad. Ocurre que si alambran, los wichi pierden el acceso al río y al monte, no pudiendo realizar su modo ancestral de vida que depende de la caza, la pesca y la recolección.

Los caciques de las misiones La Esperanza, El Breal, El Cocal, San Felipe, Santa Rosa, Rivadavia y Lote Fiscal 30 se comprometieron a llevar un plan de lucha conjunto y coordinado ante lo que consideran una cercenación de sus propios territorios y derechos.

En la cita también estuvo presente el delegado regional del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI) Armando Acosta, quién comprometió al organismo nacional a interceder para una acuerdo definitivo con las autoridades provinciales.

El que abrió la ronda de discursos fue el jefe de caciques, y anfitrión, Demetrio Campos, quien comenzó citando todos los derechos que poseen los aborígenes establecidos desde los organismos internacionales, la Carta Magna nacional y la Constitución provincial. Se puede asegurar, por las propias declaraciones de los líderes comunitarios, que algunos desconocían esos derechos.

Luego expresaron la gran preocupación de los habitantes wichi por el poco territorio que les está quedando para desarrollar el modo de vida heredado ancestralmente.

El cacique Javier Acosta, de misión La Esperanza, situada a 30 kilómetros de Rivadavia aseguró que están padeciendo el mismo problema que la gente de El Chañaral.

A causa de los alambrados de las fincas no pueden acceder al río Bermejo por lo que no pueden pescar y cada vez cuentan con menos territorio para cazar y juntar leña.

Los criollos que compraron los campos, y que tienen los papeles de propiedad, también ven injusta la situación. Los aborígenes aceptan esta lógica, aunque apuntan a una convivencia en armonía con los finqueros.

Los miedos

El problema se profundiza porque se sienten solos. Le temen a lo que puedan hacer las autoridades que, para ellos, son criollas.

Si bien el mismo viernes fue un solo policía al lugar de la destrucción de la alambrada para un relevamiento de declaraciones y fotografías, ellos temen ser reprimidos en otra intervención de la Fuerza.

El oficial encargado de la Comisaría de Rivadavia, Ariel Veliz, le dijo a El Tribuno que en ningún momento recibió la orden de desalojar a los aborígenes. Confirmó que los hechos están a cargo de la titular de la Fiscalía III de Pichanal, la doctora Mónica Viazzi, quien solo ordenó un relevamiento de la situación.

De cualquier manera los caciques firmaron el acta de reunión donde se establece la cooperación de todos los integrantes de las misiones para cuando quieran alambrar o intenten desalojar por la fuerza a los pobladores originarios de El Chañaral.

Se debe aclarar que en la acción de quema de postes y corte de alambre actuaron unos 120 wichi, entre los cuales la proporción de mujeres fue muy representativa.

El líder de El Cocal, Ernesto Saravia, dijo que podrían congregarse hasta 900 personas si todas las comunidades acuden en ayuda de la gente El Chañaral, para apoyar el reclamo.

La sucesión de hechos y lo que dijo el intendente

El miércoles, al menos unos 120 integrantes de la comunidad aborigen El Chañaral, impidieron el trabajo de operarios que estaban abriendo el monte chaqueño con máquinas para alambrar una finca.
La propiedad estaría a nombre de Alejandro Gareca.
El jueves por la noche la medida de los wichi, seguía y luego decidieron quemar los postes con los que se intentaba alambrar.
Esa misma noche llegó el oficial Ariel Veliz para intentar mediar alguna salida pacífica y se fue sin respuesta positiva.
El sábado se reunieron en Rivadavia todos los caciques de la zona para un plan de lucha conjunto.
Los caciques pidieron la intervención directa del Gobierno provincial para solucionar los problemas de derechos aborígenes por la distribución de la tierra. También se debatió sobre los derechos que ellos tienen a preservar su modo de vida, aspecto que sienten avasallado por las alambradas y por no ser “dueños de la tierra” , puesto que las escrituras no llegan.

Lo que dijo Gareca

El Tribuno pudo dialogar con el intendente de Rivadavia Banda Sur, Leopoldo Cuenca, el viernes antes del mediodía y preguntarle sobre algunas declaraciones de los aborígenes que no lo dejaban bien parado.
El cacique de El Chañaral había dicho que las máquinas que estaban abriendo la picada para el alambre pertenecían al Municipio. Por lo que Cuenca dijo que eso no era cierto.
“No puedo mandar a nadie porque simplemente no tengo máquinas”, dijo el jefe comunal.
Sobre la situación que se estaba desarrollando en el paraje también dijo desconocer los hechos, aunque sí reconoció la problemática.
Por último, Cuenca también dijo “desconocer” la reunión de los caciques que se estaba desarrollando en esos momentos, y la cual estaba tratando el plan de lucha de los aborígenes de la zona.
Tampoco llegó nunca a la reunión.

Entender otra forma de ver la vida

El cacique de El Chañaral, Martín Acosta conversó con El Tribuno. Habla pausado como suspirando, mientras mira el piso, típico de la forma de ser de los aborígenes. Es sincero y sencillo: “Al monte le duele cuando lo abren así, con máquinas. Si hacen ese alambre nosotros vamos a quedar encerrados y no vamos a poder pasar al río”, dice.
“Tampoco van a pasar los animales grandes, que son los que cazamos para alimentarnos. No vamos a poder buscar leña para cocinar y para el invierno. Además muchos se mueven con sus familias y sus cosas cuando el río va quedando chiquito y se vuelven cuando crece. ¿Y ahora? ¿Cómo vamos a hacer?”, señaló.
Acosta está preocupado porque el territorio que le queda es una franja triangular de unos 13 kilómetros de largo. En la parte sur está delimitado por la ruta provincial 13 donde hay no más de 5 kilómetros. A medida que la franja va llegando a la parte norte (donde está el río) se achica hasta quedar con 300 metros. Acosta teme que en lo inmediato no pueda salir ni entrar nadie de esa franja, que él llama “lonja de tierra”.
El cacique de San Felipe es contundente: “100 wichi necesitan 1.000 hectáreas para desarrollar sus vidas tranquilamente. La injusticia es que un solo criollo tenga 3 mil hectáreas”. Concluyó Campos con una reflexión: “el pasado sigue sucediendo y se demuestra con las muertes de los hermanos Qom en Formosa y Chaco. Nosotros no tenemos papeles; nuestra piel, nuestra sangre, el idioma y la cultura son nuestras únicas credenciales y con ellas vamos a luchar”, dijo el cacique de caciques.
Y aunque nadie quiera o lo admita: el pasado sigue sucediendo.

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